6. Ni a su peor enemigo.

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Han pasado varios días desde que Christopher habló con Jossie y Joel sobre la situación de Belle

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Han pasado varios días desde que Christopher habló con Jossie y Joel sobre la situación de Belle. Lograron convencerla de ir unos días a la cabaña de Jossie. Y aunque él trata por todos los medios de tocar el tema con ella en cada visita que le hace a su casa para tratar de animarla; ningún esfuerzo parece suficiente.

Belle parece seguir el hilo de conversación por pequeños lapsos de tiempo pero  en el fondo Christopher sabe que nada de lo que diga ella es totalmente sincero. No cuando su corazón está hecho pedazos, no cuando ha perdido toda la esperanza de vida que podría haber tenido; y es que aunque suene algo cruel ella parece haber aceptado su destino; pero Christopher no lo hace.

No lo hace y nunca lo hará.

Los recuerdos de la primera vez que vio a Belle caminar por los pasillos de la universidad casi a diario inundan sus pensamientos. Casi a diario están ahí torturándolo de alguna manera porque ahora esos recuerdos parecen como si hubiesen sido de otra vida. De una vida llena de colores, alegría y amor; una vida que definitivamente no se parece en nada a la vida que han comenzado a vivir en los últimos días.

El castaño inspira con fuerza y oprime el botón del timbre de la casa. Es una mañana húmeda y algo fría pero no lo suficientemente como para echar a perder sus planes de ir a la cabaña de Jossie para pasar un fin de semana increíble.  La puerta cede delante de él y una amplia sonrisa se forma en sus labios cuando ve a la madre de Isabelle de pie delante de ella. Una cálida sonrisa aparece en los labios de la mujer.

—Buenos días, señora Carson.—saluda.

—Buenos días, amor.—responde.

—¿Eh…Belle…?—ella asiente.

—Ella está en su habitación esperando por ti.—Christopher le ofrece una pequeña sonrisa y asiente débilmente al tiempo que ella se hace a un lado para dejarlo entrar en la casa. Camina con pasos lentos hasta la nueva habitación de Belle en la planta baja y cuando llega a su puerta detiene sus pasos. Golpea un poco la madera y la voz tenue de la chica flota por el aire desde adentro de la habitación.

Christopher empuja suavemente la puerta y cuando la mira sentada sobre la cama lista y con una ligera sonrisa instalada en los labios se quiere a echar a llorar.

Los ojos de la chica –los lindos ojos de Isabella, esos que Christopher Vélez tanto ama- se ven realmente opacados por un par de bolsas oscuras debajo de ellos. La tristeza lo embarga un breve momento pero no dice nada.

Isabelle ya no puede moverse demasiado, él lo sabe. Sus huesos duelen demasiado y la humedad no la ayuda en lo absoluto, también lo sabe. Pero la sonrisa de entusiasmo –hasta cierto punto fingido de ella- es lo que hace que él siga adelante con sus planes. El doctor lo dijo; compadecerla es el peor error que un familiar de un enfermo en la situación de Isabelle puede hacer. Hazlos sentir útiles, hazlos sentir como si no pasara nada aunque en realidad esté pasando todo.

—Amor, ¿estás lista?—entra a pasos lentos.  Ella asiente débilmente. El joven acuna su rostro entre sus manos y conecta sus ojos con los de su novia por largos segundos mientras ella le sonríe.

—Sí, amor—murmura—Aunque  la verdad es que ya no sé si  esto todavía sea buena idea—hace una mueca.

—Amor estoy completamente seguro te hará bien ir allí ¿sabes?—acaricia sus mejillas con las yemas de sus dedos con suma delicadeza.—Leí que es bueno estar en contacto con la naturaleza, tomar aire puro y fresco: no solo para oxigenar los pulmones sino también el cerebro y que puedas estar un poco más relajada y sé que probablemente la humedad no ayude demasiado pero de todos modos será divertido. Además estaremos contigo todo el tiempo ¿sí? —deposita un beso en su frente y ella asiente débilmente.

—Está bien, amor—susurra.

—Mejor, mi vida—Christopher sonríe y deja un beso sobre su frente.—Y como mi princesa que eres te llevaré hasta el auto…—anuncia antes de pasar sus brazos por las piernas de la chica para tomarla entre sus brazos. Una risita escapa de los labios de la chica y se aferra con cuidado al cuello de su novio mientras él camina con pasos cuidadosos hasta el auto donde desde la noche anterior han colocado las valijas para no perder tiempo –según Joel-.—Verás que te divertirás mucho—añade cuando llega al auto. La deja con cuidado sobre el asiento y con movimientos medidos  y cuidadosos abrocha el cinturón de seguridad un segundo antes de inclinarse sobre ella para dejar un casto beso sobre sus labios.

—Te amo.—dice la pelinegra.

—Y yo muchísimo a ti, mi vida.—sonríe el castaño mientras acaricia su mejilla. Luego rodea el auto y sube.—¿Lista…?—pregunta.

Isabelle lleva sus ojos hasta él un momento, inspira con fuerza y asiente un poco.—Más que lista…

—Perfecto, señorita.—sonríe.—Eso era precisamente lo que yo quería escuchar…

(…)

El camino es divertido. Christopher mantiene las manos ocupadas en el volante y su vista puesta fijamente en la carretera pero es consciente de la manera en la que Jossie y Joel se ríen con Belle haciéndola hablar más de lo que él ha conseguido en los últimos días. Por un segundo parece completamente sana y parece olvidarse por completo de su realidad y ama la idea de verla sonriendo.

De vez en cuando la mira por breves segundos pero la sonrisa que la pelinegra lleva en sus labios, el brillo que poseen sus ojos en ese momento y de repente es totalmente consciente que él no puede, podría ni podrá vivir sin ella.

Es Belle con la belleza que posee, la vibra que tiene su alma y sus pensamientos tan maduros y lindos una especie de cable que lo ata a la Tierra, una especie de pared que lo contuvo cuando se enteró de la enfermedad de su mejor amigo  y perderla definitivamente no es una opción.

Mira Jossie un segundo por el espejo retrovisor y cuando sus ojos caen en las manos entrelazadas de sus amigos también se da cuenta que  perderlos a ambos va a ser el jodido golpe más duro que tendrá que soportar en su vida. Joel ha sido su mejor amigo desde que básicamente estaban en los úteros de sus respectivas madres, cada paso que Christopher ha dado ha sido con él, cada decisión que ha tomado –buena o mala- Joel ha estado ahí para sostenerlo, para llorar sus derrotas y para festejar sus triunfos; y cuando el recuerdo de esa maldita noche en la que la vida de ambos cambió para siempre llega a su cabeza: su piel se estremece.

La impotencia que sentía mientras su hermano estaba en el quirófano y los médicos luchaban por salvar su vida no es algo que haya sentido nunca en la vida. La culpabilidad que sentía mientras pensaba que probablemente Joel moriría no era algo que deseaba que alguien sintiese –ni siquiera su peor enemigo-. El dolor que sentía cuando se enteró que él había contraído esa enfermedad de mierda tampoco era algo grato de recordar. Porque eso significaba que en algún jodido punto de su vida iba a perderlo y se rehusaba a eso. Se rehusaba a pensar en una vida sin su mejor amigo.

Sin embargo; Christopher lo sabía.

De la misma manera que sabía sobre Belle.

En algún momento; algún día despertaría con la noticia de que las dos personas más importantes de su vida –que no pertenecen a su familia por lazos sanguíneos pero si por relaciones afectivas y elecciones propias- se han ido.

Lo sabe pero no lo aceptaba.

Y eso es el peor escenario en el que una persona puede estar inmersa. Y eso sin duda alguna Christopher Vélez tampoco se lo desea ni a su peor enemigo.
 

CORAZÓN SIN VIDA| Christopher Vélez, Joel Pimentel.|Terminada.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora