Ginna

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El era como... dos personas distintas.

El padre amoroso, el que daba todo por su hija. Él que prometía protegerla de todo mal.

Y estaba el otro, el prepotente, el soberbio... el adultero.

Ocultaba muy bien esa segunda personalidad cuando Ginna era pequeña, o tal vez ella solo era demasiado ingenua para darse cuenta. Tal vez solo mucho tiempo después fue capaz de ver todo con mayor claridad, a sus 17 años.

A los 4 años él le regalo su primera mascota. Para ella era el mejor padre del mundo, y culpaba a su madre, la mujer estricta e intransigente, de las peleas constantes.

Tras la puerta Ginna escuchaba cada grito, cada insulto, cada llanto. Su pequeña mente solo podía culpar a su madre, porque ella era mala, porque ella la regañaba, porque ella era la que golpeaba cuando no comía sus vegetales.

>>Ella es mala, y por su culpa papá se ira de casa<<

Ginna lloro las primeras diez veces que su padre armo una maleta para irse de casa.

>>Todo por culpa de mamá, ella lo sigue hartando<<

Él se despedía de Ginna entre lágrimas y la cargaba sobre sus hombros. Dos días después volvía porque a pesar de todo, su madre no podía vivir sin el. La mayor parte de las veces él no alcanzaba a poner un pie tras la puerta. Su madre lo intercedía en esta >>Vamos a hablar<< Decía, y Ginna sabia que eso significaba que él ya no se iría.

Con el tiempo las lágrimas dejaron de salir cada vez que los oía pelear, se había vuelto inmune. Pero siempre culpo a su madre por las eternas noches que antes había pasado llorando.

Ginna estaba ciega, ciega de amor por su padre.

Aunque ella no hubiera querido reconocerlo aun siendo mayor, sabia que de pequeña siempre había sabido la verdad. La vez que vio a su madre, sentada en el sofá con ese subir y bajar de su pecho tan frenético, y el ruido que su garganta hacia tratando de contener las lágrimas mientras sostenía una carta en sus manos... entonces ella lo supo.

>>Papá había engañado a mamá<< 

Lo sabia pero no llegaba comprender lo que significaba. Solo se sentó ese día a llorar con su madre, porque a pesar de todo, Ginna la amaba.

El era... como dos personas distintas.

El padre bueno, comprensivo y consentidor

Y estaba el otro, el prepotente, el soberbio, el adultero.

A los 16 años Ginna por fin conoció la verdad. Ya sabia del engaño de su padre, pero inevitablemente, trato de olvidarlo. Ella lo perdono, al igual que su madre >>Intentémoslo una vez mas<<, dijeron. 

Las peleas disminuyeron, los gritos también, aunque jamas se fueron. Eran menos pero mas fuertes, y Ginna esta vez comprendía lo que significaba cada palabra, cada grito y cada insulto.

>>Enfermo<<

 >>Loca de mierda<<

Era algo de lo que escuchaba. Pero ya no lloraba, solo la ponía triste.

Desarrollo una coraza. Pensaba en otras cosas. En si en el siguiente capitulo los personajes de la serie que le gustaba se besarían  >>Esa canción era buena, debo buscarla<< En que pagina del libro que estaba leyendo había quedado.

Esos pequeños detalles la llenaban, y parecían importarle mucho mas que sus padres. Se sentía culpable por eso, y no entendía el porque de su comportamiento. ¿Estaba siendo fría? ¿Insensible? ¿O solo ya había enloquecido? Pero la alternativa a eso era oir cada frase, cada insulto, y seguir escuchando esos secretos que sin cuidado lanzaban el uno al otro para dañarse, pero ella ya no quería oírlos. Tomaba su teléfono, los audífonos y se abandonaba a sus pensamientos. 

Tenia mil cosas en mente, sus problemas cotidianos la abrumaban  >>¿Como evitar la clase de educación física mañana?<<  >>¿Como y cuando hacer la tarea de matemática antes del tercer periodo?<<

Pero los problemas de sus padres se filtraban de igual forma. Secretos...  de su padre ¿No era terrible cuando sabes algo que no deberías saber?

Ginna sabia perfectamente, lo que hacia su padre al cerrarse la puerta de la habitación, sobretodo porque no parecía saber borrar el historial de la computadora. 

Ginna había descubierto muchos mas secretos de su padre. Quería contárselo a su madre pero tenia miedo, de ser ella quien terminara de hechar a perder su relación. 

Era tierno...y estúpido. Como a los cinco años en el jardín de niños, su dibujo mas constante era >>Mamá, Papá y Yo<< Y fue su error tratar de que eso continuara mas de lo que se podía, porque muchas veces fue Ginna, el pegamento que unía a sus rotos padres, mal, pero los unía. 

Ginna no quería arrebatarse a si misma, su familia feliz.

Ginna no quería arrebatarle a su madre, la mascara que se había puesto para evitar todo lo que ya sabia.

Ginna no quería arrebatarle a su padre, todo lo que tenia porque sabia que sin ellas el no era nada.

El era... como dos personas distintas.

El padre bueno, comprensivo y consentidor

Y estaba el otro, el prepotente, el soberbio, el adultero.

De pronto Ginna empezó a suspicar, creyó escuchar otros susurros, mas secretos. Se sentía envuelta en esa espiral que jamas se detenía, tanto guardado dentro de ella. Su madre la creía ingenua porque no se daba cuenta de nada <<Si supieras lo que se. No soy idiota, lo se todo, y quiero decírtelo pero no quiero que pienses que no me protegiste de ello<< 

Y así siguió su vida. No sabia cuando terminaría. Los secretos seguían, nombres salían. Y con su padre embriagado, escuchaba desde su habitación como contaba sus amigos, que una tal Emma había estado en su vida mientras su madre estaba de viaje. No tenia ningún reparo, ella estaba justo arriba, escuchando todo. Pronto solo no quiso saber mas, o la descarada forma en que lo decía, como si lo extrañase o no se arrepintiera.

Ginna amaba a su padre, pero aveces, en la cena mientras lo miraba, no podía creer que ese padre que sonreía, que la tomaba de la mano y le prometía un futuro mejor, era la misma persona que cerraba la puerta con llave por las noches. Lo miraba y su mente ágil recreaba cada escena, cada momento, se lo imaginaba y era duro, borrar esas imágenes y corresponder a la sonrisa de su padre en la mesa. Y que después de soltar su mano, sintiera una frenética necesidad de limpiarse.

Ginna no sabe lo que la vida deparara para ella. Aun es todo un misterio. Pero aspira alto. Por lo pronto, seguía oyendo cada palabra, cada insulto, pero al mismo tiempo, las bloqueaba. No para dejar de oírlas, eso era inevitable, sino... para que no le importase. No importaba cual fría, insensible o hipócrita se viera, todo era mejor que la alternativa.

Ginna {Historia Corta}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora