9. Marcado

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Narra Samuel:


Guillermo me observaba atentamente. Su cara expresaba temor, sus piernas temblaban y su mirada se cristalizaba.

Su cuerpo estaba totalmente tenso, su piel era blanca, con marcas en diferentes partes de su torso, cicatrices de cortes o moratones lo adornaban. Era muy delgado, obviamente por la falta de alimento al vivir en la calle.



—¿Sabes qué? Tengo un par de juguetes para ti. —comenté sonriendo.

—N-no me hagas d-daño... Por favor... —Susurraba tan bajo que casi no lo escuchaba.

—Tú te lo buscaste, gatito. —Me acerque a él, acabando con el espacio que nos separaba. Él bajó la vista inmediatamente, cosa que me molestó—. Nadie dijo que bajaras la cabeza. —dije autoritariamente, para luego tomar su cabello y tirar de él fuertemente, logrando que me mirase.

—Aghh. —se quejó—. Mierda, duele. —continuó quejándose por el dolor.

—Shhh... Calla. Créeme que esto es lo más suave que te haré.



Tiré de su cabeza para que caminara en dirección a un sillón que había en la habitación. Lo lancé en este, boca abajo y le ordené que se mantuviese ahí.

Comencé a buscar en el escritorio una fusta. Este niño hoy comprendería que debía obedecerme sí o sí.


—¿Qué buscas, idiota? —preguntó con su común altanería. Pronto dejaría de ser así.

—Esto. —respondí mostrando lo que era. Su cara se contrajo, mostrando una expresión de horror. Inmediatamente, trató de levantarse, cosa que le impedí rápidamente con un fuerte golpe en su espalda. Se escuchó un sonido sordo debido al golpe. También se escuchó un desgarrador grito salir de la garganta de mi mascota.

—¿¡QUÉ MIERDA TIENES EN LA CABEZA!? —chilló.

—Aquí tú obedeces y yo hago lo que me plazca contigo. ¿Entendido? —dije bastante calmado. Vaya, hacía tiempo que no hacía esto. Se siente mejor que nunca.


Realmente creo que debí conseguir una mascota antes.



—¡SOY LIBRE MALDITA SEA! —Luego de ese grito, lo azoté nuevamente, logrando que en su espalda, ahora, se notasen dos grandes marcas rojas.

—Arriba. —Ordené—. Quiero que te quedes ahí, sin moverte. Dime claramente las normas que has roto hasta el momento. —Al momento él obedeció. Esto era un buen comienzo.


Mi mascota podía mantenerse perfectamente en pie, al parecer este gatito tenía más aguante del que creí.

Algunas mascotas no soportaban los azotes, y es que yo lo hacía de la forma más fuerte posible.



—Comienza. —le dije una vez estuvo de pie firmemente. Me posicioné detrás de él.


—Está bien... Nunca te dije señor. —Le proporcioné un azote. Arqueó su espalda, aunque siguió hablando—. Nunca te obedecí. —Otro golpe más—. Te llamé sin tener una emergencia. —Otro golpe—. Nunca acato órdenes. —Cada norma infringida, un porrazo—. Y te falto al respeto. —Terminó de decir sus faltas, le otorgué un fuerte azote, que le produjo una gran herida en su espalda.

—Bien hecho, gatito. Ahora quiero que no vuelvas a tener esas faltas, nunca más. —Una gran sonrisa se plantó en mi cara al ver cómo un hilo de sangre se deslizaba por su blanca espalda—. Anda, date la vuelta.



Guillermo se volteó, observándome con terror. Sus ojos estaban rojos, trataba de contener las lágrimas, aunque se le resultaba casi imposible.


—Señor... ¿P-puedo volver a mi... lugar? —preguntó, su actitud había cambiado.

—Por supuesto, ven conmigo. —Tomé su mano firmemente y lo dirigí a su cuarto.


Fui a dejar a Guillermo en su habitación, para luego ordenarle a una de las empleadas que curase la espalda de mi mascota. Necesitaba tenerlo en buenas condiciones.


(…)



—¡Hijo! ¿Qué tal va todo con tu mascota? —preguntó mi padre. Me había llamado por teléfono para saber cómo estaban saliendo las cosas.

—Pues... Es bastante complicado, pero puedo controlarlo. Será muy divertido domarlo. —respondí alegre. Y es que el trabajo que me daba Guillermo era realmente divertido.

—Me alegro mucho... ¿Has sabido algo de tu madre?

—¿Eliza? No, la verdad no he hablado con ella. —De hecho, es extraño que no me haya llamado, ya que siempre lo hacía, aunque fuese para saludar. Sus llamadas no eran de real interés en mí, pero era la forma que tenía ella para parecer una "madre ejemplar".

—Que raro... La llamé y no me contesta.

—¿Te estás preocupando por ella? —dije conteniendo mi risa—. No me lo creo. —Solté una carcajada. Mi padre en todos sus años de matrimonio nunca se había preocupado de Eliza.

—Samuel, esto es serio. Hace unos días recibí una amenaza de unos tíos a los que mandé a la cárcel... No me perdonaría que le pasase algo. —Su voz se escuchaba agobiada—. Samuel, creo que me metí en un gran lío al atacar a esos tíos.

(Autora: palomakiessling)

Duros caminos del destino [Wigetta y Lutaxx]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora