Despertar (parte 2)

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— ¿Debería ir formal? —pregunté caminando hacia mi ropero cubierta de una toalla.

— Solo lleva lo de siempre Toots —comentó mirando su celular y levantando los hombros.

— Bien, date la vuelta.

— Ahg, no tienes nada que me interese... —giró los ojos.

— ¡Solo gírate!

— Maldita sea —giró la silla para mirar hacia el otro lado— todas son iguales, con un demonio... —continuó refunfuñando mientras me vestía, no le puse demasiado empeño siendo sincera; al terminar, tomé la carpeta y salí de la habitación a paso acelerado en dirección al ascensor.

Me detuve entonces en el piso 14, donde se encontraban haciendo las remodelaciones esa semana, al abrirse las puestas del ascensor me encontré con el pasillo cortado a la mitad y un ala entera faltante de ese piso, desde afuera del edificio podía ver los andamios, pues tampoco había una pared al fondo.

El suelo estaba cubierto por aserrín y algunas piezas de metal, lo obreros caminaban de un lado a otro cargando sus cascos e implementos, aunque lo que más me sorprendía era que algunos de ellos podían llevar vigas gigantescas de metal por sí solos; pues ahora entiendo por qué les llaman demonios hormiga.

Pero no me di el tiempo de observar, tuve que caminar por los rincones para no estorbar y ciertamente, casi nadie notó mi presencia, excepto por...

— Oye angelito —miré hacia uno de los andamios— sí tú ¿te has perdido camino al cielo? ¹

— Bueno... —me llevé la palma a la frente al escucharlo, pero al menos debo admitir que esperaba algo mucho peor— sí, estoy perdida —dije mirándolo— ¿me dirías donde está la oficina de tu jefe? —entre risas, se dio la vuelta para conversar con los colegas que lo acompañaban.

— Está por allá —contestó con una sonrisa odiosa— es la puerta roja.

— Gracias —le contesté y cuando estaba encaminándome hacia allá.

— Pero oye guapa —me detuve para verlo de nuevo— ¿no me tiras un besito antes de irte al menos? —al oírlo me llevé las manos a la cintura.

— Oye tú, si me quieres coquetear al menos quítate esa fea mascara antes —se llevó una mano a la cara— Aw, perdón, era tu cara —cuando me escucharon sus colegas comenzaron a reírse a carcajadas, por mi parte fui directo a la puerta para tocarla.

— ¿En qué te puedo ayudar? —contestó, a la vez que abría la puerta, un hombre hormiga alto y fornido quien vestía formalmente.

— Alastor me envió —le dije mirando los documentos.

— Ya veo —entró a la oficina dejando la puerta abierta— adelante —caminó hasta atrás de su escritorio, abrió un cajón del cual sacó unos lentes y se los acomodó antes de tomar asiento, lo que hizo temblar toda la oficina por un instante. Entonces yo dejé la carpeta sobre la mesa— ¿Alastor se siente mejor?

— Ah... sí —contesté con inseguridad, no quería decir mucho sobre su condición.

— Espero que me haya hecho caso de una vez y haya ido al hospital —dijo con tono preocupado sin quitarle la mirada de encima a los papeles— esa cosa negra no era normal —escucharlo hizo que me preocupe, por lo que decidí seguirle el juego a ver si le podía sacar algo más.

— Ah, usted también... —sonreí de la forma más convincente que pude— es que él es un demonio muy duro de carácter.

— Y, de todos modos, nadie se aguanta una tos como esa, por tanto tiempo —dijo sacándole la tapa a un lápiz para firmar los papeles.

Aquellas NochesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora