Capítulo 20: Impuntual.

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—Las ecuaciones son sencillas. Ya sabemos el método para resolverlas, todos nos sabemos la regla que dice... —Suena el timbre—. Está bien, para mañana el ejercicio 6 de la página 137 y el 9 y 12 de la página 140. —Dice la profesora Miller de matemáticas.

Recojo mi cuaderno, mi libro y mi estuche, los meto en la mochila, cierro la cremallera y me cuelgo la pesada maleta al hombro derecho.

—Anne, espera un momento. —Me llama Miller justo cuando pongo un pie fuera de clase, me giro y le miro recogiendo sus cosas.

—¿Qué pasa? —Me acerco a su mesa.

—No puedes seguir así, Anne. Tus resultados han bajado. Te conozco desde que llegaste a este instituto, ¿qué está pasando contigo?

—Ya sabes que últimamente no tengo mucho tiempo para estudiar para los exámenes y hacer las tareas.

—Ya lo sé, cariño, pero dejemos a parte los estudios; entre tu trabajo y el instituto, estás muy estresada, puedo notártelo. En clase estás distante, algo te está cambiando. Pronto pasarás a la Universidad y entonces sí que no tendrás tiempo para nada. —Deja sus cosas y me mira, puedo apreciar la preocupación en sus ojos.

—Ni si quiera sé si iré a la Universidad, lo más probable es que deje el instituto antes.

—Seguramente lo harás. —Suspira y pone sus manos en su delgada cintura. Le doy un abrazo.— Prómete que nunca olvidarás lo que te enseñé durante estos años.

—Pues claro que no. Cuando tenga que utilizar las matemáticas, recordaré todo lo que me enseñaste.

—No seas tonta. —Dice riendo.— Yo sólo quiero que tengas un buen futuro, uno prometedor. No te dejes llevar por la promesas que no se vayan a cumplir.

—No lo hago, sé dónde pongo los pies cuando ando. —Mi móvil suena en mi bolsillo y la pantalla me revela el nombre de "Papá".— Tengo que irme.

—Adiós.

—Adiós. —Digo saliendo por la puerta de la clase. En el pasillo desbloqueo el móvil y el devuelvo la llamada:

—¿Qué quieres?

—Hoy te recojo a la salida del instituto.

—Tarde, hace un cuarto de hora que he salido, ya estoy en casa.

—Nane...

—Anne. —Le corrijo.

—Anne, estoy en la puerta desde hace media hora y no te he visto salir.

—Está bien, no te voy a mentir, aún no he salido.

—Bien, pues aquí te espero.

Finalizo la llamada. Bajo las escaleras de muy mala hostia, dándole patadas a todo lo que se cruza por mi camino. Barajo la opción de pedirle a la conserje que me deje salir por la puerta de la cafetería, ya que me debe varios favores —la conozco desde hace mucho—; pero le estaría dando a entender que huyo de él, y no, aunque sea mi padre, no voy a dejar que me controle. Camino toda orgullosa por el patio principal hacia la puerta, la cruzo y lo veo a la sombra de un árbol.

—Ya estoy. —Digo seca.

—Vamos. —El se acerca a intentar darme un beso en la mejilla pero al ver la cara que traigo decide guardar las distancias. Subimos al coche y conduce por las calles hasta llegar a un centro comercial. Nos sentamos en un restaurante de comida americana. La camarera nos trae unas bebidas y toma nota de nuestra comida.

—¿Cómo te va en el colegio?

—No hace falta que rompas el hielo, ve directo al grano, por favor. —Sé prefectamente que tiene algo que decirme. Se frota las manos y juega con sus dedos, está nervioso, lo conozco asquerosamente bien.

El Susurro de AnneDonde viven las historias. Descúbrelo ahora