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Lo recostó en la cama, con mucho despacio. Le besó el cuello con tanta amabilidad que dolía, dejó un par de mordidas sobre este que tardarían al menos una semana en desaparecer por completo. Pasó su dedo por la fina clavícula que no era notoria, no pudo evitar dejar un beso sobre esta.

Su cuello estaba llenado de marcas rojas que ha dejado con su boca, tiene los ojos entre cerrados gracias al placer que sentía en todos lados.

Atrapó su boca en uno de sus pezones, los lamió hasta dejarlos repletos de saliva, no dudó en agarrar la punta con sus labios, esto hizo que el alfa soltara un leve gemido seguido a una maldición. Sonrió ante esto y repitió la acción en más de una ocasión.

Dicen que tu primera vez debe ser inolvidable, que tiene que ser con la persona que amabas con toda tu alfa, ¿qué pasa si no es así? ¿Qué pasa si la primera vez es con una persona que acaban de conocer hace unos días, y que aún no sabes que es lo siente tu corazón? Bueno, quizá no sea su primera vez en si, pero lo es con un alfa.

Era una completa locura.

Sus pezones quedaron rojos e hinchados, si rozaba sus dedos contra esos botones rozados, estaba más que seguro de que los tendría demasiado sensibles. Divertido, decidió jugar con los pezones del chico durante solo unos minutos.

Sus gemidos eran lo mejor del mundo, casi podía jurar que su voz se había vuelto chillona.

Amaba la forma en que se veía, sus ojos entre cerrados muy apenes lo veían con algo de claridad, sus mejillas rojas y sudadas gracias a la vergüenza que sentía en esos momentos, su labio inferior atrapado en sus dientes, lo mordía con fuerza para evitar que otro sonido saliera.

—Quiero escucharte — lo obligó a abrir su boca. Lo besó con desesperación, como si tuviera prisa en sentir los labios del alfa sobre los suyos,— déjame escucharte.

Sus cuerpos estaban desnudos, completamente desnudos. Sus aromas se habían combinado gracias a todo el tiempo que tenían sobre esa cama, tocándose en todas partes, besándose en lugares que jamás creyeron besar. El momento estaba siendo mágico que nada más que ellos importaba, en ese momento mandaron a volar a todo el mundo.

Le abrió las pierdas con cuidado, tratando de no lastimarlo o de hacerlo muy brusco. Le besó las finas piernas que tenía, haciéndole cosquillas y ocasionando que riera por lo bajo, era impresionante como podía reír en una situación cómo está. Quizá el no se sentía para nervioso tener a un alfa en la misma cama, quizá él tenía más experiencia en esto, quizá — solo quizá — no estaba siendo nada anormal para él.

—Lame — antes de que pudiera decir algo, empujó sus dos dedos en la boca del alfa. Soltó un leve jadeo cuando éste comenzó a pasar su lengua por sus largos dedos, era bueno haciéndolo, tan bueno que casi se pierde en ese momento.

Cuando sus dedos estuvieron mojados, los llevan su entrada en donde los movió a los alrededores solo para divertirse con los sonidos del alfa, casi sonríe.

Metió sus dedos con prisa, alzó su mirada para ver al alfa que estaba sobre la cama, con los ojos cerrados, sus manos sobre su cama y otra sobre su torso desnudo. No apretó su vista de él ni siquiera cuando empezó a mover sus dedos dentro de él, quería grabar cada reacción en su mente, para así poder recordarla cada vez que quisiera.

—Jamás creí tenerte de esta manera, gimiendo por mi toque, empujando tu cadera hacia mí en busca de más y más — casi parecía estar burlándose de él,— gimiendo mi nombre sin nada de vergüenza, es porque tú eres así, un alfa sin vergüenza.

Si pudiera reclamar lo haría con mucho gusto, de no ser porque tenía dedos moviéndose en su interior, y teniendo en cuenta que no había parado de gemir y rogar por más.

El Cortejo De Los OmegasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora