A primera vista

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El Gran Campeonato KC organizado por Seto Kaiba estaba a punto de dar comienzo. Todos estaban emocionados y a la vez algo asustados luego del incidente ocurrido con el hacker que interfirió en la computadora duelista de Kaibalandia, dejándolos atrapados en el lugar. Por suerte, Yami fue capaz de vencer a la máquina y abrir las compuertas. En medio de tanto ajetreo, el grupo de amigos conoció a un niño que eraun gran admirador de Yūgi y su estilo de duelo.

—Ahora tienes que esforzarte más, Yūgi, eres un ejemplo a seguir para estos niños —señaló Akemi, frotando la cabeza del menor con ternura—. ¡Qué pequeño tan dulce!

—¿Quién eres tú? —cuestionó este un poco sonrojado.

—Soy Akemi Kaiba, diseñadora de la Corporación Kaiba y administradora de Kaibalandia —reveló la chica, sorprendiendo a sus amigos con este último dato.

—Akemi, él es Leon Wilson y también competirá en este nuevo torneo —anunció el faraón, provocando que Amunet cambiase de lugares con ella en reacción a la presencia de su pareja.

—Mucho gusto, Leon —dijo la sacerdotisa con una dulce sonrisa, tendiendo con un gesto regio su delicada mano en dirección al niño.

De alguna manera, el menor se había percatado del cambio acaecido en la joven y sintió que el rubor se aglomeraba en sus mejillas. El corazón le saltó dentro del pecho de manera anormal; un ligero ardor acometió sus ojos avellana y cada vello de la piel se le erizó. Cuando estrechó amablemente la mano de la joven, una especie de corriente eléctrica agradable lo recorrió de pies a cabeza.

—E... El gusto es mío, señorita —balbuceó Leon, presa de los nervios.

—Espero verte pronto, Leon.

Mientras la sacerdotisa se alejaba en compañía del faraón y sus amigos para ir al encuentro del recién llegado Seto Kaiba, Leon la observó atentamente, sin perder de vista ninguno de sus movimientos. Admiró en silencio la estilizada figura de la chica, la ondulada inquietud de sus ondeados cabellos castaños, su elegante modo de caminar, las bonitas piernas que se veían gracias al vestido rosado a la rodilla... Todo le parecía perfecto; toda ella era un conjunto sin igual.

Leon la divisó nada más llegar a la inauguración del torneo. Parecía que sus ojos la buscaban sin proponérselo, como si un magnetismo oculto lo atrajera hacia ella. Había hecho un intento para desechar esa atracción al principio; pero todos sus razonamientos sucumbieron ante la presencia de la hermosa dama que se había instalado cómodamente en sus pensamientos desde que la había conocido.

—Hola, Leon —replicó Amunet, siendo la primera en el grupo en notar la aparición del chico.

—Hola, amigos —reciprocó tímidamente el niño, ruborizándose bajo la bondadosa mirada azul de la joven.

—Los duelistas pronto serán presentados —señaló Yūgi tras el protocolar intercambio de saludos—. Deberías ir para allá, Leon.

—Tienes razón. Yūgi, mi mayor sueño es tener un duelo honorable contra ti.

«Y, si logro ganarte, podré impresionar a la señorita Kaiba».

—Lo esperaré con ansias, Leon.

Todos quedaron sorprendidos luego de las presentaciones, pues Roland había anunciado a Leon como un joven prodigio del Duelo de Monstruos.

—¡Estoy muy impresionada, Leon! —exclamó con entusiasmo la sacerdotisa cuando el chico volvió a acercarse a ellos—. ¡Así que eres un duelista prodigio! Felicidades y te deseo mucha suerte en este torneo y a lo largo de tu carrera.

—Gra... Gracias, señorita —musitó el niño, sustrayendo su rostro enrojecido locamente—. Pero no es para tanto.

—Buen duelista y modesto —Ella le acarició la cabeza, procurando no alborotar sus cabellos granate—. ¡Qué lindo!

—¿Puedes ayudarme con los aspectos técnicos, hermana? —cuestionó Mokuba, apareciendo en ese momento y lanzándole una mirada hosca a Leon.

—Enseguida voy, Mokuba —replicó Amunet con una sonrisa.

El niño de cabello negro tiró de la mano de su hermana para llevársela de allí a toda prisa, dejando a Leon con una sonrisa boba en el rostro debido a los halagos de la joven.

—Felicidades por tu victoria en esta semifinal, Leon —concedió Amunet, dándole al niño un beso en la mejilla que casi le provocó un colapso.

Todo el grupo había ido a Ciudad Miniatura para apoyar a Rebeca, aunque la sacerdotisa también vitoreó a su contrincante, quien demostró que su reputación no era en vano.

—Creo que Leon gusta de Akemi —le comentó por lo bajo Rebeca a Yūgi, escaneando las acciones del chiquillo aludido.

—¡Eso no puede ser! —exclamó Yūgi, pues sabía que el faraón lo había escuchado y los celos serían inevitabes.

Unos momentos después, apareció Mokuba, quien se prendió de su hermana de forma posesiva y miró con nada disimulado enojo a Leon.

—Oye, ellas son mis hermanas, búscate las tuyas —atacó el niño de cabello negro para sorpresa de la sacerdotisa.

—Oh, Mokuba, ¿estás celoso? —Amunet lo abrazó con gentileza y le encaró con una sonrisa dulce, no había ni rastro de enojo alguno en su rostro o tono de voz—. No tienes ningún motivo para estarlo, eres mi único hermano pequeño y te adoro. También lo eres todo para Akemi. Eres nuestro pequeño y dulce Moki. Ahora, haz las paces con Leon, por favor.

El menor de ojos oscuros rezongó un poco; pero, ante la amable actitud que le mostraba Leon, acabó accediendo y fueron a dar una vuelta por Kaibalandia hasta que llegara la hora del duelo final.

—¿Qué sucede con mis hermanas? —indagó Mokuba sin tapujos, observando a su acompañante de hito en hito.

A Leon le extrañó que hablara de ella en plural, pero decidió que sincerarse podría hacerle ganar un aliado que le ayudara a acceder al corazón de la hermosa y gentil hermana mayor de Mokuba.

—Lo que sucede es que... —Expresar sus sentimientos le resultaba más difícil de lo que creía—... Me gusta tu hermana, Mokuba. ¿Crees que... Crees que podrías ayudarme a... conquistarla?

Contrario a lo que pensó, Mokuba no se escandalizó ni rompió a reír, sino que lo miró con una seriedad casi solemne que lo preocupó.

—Escucha, Leon. Sé que tus sentimientos son sinceros; pero debes saber que quien ha estado hablando contigo durante casi todo el día no ha sido mi hermana Akemi, sino Amunet, el espíritu milenario que se posesiona de su cuerpo a través de un Artículo del Milenio que ella tiene oculto dentro de su alma.

—¡Vaya! —Leon lucía impresionado, mas no incrédulo; parecía asimilar bien tan impactante revelación—. Por eso hablabas de tu hermana en plural.

—Así es. El problema es que Amunet es la novia del espíritu que habita en el Rompecabezas del Milenio de Yūgi. Ellos habían estado buscándose durante cinco mil años y, ahora que lograron reencontrarse, han reanudado su amor.

Leon bajó la cabeza, sus ojos estaban húmedos. Se sentía embargado por la decepción, pero logró componer una sonrisa melancólica.

—Me duele oír eso, pero me alegra saber la verdad. Es una historia muy linda. Gracias por habérmela contado, Mokuba.

Aún así, Leon no podía contener la algarabía de su corazón emocionado cada vez que sus expresivos ojos se posaban sobre Amunet.
















Este one-shot puede considerarse un derivado de mi fanfic "Memorias prohibidas", basado en la temporada 5 de Yu-Gi-Oh!, sobre la cual no escribí en dicho fic.

Entre corazones, juegos y amores [One-shots - Yu-Gi-Oh! Duel Monsters]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora