Capítulo 38

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La sala del trono se encontraba casi en silencio, tras cerca de dos meses, las comerciantes habían regresado con noticias, pero no venían solas, una cuarta mujer las acompañaba, una mensajera. Una guerra estaba en curso, Björn parecía haberse aliado con Harald, Hvitserk y un tercer rey, llamado Olaf, y parecían haber ganado... O al menos los números hablaban a su favor. Pero eso no era lo único, pues las noticias parecían haberse extendido, llegando a oídos de Torvi y Lagertha, las cuales habían partido de vuelta.

-Debemos regresar.

-La reina no debería...

-Me mantendré alejada de la batalla, por ahora al menos. – Comentó tranquilizando a Murgen. – Pero debemos ir, preparad los barcos e informad a las guerreras que deseen acompañaros, partiremos mañana. Ondina vendrá conmigo.

-Sí mi reina.

-Metis, Estigia, acompañadme, debemos organizarnos. – Hablaba mientras caminaba hacia la salida, seguida por ambas guerreras.

Poco tardaron en llegar a una pequeña sala, más íntima y tranquila.

-Sé que las princesas se negarán a permanecer en el reino, por lo cual elegid bien a las guerreras que las cuiden, tanto a ellas como a Atargatis y Dahud, Idía deseará venir también.

-¿Y Kendra? ¿Permanecerá aquí? – Estigia miraba a su reina mientras mentalmente organizaba a las guerreras que llevaría.

-No, vendrá con nosotras, debe continuar su formación.

-Debemos llevar a más armeras...

-Sí, ya lo había pensado, pero Murgen es mayor, no quiero arriesgarme a perderla. Pléyone vendrá con nosotras en su lugar. Y para los barcos...

-Os seguiremos nadando y en los barcos iréis solo los principales, las princesas, Ubbe, la heredera, el príncipe y tú. – Metis se adelantó a Ligia.

-Exacto, pero intentar no llamar la atención, id a alguna playa u orilla desierta, que nadie os vea, quizá Harald esté allí, debemos ir con cuidado. – Ligia suspiró ligeramente. – Con suerte el pequeño poblado que mandó construir Lagertha siga en pie.

Las olas mecían los barcos, salpicando a sus tripulantes, Ligia comprobaba que el colgante que fabricó Ondina permanecía en el cuello de la pequeña Irvette. A lo lejos se veían pequeñas nubes de humo que ascendía del centro y alrededores de una inmensa muralla que rodeaba el antiguo Kattegat, restos de una batalla hacía poco acabada, y el ganador se encontraba celebrando y recobrándose tras la batalla. No avisaron de su llegada, por temor al resultado de la misma, caminando casi en silencio, hasta adentrarse despacio por las calles del reino. Los cadáveres habían sido apartados, pero los charcos de sangre permanecían, esparcidos por el suelo, aún se sentía el olor en el aire. Gritos de alegría y victoria se escuchaban lejanos, provenientes del gran salón, caminaron cautelosos, pero las voces del interior les generaron una sensación de alivio, Ubbe abrió las puertas dejando ver a Björn celebrando su victoria, junto a su madre, Torvi y una tercera mujer, estática junto a él.

-Espero no molestar...

-¡Hermano! Bienvenido, te dábamos por perdido. – Se acercó a abrazarle. – Hvitserk dijo que saltasteis por el acantilado y al no recibir noticias...

-Bueno... Estuve algo ocupado... - Dijo apartándose ligeramente, dejando ver a Björn a sus dos pequeños. – Te presento a mi hijo Ragnar – Dijo tomando al pequeño de las manos de Atargatis. – Y a mi hija Irvette. – Señaló a la pequeña en brazos de Ligia.

-¡Eres padre, enhorabuena! ¿Habéis oído? ¡Ahora soy tío! – Un sinfín de vítores llenaron el gran salón. – Venid, sentaros, necesitareis descansar - Björn abrazó con cariño a Ligia, intentando no aplastar a la pequeña en sus brazos.

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