ℂ𝕖𝕟𝕥𝕒𝕧𝕠 𝔹𝕒𝕛𝕠 𝕃𝕒 𝔸𝕣𝕖𝕟𝕒

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—¿Alguna vez llegaste a pensar que esto acabaría así?


La gruesa voz del musculoso vikingo se hizo escuchar. El tono arisco, orgulloso y agresivo que tanto lo caracterizaba se había desvanecido y reemplazado por una serena y tranquila melancolía. Estaba tumbado de espaldas, con una herida de daga en su costado y un poco de sangre escapando de un labio roto y manchando su rubia barba.

Enfrente de él, de pie y con un trabuco en mano, estaba aquella bajita pirata que él tanto persiguió. Su cabello rosado estaba al aire, con su sombrero de lana a unos cuantos metros del lugar donde se llevó a cabo la escaramuza. Su mejilla estaba magullada y uno de sus pies se hallaba en una postura algo incómoda para que no le doliera demasiado al apoyar su propio peso debido a las heridas.


—La verdad, es que este tipo de cosas era tan comunes que... No creí que llegaría el momento en que uno cayera—reconoció Penny, observando a su rival—Vamos. Éramos yo, la heredera más prometedora de la mayor rama de piratas, contra ti, Rasande, o Bull, el inclemente vikingo y el más peligroso rival de mi familia. Nunca creí que alguno pudiera caer en serio.

—¿Por qué tuvo que ser ahora?


Los ojos del vikingo se desviaron para observar el mar. Podía sentir los granos de arena dentro de su ropa por la pelea. Era molesto, pero la playa era hermosa. La luz de la luna iluminaba el lugar y ese mismo astro nocturno estaba reflejado en la superficie del mar.


—¿No es bello? Hace tiempo que no me detenía a mirar así estas aguas—susurró, dibujando una pequeña sonrisa.

—Muchos de nosotros no lo hemos hecho.


La menor de dejó caer sobre sus rodillas, soltando un quejido cuando sintió un agudo dolor en su pierna. Cambió de postura con lentitud, hasta acabar sentada en la arena, sin soltar aún su arma. Su mirada se posó también en el espectáculo que les ofrecía el océano. Unas pocas olas rompieron la superficie, deformando el precioso reflejo de la luna antes de volver a calmarse.


—Sonará raro—habló la chica, sin apartar su mirada—Pero extraño las tormentas. Que rodeen el barco, que lo sacuda con fuerza. La sensación de temor y pánico por mantener la embarcación a flote, la adrenalina de reparar cada mínimo boquete y no salir disparada por la borda

—Entonces no soy el único que siente que haría lo que sea para experimentar alguna desventura de antaño.

—¿Como nuestro primer encuentro? Literalmente apareciste de la nada y me atacaste, troglodita.

—Iba al abordaje. ¿Qué esperabas, que saludara y preguntara amablemente si podía robarte el barco?


La menor no pudo evitar soltar una pequeña risa ante aquella respuesta. Dirigió su mirada hacia la mano que sostenía si trabuco, ya algo descuidado. Había pasado mucho tiempo desde que aquella arma había sido una de sus más fieles compañeras en los más temidos asaltos a sangre fría de los mares.


—¿Qué fue de Darryl?


La pregunta tomó un poco por sorpresa a Penny. Darryl era el nombre de quien fue su capitán. Un robot metido en un barril con una increíble habilidad para usar una escopeta recortada en cada mano y pasársela rodando y rebotando mientras tumbaba a todo desdichado que se le cruzara enfrente.

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ℂ𝕖𝕟𝕥𝕒𝕧𝕠 𝔹𝕒𝕛𝕠 𝕃𝕒 𝔸𝕣𝕖𝕟𝕒 (ᏴᎡᎪᏔᏞ ՏͲᎪᎡՏ)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora