Capítulo Setenta y Ocho

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When I look at you — Miley Cyrus

"Señor y señora D'Amico"

Fiorella

Siempre había soñado con el día de mi boda.

Desde pequeña, junto a mi madre, nos gustaba imaginar cómo sería ese gran día. Aunque mi mente no dimensionaba aún el gran paso que significa una boda. Aún puedo recordar lo que soñaba en ese momento. Encontrar a mi príncipe azul, que después de pedirle mi mano a mi padre, me lleva en su corcel a su castillo, donde yo me convertiría en su princesa. El día de la boda, mientras admiro mi gran vestido largo y brillante, mi madre termina de alistarme y de decirme lo feliz que se siente por mí, al igual que mi hermana, quien es mi dama de honor. Mi padre es el que me guía hacia el altar, donde mi príncipe está esperándome. Una vez junto a él, mientras nos miramos con amor, pronunciamos nuestros votos para después sellar nuestra promesa con un beso de amor, y vivir felices por siempre.

Ahora que se está cumpliendo, no puede estar más alejado de aquel inocente sueño.

¿Quién diría que yo no estaba destinada a ningún príncipe azul? Si no a un caballero de la noche. Un hombre con un pasado oscuro y un futuro incierto que mantiene todo al límite, hasta su propia vida. Un hombre que se ha burlado de la muerte y que desafía al destino con tal de probar que tiene el poder. Pero que, —para bien o para mal —, se ha enamorado de una chica ajena a su mundo. Alguien con quien no encaja, y que probablemente, de venir de vidas diferentes, sus vidas nunca se hubieran unido. Pero a pesar de eso, juntos se han encargado de demostrarle a todos que su amor es verdadero, y durará por siempre.

O hasta que la muerte los separe.

Le doy un último repaso a mi reflejo en el espejo, y simplemente no puedo reconocerme. Hace unos días, una chica lastimada, con el rostro lleno de golpes y una tristeza innegable en sus facciones, era la que me sostenía la mirada en el espejo del baño. Una Fiorella que ni siquiera podía ver. Pero ahora, frente a mí, está una totalmente diferente. Porque esta vez, ella está feliz.

El maquillaje que cubre uno que otro morete que está a nada de desaparecer, es bastante sencillo. Lo único que está ligeramente maquillado son mis ojos, que están rodeados de brillos, junto a mis pestañas rizadas, que, —según Laila —, son lo que le dan el toque a mi encanto. Otro tanto de gloss y mi maquillaje está terminado.

Mi cabello es sostenido en un moño flojo, con algunos mechones cayendo por mi rostro. Lo cual le da un toque clásico, pero a la vez fresco. Además de que aún no sé si usaré velo, el cuál Laila debe estar encargándose. Opté por algo que fuera fácil de quitar a la hora de bailar.

Porque claro que voy a hacerlo, toda la noche, y más vale que el novio esté listo para ello.

Pero lo que más me tiene enamorada, es el magnífico vestido que cubre mi cuerpo. De un blanco inmaculado, largo, y brillante. Tiene varios detalles de encaje, tanto en la parte inferior de la tela, como del corset, el cuál es todo encaje, luciendo como enredaderas a lo largo de mi torso. Con los tirantes de costado, abrazando mis hombros, hacen la combinación perfecta.

—Tu madre estaría tan feliz de verte así.

Sus palabras tocan en los más profundo de mi corazón, trayendo intenciones a mis ojos de llorar, pero lo retengo para no arruinar mi maquillaje y que Cai me mate por ello. Le sonrío a mi abuela a través del espejo, quien me observa con esos ojos brillantes, esos que mi madre había heredado de ella.

—No busques hacerme llorar, ahora, mujer. Espera a que esté casada y el novio no pueda huir. —Me río, ocultando un sollozo.

La veo caminar hasta mí, a lo que me giro para encararla para terminar envuelta en sus brazos. Sentirla cerca de mí es todo lo que necesito en estos momentos en los que más necesito a mi familia. La única que me queda.

Massimo (Familia Peligrosa I) ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora