Capítulo 9. Taylor.

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Que frío hacía aquella noche en las calles de Madrid. No era fácil tener que recorrer media ciudad a altas horas de la madrugada en minifalda y top.

Tenía que llegar a la zona periférica antes de las cuatro de la mañana, sino mas tarde me sería más complicado conseguir clientes.

No me podía creer que fuera a ponerme otra vez a ganar dinero de esa manera, y lo peor, lo tenía que hacer a escondidas de mis mejores amigas. Al fin y al cabo, necesitaba ese dinero como respirar. Sin ese dinero, no podría permitirme vivir y estudiar en Madrid con ellas.

Todo empezó cuando el año pasado se nos ocurrió la brillante idea de hacer nuestra carrera en un país extranjero porque nos aportaría mucho más que estudiándola en nuestra ciudad. Estábamos muy ilusionadas con nuestro nuevo proyecto, y yo se lo conté a mi madre.

Su respuesta fue directa y tajante, no. Le rogué, le supliqué, le lloré..., lo intenté absolutamente todo, pero su respuesta era irrevocable.

Ella me dijo que si fuera por ella, no estaríamos viviendo en aquella vivienda de mala muerte, que viviríamos mejor y que llegaríamos sin problemas a fin de mes.

Desde que mi padre falleció en un accidente en cadena cuando volvía de un viaje empresarial, mi madre no era la misma, y los ingresos que recibíamos tampoco.

Mi padre era un alto cargo en la empresa multinacional de Apple, tenía un suelto alto, muy alto; entonces nuestro estatus social también lo era. Podíamos permitirnos absolutamente todo tipo de lujos, hasta que aquel día su coche quedó destrozado, igual que nuestras vidas.

Dejamos de cobrar su sueldo, y el sueldo de mi madre y la pensión de viudedad que recibía no alcanzaban a pagar la hipoteca del dúplex, y terminaron por desahuciarnos a las dos.

Gracias a Dios, teníamos una casa que mi abuela nos había dejado en herencia cuando murió. No era gran cosa, pero era mejor que vivir en la calle. Las paredes y los suelos estaban bastante dañados debido a la humedad tan pesada que había en el pequeño piso.

Los dos años que llevábamos viviendo en esa casa sirvieron para que se recuperara de la humedad. Pintamos las paredes e intentamos arreglar los suelos. Aun así nuestro nivel de vida cada vez era más bajo, y el sueldo que tenía de limpiadora no nos servía para llevar una vida relajada y sin aprietos.

Mis amigas obviamente sabían que mi padre había muerto, y que nuestra situación no era muy favorable, pero no sabían que llegaba a tales extremos. No sabían que mi madre y yo éramos "pobres", por así decirlo. Tampoco sabían que mi madre tenía depresión porque desde que vivía allí no las había llevado a casa, me daba vergüenza.

Por todas esas razones no iba a poder realizar esa aventura con mis amigas, y me dolía. Me dolía que se fueran juntas a estudiar a otro país, que se lo pasaran muy bien allí. Me dolía quedarme en la ciudad sin ellas, sola.

Entonces decidí que tenía que encontrar otra alternativa, una nueva ruta que me permitiera conseguir el dinero para viajar con ellas sin perjudicar a mi madre.

Me metí en la red y busqué medios, formas de conseguir dinero fácil para vivir en Madrid durante todo el tiempo que dura la carrera sin quedarme sin dinero. Busqué trabajos a tiempo parcial, de camarera..., de todo tipo, pero ninguno de los que encontré se adaptaban a mis horarios universitarios. Llegué a contactar con mafias que a cambio de favores me proporcionarían altas cantidades de dinero, pero me dio bastante miedo y en el último momento, rechacé.

Cada vez quedaba menos para que finalizara el plazo para tramitar el viaje y la carrera en España, y yo aun no tenía ni un céntimo.

En un acto desesperado decidí prostituirme durante varias noches en las afueras de Nueva York. No me agradaba en absoluto ese trabajo, pero cobraba bastante y en poco tiempo conseguí el dinero necesario para tramitar todo e irme a España.

Mi madre no hizo muchas preguntas acerca de cómo obtuve el dinero. Ya estaba decidido, me iría a Madrid con mis amigas.

Y ahora, aquí estaba. En las afueras de la capital española prostituyéndome cual facilona necesitada de dinero. Al fin y al cabo; quien algo quiere, algo le cuesta. Aunque, cabe decir, que los clientes estadounidenses eran mucho más pulcros y educados que los españoles. Los españoles eran sucios y siempre iban hasta las cejas de alcohol. Además, eran unos malhablados.

Pero, cuando estaba negociando con un cliente el precio del servicio, veo paseando pensativo al chico que había estado la tarde anterior con Demi.

- Mierda, mierda - digo para mi misma.

Pensé que no me reconocería, o que simplemente no se fijaría en mi. Eran las cinco y pico de la mañana, con las pintas que llevaba no sabría que era yo.

Que tonta fui. El chico nada más verme había clavado su mirada en mí. Estaba escaneándome, asegurándose de que era yo. Me mira a los ojos, y yo lo miro a él. Dejo plantado a mi cliente y empecé a correr despavorida. Corría mucho. Bueno, corría lo que le dejaban correr aquellos tacones de vértigo que llevaba puestos.

Sorteé todas las calles periféricas que pude, hasta que mis fuerzas me dijeron basta, y me metí en un portal.

Pensé que lo había despistado, pero de repente lo veo, y él también me ve a mi. Ya no tenía escapatoria. El se dirige lentamente hacia mí, parecía bastante sorprendido.

- Hey, ¿por qué estabas haciendo eso? - me dice seriamente.

No sabía que contestar. Mis piernas temblaban, y mis dientes tiritaban del frío que estaba pasando. Los ojos se me humedecieron y comencé a llorar en silencio. Si rostro pasó a ser más suave, se veía que sentía compasión por mí. Se me acercó y me dio un abrazo cálido. Uno de esos abrazos que quieren decir que todo va a estar bien, que te relajan totalmente. Me seca las lagrimas delicadamente con sus manos. Se quita su chaqueta y me la pone. La verdad, se lo agradecía bastante, me estaba muriendo de frío.

- ¿Por qué te estabas prostituyendo?

Me callé durante un rato. Esa vez, él esperaba una respuesta.

- Es una necesitad... - dije, a punto de romper en lágrimas otra vez.

- ¿Una necesidad? - me mira, con intención de que le contara más cosas sobre el tema.

Sabía que al final le tendría que contar mi historia, y así lo hice. Le conté todo con pelos y señales, sin olvidarme de nada.

- Vaya, eres una chica valiente que lucha por lo que de verdad quiere, y eso está bien. Aun así, te pido un favor; intenta encontrar otra forma de ganar dinero, yo te ayudaré.

- Muchísimas gracias. Por favor, no le digas nada a Selena y a Demi, no me lo perdonarían. Ni nada de lo que te conté. Te lo suplico.

- No te preocupes.

Me sonríe y me abraza otra vez. Era adorable, guapísimo, comprensivo... Qué suerte tenía Demi.

Volvimos juntos al edificio de apartamentos y llegamos a las seis aproximadamente. No quería pensar en nada, solo quería dormirme. Estaba agotada.

Cold Heart.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora