Capítulo; Sexto.

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—Katherine y Anne.

—¿Qué planeas?

—Puedo salvarlas.

—¿Qué?

Suspiré pesada e irónicamente mientras me sentaba frente a su celda en el húmedo y sucio piso

—Cuando tenías ocho años, fuiste recogida por... Por Ella para servir en esta casa, pero al verte tan pequeña, su corazón se conmovió y tú te volviste una de sus criadas personales. Tu padre, al ver tanto dinero, volvió a las apuestas, y un día llegó con una mujer que tenía dos hijas. Tus hermanas bastante menores en comparación contigo. Pero otro día, tu padre y esa mujer escaparon con todos tus ahorros y has cuidado de ellas desde entonces.

—¿Cómo lo sabe? No ¿Qué tiene eso que ver contigo?

—Le serviste fielmente a Ella hasta que murió. Por como yo lo veo, aún tengo una deuda que pagarte. Esto es todo lo que puedo hacer por ti.

—Lo que me faltaba ¿Ahora sientes pena por mí? ¿Por qué? ¿Por qué voy a morir? No seas tan patética...

—De hecho, no. Me das pena porque desde que ella murió tu solo has sabido vivir en amargura y arrepentimiento, pero ahora que vas a morir te das cuenta.

—Tú no sabes.

—Lo sé mejor que tú, de hecho. Pero si no quieres, no puedo obligarte —Me sacudí y comencé a pararme.

—No. Tienes razón. Le serví muy bien a la señora de esta casa y merezco una recompensa. Acepto...

—Muy bien... —Dije volviendo a sentarme en el suelo—... Primero, toma —Le quité las dos cobijas a Cédric y se las di—. Es helado por las noches, te servirán mientras tanto...

—¿Estás son...?

—Oh, no creí que las recordaras. Son de esa ocasión en la que no podía dormir por el frío, y cuando te desperté me arrojaste estas y me mandaste devuelta a mí habitación. Supe que después usaste parte de mi dinero asignado para reponer las tuyas.

—Yo...

—No importa, eso ya pasó; aunque quería traerte esas, parece que las demás criadas ya te las quitaron. Sigamos, segundo, no podrás despedirte de tus hermanas, así que estaba pensando en una carta... —Le quite las hojas y el lápiz a Malbec—... ¿A quién primero?

—Pero señorita, yo no sé escribir —Agachó la mirada con algo de pena.

—Lo sé. Por eso yo se las escribiré.

—Mm... Sí... A Anne entonces... —Me decía sorprendida.

—Bien... No te preocupes por lo que le dirás, si o si morirás, así que no hay cuidado.

—Qué delicada.

—No te quejes, déjame disfrutarlo un poco. Ahora dicta...

Mientras ella estaba apoyada en una de las paredes de su celda, yo escribía ágilmente todas sus palabras. Algunas eran firmes y duras, proclamando elecciones que nunca debía olvidar, pero también había algunas de profundo amor, llenas de mucha calidez. No pude evitar verme envuelta en cada una de sus palabras, aún si estaba concentrada escribiendo.

La carta de Katherine era diferente, también tenía lecciones duras, quizás demasiado para una niña. Pero las siguientes fueron más que cálidas, eran una extraña mezcla entre esperanzadoras y liberadoras. Como si quisiera transmitirle que siempre estaría con ella, por lo que podía hacer lo que fuera. Ella nunca estaría sola.

Mi destino como Villana.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora