Mi nombre era Sophie. Y a mí corta edad había entendido que había dos clases de realidades en este mundo, separadas por una impenetrable y gruesa línea. De un lado, algunos vivían su realidad llena de felicidad, contentos y con sueños; pero del otro lado, estábamos los infelices, los que por más que intentáramos no podíamos lograr la felicidad y todo sueño parecía demasiado lejano si quiera como para imaginarlo ¿Cómo entendí esto?
Tenía ocho años cuando el cuarto asistente social llegó a nuestro departamento. Mis padres, me usaban para pagarle por no delatar su pequeño intento de cartel de drogas. Si lo hacía bien, no me golpeaban y me alimentaban, quizás, pero no mucho, porque necesitaba ese cuerpo delgado para inspirar pena y credibilidad; en cambio, si fallaba, me encerraban en una caja hasta que recordaban que estaba ahí, o hasta que tuviera que volver a "trabajar".
Cientos de veces deseé que esos asistentes y policías hicieran justicia y arrestaran a mis padres; quería tener una familia como las de los niños que no estaban huesudos y golpeados; quería ir a la escuela y hablar sobre dibujos que veía en la tienda que vendía televisores; quería amor; quería calor; quería a alguien con quien llorar, que no me lastimara, que quisiera cuidarme, que me alimentarán solo porque era normal. Pero no sabía lo que quería.
Cuando llegó ese cuarto asistente, realmente se conmovió al verme, al punto de contarle a su esposa policía. Juntos querían abrir un caso para sacarme de ahí y detener a mis padres. Les brindé toda la información que pude. Estaba feliz, nunca había tenido tantas cosas buenas sucediéndome, y todo cayó tan rápido cuando el juez dijo que era una niña, y que mi testimonio podía estar manipulado. Todo lo que conseguí, todo lo que dije, nada de eso le sirvió. Y tuve que volver a ese lugar. La paliza que recibí por haberlos traicionado caló hasta lo más profundo de mi alma. Y en mucho tiempo solo los obedecí callada.
Pero mi objetivo era claro, y poco a poco y de cuando en vez les robaba dinero. Mis ahorros se hicieron grandes y su sospecha escasa.
Cuando faltaba un año para terminar la escuela, el caso se reabrió y lo único que pasó fue que me asignaron a una familia "Normal" hasta que fuera mayor de edad. Mi alegría volvió y de prisa dejé el calabozo de mi infancia.
Estaba tan dañada y falta de cariño, que cuando llegué a esa nueva casa, pensaba que me querían, pero solo después noté que lo suyo era indiferencia.
Cuando llegaba golpeada de la escuela, no me preguntaban o atendían, solo una vez, que no volví a casa por ir al hospital ellos fueron... a pagar la cuenta. Al día siguiente mis "Hermanos" golpearon a todos los que alguna vez me levantaron la mano, quería creer que lo hacían porque en el fondo me apreciaban, pero solo les decían "¿Sabías todo lo que tuvimos que pagar por sus golpes? La próxima vez ustedes pagarán la cuenta del hospital". Quería creer que lo hacían porque... Porque... me apreciaban... Quería creer que lo hacían porque me apre... Quería... Yo realmente... Lo deseaba.
Cuando fui mayor de edad me mudé a otro país y trabajé dos años para pagar mis estudios allá. Ante la profunda soledad de mi mundo, y por más cliché que suene, mi refugio fueron los libros. La inmensidad de los mundos me hacía sentir como si mi dolor fuera pequeño comparado con lo que podía lograr. Que por lo que lloraba era muy pequeño e insignificante. De esa manera, aprendía mucho muy rápidamente.
Allá nadie me hacía daño, pero nadie se acercaba lo suficiente para hacerlo tampoco, pero solo con eso, estaba profundamente agradecida.
Tuve amigos y gente que considerar familia durante mis años de trabajo y de universidad, por supuesto, aprendí dolorosamente a curar mis heridas para salir adelante. Para cuando termine la universidad, mi relación con las personas y conmigo misma era muy diferente. Hablaba las cosas que sentía e intentaba comprenderme más a mí misma.
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Mi destino como Villana.
Ficção AdolescenteTodas las historias tienen dos versiones, una linda y radiante llena de bellos sentimientos, y otra fea y lúgubre de la que nadie quiere tomar atención. Constantemente, la vida me enseño que las personas que vivían una buena vida, llena de lujos o...