Capítulo 1

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—¿Que sabor de helado prefieres? Yo amo el de fresa— preguntó Lizzie con su irritante voz infantil

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—¿Que sabor de helado prefieres? Yo amo el de fresa— preguntó Lizzie con su irritante voz infantil.

¿Por qué tenía que aparecer justo ahora?

Ignorala, ignorala, ignorala.

—Seguro prefieres la vainilla, y déjame opinar que es un sabor muy abu...— siguió

La mire de reojo conteniendo las ganas de contestarle, no debía, no podía, si lo hacía todas las personas se asustarían.

—Silencio— Susurré

Debía irme.

Era un parque muy lindo y a esta hora habían muchos niños, todos corrían.

—¿Me estás ignorando?¿Por qué? ¿Por qué? ¿Por qué? ¿Por qué?...

A su cuarto "¿por qué?" gire la cara  para observarla a los ojos tan rápido que se asustó.

—Cállate ¿Quieres? Suficiente tengo con verte, no te quiero escuchar y la vainilla es un sabor simple, tiene que ir acompañado...—No pude terminar mi respuesta algo violenta hacia Lizzie ya que un niño se acercó.

Perfecto. Otro problema.

Sentí mis manos temblar ligeramente.

Estaba justo al frente del banco donde me encontraba, con una mueca rara. Aparentaba tener unos siete u ocho años. Lo miré entre molesta y nerviosa sabiendo lo que iba a preguntar:

—¿Con quién hablas? —Se giró confundido hacia donde estaba sentada Lizzie.

¿Donde estaba la madre de ese niño? No creo que fuera feliz al saber que está hablando con extraños, y como si fuera poco la extraña le habla a la "nada".

Entrecerre los ojos para detallarlo. Bien. Era muy adorable, cabello castaño, mejillas llenitas... ¿Cómo podría saber si era una alucinación? Imposible.

No había terminado de contestar cuando salte de mi asiento.
Caminé rápido a casa, tanto que el camino de veinte minutos se redujo a diez. Sentía que me seguian, una sensación ya normal para mí, pero no por eso menos incómoda.

Pero justo cuando estaba por cruzar la última calle para llegar a casa choque con algo. El golpe me aturdió un poco y un aroma a menta llegó a mi nariz.

Alguien tomó mi brazo para estabilizarme. Alce la vista.

—Lo siento —murmuró un chico al mismo tiempo que yo balbuceaba.—Voy tarde y no te ví.

Seguro el lo vio como un acto maleducado pero no le contesté. Seguí mi camino.

Al llegar a casa no me detuve a ver qué hacia mamá, lo más probable es que no hubiese llegado del trabajo. Subí directamente a mi habitación y busque los antipsicoticos que ya veía que tenía que cambiar por unos más efectivos y los tomé con una pastilla para dormir. Necesitaba descansar.

El delirio de Bricia Donde viven las historias. Descúbrelo ahora