🎁 Especial De Navidad 🎁

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    Soltó un suspiro, totalmente satisfecho después de tener su café caliente en manos.
   —Mira, la primera nevada—Murmuró la chica, llamando su atención.
   Draco levantó la mirada y observó los copos de nieve caer lentamente sobre sus cabezas. La noche era fría, sin dudas, y aunque sus manos se mantuvieran tibias gracias al café en sus manos, en general todo su cuerpo se mantenía caliente debido a los bombeos alterados de su pecho.
   Las sonrisas de ________ eran más que suficientes para sobrevivir a su fría soledad.
   Eran lo único que jamás busco, pero supo necesitaba.
   —¿Por qué a la gente le fascina eso? Es solo nieve, no tiene nada de importante.
   —Tal vez no sea importante, pero desde luego es algo sentimental, ¿No sientes algo al verlo? ¿No te trae recuerdos con tu familia, te pone melancólico o te hace feliz? Yo recuerdo a mi madre, ella cocinaba algo delicioso para Nochebuena.
   —Yo no tengo recuerdos, la navidad solo eran días como cualquier otro.
   —¿No escribías cartas para Santa?
   —¿Santa?—Bufó—Que va, es solo un mito.
   —¡Claro que no! ¡Él es real!
   —¿Y como lo sabes?
   —No lo entenderías…—Se cruzó de brazos—¿Pero ni siquiera lo intentaste?
   —Ya te dije que no, es una estupidez.
   —¿Armabas el árbol?
   —No.
   —¿Pavo?
   —No.
   —¿Muñeco de nieve?
   —No.
   —¿Calcetines sobre la chimenea?
   —No.
   —¿Regalos para la familia?
   —¡________! ¡Ya te dije que no! Ah…—Suspiró y frotó su frente—Mi familia jamás a celebrado la navidad, así que no me juzgues.
   —Esta bien, lo siento.
   Siguieron caminando mientras escuchaban sus pasos crujir en la fresca nieve.
   —Sinceramente esto es nuevo, es la primera navidad, en que no duermo temprano.
   —¿Y no te gustaría experimentar?
   —¿Experimentar?
   Peverell asintió.
   —La Navidad… Conmigo.
   Malfoy se quedó sin palabras ante aquel ofrecimiento. ¿Probar la Navidad?
   Pum, pum.
   Sus mejillas se enrojecieron y agachó la cabeza, había sido tan tierna que no podía evitar sentirse eufórico por la inmensa alegría que provocaba en él, pero eso la chica no lo sabía. No sabía el porqué esa noche, Draco había destapado su más grande recuerdo sobre la Navidad, gracias a ella.
   Pero antes de abrir la boca para aceptar su propuesta, un extraño crujido de las ramas de los árboles llamó su atención y los puso alerta.
   La luz del farol que alumbraba la calle no era suficiente para ver aquella sobra que se movía difícilmente sobre los arbustos y la nieve.
   —Es una persona, ¿Verdad?
   —Posiblemente un muggle borracho.
   El rubio puso su mano frente a _______ para protegerla en todo caso y mientras avanzaban, miraban con atención la silueta que agitaba las manos desesperadamente.
   —Creo que esta pidiendo ayuda, Draco.
   —A mi se me hace que solo esta saludando.
   —Debemos averiguar que esta sucediendo.
   —Tch, ¿Para qué?
   —¡Podría ser una vida en riesgo!—Apartó su brazo y corrió hasta la oscuridad de los árboles del parque, aún así, sostuvo su varita oculta bajo la manga. Pero antes de llegar, desaceleró y se acercó cautelosamente—¿Qu-Quien es?
   —¡Ayuda! Por favor, estoy atorado.
   —¿Cuál es tu nombre?
   —Me llamo John, por favor, ayúdame.
   Peverell se acercó y le extendió la mano, dando todas su fuerzas para poder sacarlo de allí. Pero estaba demasiado atorado, no era suficiente.
   —Toma el otro brazo—Dijo Draco llegando decididamente a ayudar a la castaña—Y jalemos fuerte a la cuenta de tres.
   —Esta bien, esta bien.
   Ambos sostuvieron fuerte los brazos del hombres y forzaron las piernas contra la tierra blanca.
   —¡Uno… Dos… Tres!
   Jalaron con todas fuerzas y tras poco de rendirse, el hombre logró salir de allí casi volando.
   Los chicos cayeron hacia atrás, sobre la suave y espesa nieve, respirando duro. Lo lograron.
   —Estuvo difícil.
   Peverell asintió y se levantó, sacudiendo su cabello.
   —Señor John, ¿Está bien?—Preguntó acercándose al pobre tirado en el suelo.
   —Estoy bien, muchas gracias.
   Se levantó y sacudió todo su traje, sorprendiendo a los chicos.
   —Es… Demasiado grande—Jadeó Draco, impresionado con aquella enorme altura, casi igual a Hagrid.
   —Oh, claro—Rió el señor. Denotando su extravagante barba blanca que tapaba su cuello. Era fornido pero robusto, poseía dos grandes y circulares ojos azules y una encantadora sonrisa—Parece que soy hijo de un gigante, ¿No es cierto?
   —Aunque parece que lo dice literalmente.
   John sonrió y siguió agitando su traje completamente negro. Se le veía tan carismático, pero de repente su mirada se desvió a la nieve y su gesto se volvió sorprendido.
   —Esos palos… ¿Son sus varitas?—Preguntó, señalando hacia la nieve.
   Peverell y Malfoy se giraron extrañados y se espantaron al ver las varitas de ambos abandonados sobre el hielo y corrieron a por ellos.
   Pero la castaña se quedó todavía más confundida ante la pregunta de aquel gigantesco señor.
   —¿Cómo lo…?
   —¡Son hechiceros! ¡Que alivio!—Rió y caminó casi cojeando—Creí que estaría solo en este lugar, ¡Pero vaya suerte!
   —¿Usted también es mago, señor John?—________ guardó su varita y siguió al hombre, admirando su gran altura y su espalda ancha.
   —Oh no, ese es mi nombre para pasar desapercibido entre los muggles, llámame Nicolás Claus.
   —¿Nicolás Cl-Claus?
   —Debes conocerme—Afirmó entusiasmado, pero al ver las caras confundidas de ambos niños se detuvo y los miró fijamente—¿Claus? ¿Santa Claus?
   —¿Está diciendo que usted es Santa Claus?—Cuestionó Draco, con un tono tan sarcástico como incrédulo.
   —¡Claro! ¡Ese soy yo!
   El rubio y la castaña inclinaron sus cabezas, escépticos ante aquella situación.
   ¿Aquel hombre era Santa Claus?
   Lo miraron de pies a cabeza. Botas brillantes y negras, pantalones negros y bien ajustados, un brillante cinturón dorado, una gabardina negra tan grande que le llegaba a los pies y una barba mediana, pero por lo menos era blanca.
   Nop.
   No parecía para nada.
   —¿Crees en este idiota?—Susurró Draco al oído de ________.
   —No lo sé, pero no cualquier idiota confirma ser Santa Claus.
   —Ay vamos, ¡Deben saber de mi! ¡Soy un sorprende mago! De los más reconocidos en todo el mundo.
   —Lo siento, pero tu cara no nos resulta conocida—Confesó la chica, soltando la tensión.
   —¿De dónde son?
   —Somos de Londres, aunque estudiamos en Escocia, Hogwarts.
   —¡Hogwarts! ¡Por supuesto! ¡Deben conocerme! Fui uno de sus más grandes estudiantes.
   Malfoy y Peverell alargaron sus caras, más incrédulos. ¡¿Pero de que hablaba?! ¡Nadie lo conocía!
   ¡Sin duda era un demente!
   Peverell sonrió con lástima.
   —¿Y que haría Santa Claus en la noche de Navidad, atorado entre unos arbustos?
   —Unas extrañas sombras oscuras me atacaron, desviaron a mis renos y mi trineo se desbordó aquí.
   —¿En Manhattan?
   —Eso es correcto.
   —¿Ah, si?—El pelirrubio se cruzó de brazos, con una sonrisa pícara en su rostro—Así que tiene renos, ¿Cierto? ¿Dónde están?
   —Acabo de decir que se desviaron, se fueron volando y dejaron caer el trineo.
   —¿Podemos ver su trineo?
   —¡Por supuesto! ¡Por aquí, síganme!—Se dio la media vuelta y caminó hacia los arboles—Y traten de no quedarse atrapados entre los arbustos.
   —¿De verdad tiene un trineo?—Preguntó Draco caminando a un paso adelantado de ________ en caso de tener que protegerla.
   Y es que sentía nervioso cuando alguien desconocido se acercaba a ellos.
   —Disculpe, pero… Si usted es Santa… ¿Por qué no viste como lo conocen?
   —Es una locura, ________ y es que una vez hace mucho tiempo, un muggle me descubrió a mitad de la noche. Él fue quien empezó a difundirme y pronto me convertí en un símbolo importante de la navidad, aunque muchos no creían por falta de pruebas. Esa ocasión especialmente, me quedé dormido y era tan tarde que no tuve tiempo de cambiarme, así que tuve que salir en pijama.
   —Tengo tantas preguntas, todavía ni siquiera estoy convencida de que usted sea… Verdaderamente Santa Claus, pero y… ¿Cómo sabe mi nombre?
   —Conozco el nombre de todos—Sonrió, pasando por debajo de las peligrosas ramas de los árboles—Sus nombres son _________ Peverell y Draco Malfoy.
   Siguieron caminando.
   Aún no entendían el porqué iban a un lugar desconocido con un hombre que apenas acababan de conocer, pero en el fondo la confianza de saber quien era, los guiaba tras él.
   —Entonces si sabes quien soy, seguramente sabrás-
   —Que vienes de otra era, por supuesto, lo sé todo.
   —Por cierto... Comúnmente conocemos a Santa como una anciano barbudo y gordo, ¿Por qué el muggle que te descubrió te describe así?
   —Por supuesto que tuve un tiempo donde me importaba un bledo mi apariencia física, realmente era muy gordo, así que solo… Decidí cambiar mi rutina y me dedique al ejercicio.
   —Pues vaya que no aparentas ser Santa Claus—Dijo la chica con una dulce sonrisa, mientras se apoyaba en un árbol para cruzar unas ramas.
   —Lo sé, pero cuando vean el trineo, se quedarán asombrados.
   —¿Y si no lo vemos? ¿Supondremos que eres un demente?—Draco jaló a ________ con él, por si la traición.
   Peverell dudosa ante la situación, empezaba a creer que aquel hombre no mentía del todo. Es decir, el carisma y la seguridad que transmitía y reflejaba eran propios de aquel hombre que había conocido hace mucho tiempo.
   —Eres demasiado descortés en un tiempo de Navidad, Draco. Sería mejor que empezarás a ser un poco más gentil.
   —La Navidad no existe, no significa nada. Es un caso perdido—Refunfuñó, agachándose un poco más.
   —¡Draco!—Reprimió la chica, pegándole un manotazo al abdomen.
   —¿Qué? Es una estupidez, la gente va por allí saltando sobre la nieve y quebrando piñatas sin sentido, es solo días de suerte para la mercadotecnia de las empresas y negocios.
   —Deja de decir esas cosas, si no te agrada la Navidad no tienes porque ofender. Ni siquiera has tratado de entenderla.
   —Tch, como sea.
   Después de unos largos minutos caminando entre los árboles, llegaron a un hueco enorme.
   Sus rostros se volvieron asombrados cuando vieron un enorme desastre a su alrededor, pero en el centro, yacía una enorme y fabulosa cosa que desprendía un fulgor fascinante.
   —¿Es…?
   —Es mi trineo, por supuesto, ayúdenme a sacarlo de aquí, ¡Se ha atorado!
   —C-Claro—Respondió la chica, mirando sin aliento al enorme trineo, ¡Era mil veces mejor de lo que se había imaginado—¿Usted tiene varita?
   —¡Por supuesto! Solo que ya conocen las reglas, nada de magia frente a muggles—Rió y se giró a su abrigo y buscó su varita, pero al sacarlo se llevó una mala sorpresa—No puede ser, esta rota.
   —¿Y eso es muy malo?
   —Normalmente lo usaba para poder entrar a través de Alohomora en caso de que no tuviesen chimenea, pero…—Explicó, rascando su barba con lástima mientras examinaba su pedazo de madera—Ahora tendré que usar técnicas muggles.
   —¿“Ahora tendré”? ¿Sigues entregando regalos?
   —Claro, falta toda New York y algunos países y estados del norte.
   —¿Y ahora no podrás entregar los regalos?—Preguntó la chica, acercándose al trineo y mirándolo con atención, estaba atrapado entre la tierra y la nieve de punta hacia abajo.
   —¿En serio le crees a este tipo enorme?—Draco se interpuso en su mirada—No tiene pruebas convincentes.
   —Pero nos mostró el trineo, ¡Mira con atención!
   —Además tengo los regalos—Interrumpió, el hombre mirando la parte trasera de su trineo, que se hallaba alzado al aire.
   —¡Los regalos!—Apartó al rubio y corrió a donde estaba Santa.
   Malfoy suspiró irritado mirando la luna en el cielo. No podía creer en lo que se habían metido, y es que estaba tan convencido de que aquel hombre barbudo no era Santa Claus, ¡Porque no existía!
   ¡No era posible!
   Se dio la vuelta y miró a ambos casi metidos en una bolsa mediana color café.
   —Los regalos están intactos—Dijo Claus, suspirando con alivio.
   —De verdad son regalos… ¡¡De verdad eres Santa!!—Gritó la chica, emocionada. No necesitaba más pruebas, al notar todas las cosas que llevaba en su trineo y estaban enterrados bajo tierra, eran auténticas de un Santa Claus.
   —Por supuesto que sí, ¿Acaso debo subir de peso para que crean en mi?
   _________ negó con la cabeza, muy divertida.
   —Pero entonces… ¿Recuerdas nuestra promesa?
   Nicolás sonrió con dulzura.
   —Aún sigue en pie.
   Peverell correspondió su sonrisa y bajó del enorme vehículo mágico.
   —¡Bien! Ahora saquemos éste amiguito de la nieve, ¡Yo te ayudaré, Santa!—Sostuvo con firmeza su varita y lo agitó, haciendo que el trineo se elevará por el suelo y luego se dejara reposar suavemente contra el tierra.
   Brillaba tanto por que sus patines estaban hechos de oro y también los bordes de las esquinas que sobresalían de los asientos, en éstos, llevaba cojines de terciopelo rojo tan suaves y elegantes.
   ¡Era enorme, asombroso y sin dudas mágico!
   —Con suerte no ha sufrido daños—Dijo Santa, agitando la nieve de su adorado vehículo.
   —No puede volar ahora, ¿Cierto? Sin… Sus renos.
   —Oh no, no te preocupes por eso, solo los saco a pasear, el trineo puede volar por si solo, por este tipo de casos.
   —Fantástico…
   Draco se cruzó de brazos, mirando todo lo que hacían, sin acercarse ni cinco metros al trineo. Su arrogancia todavía no lo hacía creer.
   Claus se subió a su asiento y miró su volante automático.
   —Botones, combustible… Brújula, mapa, propulsores, creo que esta intacto, con mucha suerte.
   —¡Entonces debes ir ahora a dejar los demás regalos, Santa!—Sonrió Peverell, asomándose por una de las puertas, mirando el sin-fin de botones que tenía santa y volante dorado.
   —Tienes mucha razón, _________.
   —Pero, ¿Y que pasará con sus renos?
   —Se fueron volando al Sur, deben estar volando a casa.
   —¿No cree que podrían estar en peligro?
   —Mis renos jamás están peligro, son criaturas tan poderosas como un dragón. Si no estoy con ellos, están bien entrenados para saber que deben volver a casa, mi esposa debe estar recibiéndolos.
   —¿La señora Claus existe? ¡Que genial!
   Santa sonrió y miró su reloj, y su sonrisa se desvaneció.
   —Ay no…
   —¿Qué pasa?
   —Ya casi pasará la media noche y aún no he entregado el quince por ciento de los regalos del mundo y con mi varita rota, es posible que la mitad se quede sin regalos.
   —Esto es una estupidez—Interrumpió Draco interfiriendo en la conversación—Sé que eres un fraude, solo acéptalo y deja de mentirnos. “La mitad se quede sin regalos” ni siquiera tu te lo puedes creer. Nadie te conoce, eres un impostor.
   Nicolás no dijo nada, solo se mantuvo con el rostro cabizbajo.
   —Draco…—Musitó la chica.
   —Déjanos en paz, ¿Quieres, hombre musculoso?
   —¡Draco, ya basta! ¿Qué te pasa?
   —Él no es-
   —¡Él es Santa Claus! ¡¿Bien?! ¡Si lo es! ¡Lo conocí hace mucho tiempo!—Suspiró tratando de tranquilizarse y lo miró a los ojos—No entiendo como aún… Después de todas las evidencias… No tengas el valor de creer.
   —Los Malfoy nunca han creído en la magia de la Navidad—Dijo el hombre de la barba blanca—Desde tiempos inmemorables, me he dado cuenta que evitan este tipo de cosas, ya que están tan sumergidos en el mundo de la oscuridad. Me da mucha pena…—Levantó la mirada y notó el pálido rostro del chico—Ver como destruyen los sueños de los niños.
   —¡Tu no sabes nada de nosotros!—En ese momento Peverell se interpuso frente a él para intentar calmarlo tratando de acariciarle el pecho, pero Draco le azotó las manos—¡Al diablo, yo me largo!
   —Pues lárgate—Refunfuñó y esto provocó que el corazón del chico se hundiera, marcando una aflicción profunda en sus grises ojos—Él es Santa, y yo lo sé. Necesita ayuda para repartir los regalos a los niños y la ilusión de la magia consigo… De eso se trata la Navidad… No es regalos, ni comida, Draco… Se trata de una nueva etapa, unión, amor, tiempo de caridad y esperanza… Sé que no tuviste una infancia como los demás, lo entiendo… Pero si no intentas tener un poco de esperanza dentro de ti… Entonces quédate, yo me voy.
   Le miró a los ojos un momento más y después se giró, para intentar subir al trineo.
   —Es muy amable de tu parte querer ayudarme—Dijo Claus, con una tímida sonrisa carismática mientras veía a la chica subirse por el travesaño del trineo—Pero no creo que sea buena idea dejar a tu amigo aquí solo.
   La castaña no dijo nada pero antes de cruzar a los asientos, una mano detuvo su brazo. Giró y miró con atención al pelirrubio, cabizbajo de la vergüenza.
   —Iré contigo...
   —Vaya, ¡Es tan emocionante que ambos se ofrezcan a ayudarme!—Rió Santa, ayudando a los niños a subirse a los asientos de su vehículo—¡Se los agradeceré mucho!
   —Bueno, puedo hacer lo que esté a mi alcance por un viejo amigo—Dijo _________ mientras se acomodaba al lado del gran hombre—Me recuerdas mucho a un amigo, el guardallaves de Hogwarts, Rubeus Hagrid.
   —¡Oh! ¡Rubeus Hagrid! Tengo siglos que no lo visito, de verdad creo que soy muy mal amigo.
   Encendió el gran trineo y también sus luces. Desprendiendo un sonido tan estruendoso, ¡Pero los llenaba de tanta emoción!
   Peverell se asomó por la parte delantera y miró como la enorme cosa se iba elevando por el aire lentamente. Era una experiencia de locos.
   —Ehh, disculpe señor—Llamó Draco, mirando a todos lados con desesperación—Pero… ¿Dónde están los cinturones de seguridad?
   —¿Cinturones de seguridad?—Cuestionó mientras apretaba otros botones—Niño… ¡Jamás utilizo cinturón!
   En ese momento el trineo arrancó a toda velocidad cuesta arriba.
   Los niños empezaron a gritar y Santa sólo empezó a reír con la típica risa que todo el mundo conocía.
   La castaña alzó las manos con emoción y empezó a reír mientras el viento le pegaba en la cara, mientras que el rubio gritaba del terror que sentía, aferrándose con las uñas sobre los asientos.
   —¡Más rápido, más rápido!
   —¡Basta, basta!
   Cuando por fin se hallaron lo más alto del cielo, Nicolás desaceleró y dejó el trineo volando en automático.
   Peverell respiró con mucha libertad y sintió un satisfactorio escalofrío en su cuerpo, luego notó que Santa buscaba algo entre las cosas que llevaba en la parte de atrás y sacó un rollo de pergamino.
   —¿Qué es eso, Santa?
   —Dime Nicolás—Sonrió—Es la lista de los niños que faltan.
   —¡La lista!—Se acercó y se puso al lado de Claus—¿Tiene nombres?
   —Por supuesto, aquí están todos los nombres de todos los niños que hoy en este día son premiados por ser nobles.
   —¿A que te refieres con nobles?—Preguntó Draco, acercándose suavemente a ellos porque también quería ver la legendaria lista de los nombres—¿Por qué muggles? ¿Muggles nobles?
   —Niños que se portaron bien en todo el año, ¿No?—Trató de responder la chica, algo dudosa.
   —No exactamente—Claus se giró a los niños y los miró a la cara—Se trata de mantener sus corazones puros y felices, incluso hasta el niño más rebelde, sabe arrepentirse, pedir perdón y perdonar.
   Los oídos de Peverell se adornaron de un consejo tan maravilloso, que lo llevaría siempre consigo.
   —¿Y bien? ¿Cuál es el plan?—Preguntó Malfoy, intentando no vomitar—Quiero bajar de esta cosa.
   —Cómo no tenemos mucho tiempo, deberíamos dividirnos los lugares—Explicó Santa, mirando el mapa y su reloj.
   —¿Qué? ¿Dividirnos?
   —Ustedes tendrán aproximadamente tres horas para entregar a seiscientos niños y yo me encargaré de mil ochocientos.
   —¿Mil ochocientos?—Peverell se quedó atónita ante tal dato. Era increíble saber que Santa Claus entregaba más de un millón de regalos en todo el mundo.
   Era admirable.
   Y más ahora que tenían el honor de poder ayudarle, al menos eso creía Peverell. Draco no estaba absolutamente nada de acuerdo en ir con un lunático por el cielo.
   Pero no podía dejar a ________ sola, no después de lo que dijo, pues ciertamente no podía dejar que todo su pesar recayera en ella. Se dio cuenta que realmente estaba aferrado al pasado y sus problemas, y eso no podía afectarlo si sentía la necesidad de estar allí con ella.
   Estaba avergonzado.
   Pero nada podía negar la locura que provocaba joderse a sí mismo por una chica. Cambiar su maldita cobardía y sus creencias.
   No sabía lo que esa locura causaría en él, la rueda que ponía todo su mundo de cabeza y las flechas de la valentía que clavaban en el centro de su subconsciente, indicándole el camino a la libertad y la verdadera vida.
   El riesgo en busca de la felicidad.
   Verla a ella allí, le recordaba la razón por la que se apresuró a tomar su mano. El como moría por gritarle de nuevo… Las sensaciones que explotaban en su pecho. El miedo que sentía de no verla jamás si se subía al trineo y él se quedaba allí abajo.
   Se resignaba a dejar escapar la oportunidad de ser feliz.
   Las ganas de vomitar se le fueron por el resto del vuelo y de repente el temor que sentía se habían ido, al ver solamente sus ojos brillantes, por las luces de la ciudad al momento de declinar.
   ¿Es así como se siente?
   Cómo todo su mundo se desvanecía con tan solo ver una mirada.
   Lo era todo.
   —¿Me escuchaste?
   —¿Eh? ¿Qué?
   Parpadeó dos veces y miró a su alrededor. Frente a una extraña ventana, detenidos en el aire.
   Peverell rodó los ojos y con una sonrisa se acercó.
   —Santa nos dejó su trineo, me dijo como manejarlo, es fácil. Ahora debemos entregar trece regalos en esta ciudad—Dijo mientras extendía su mapa y se lo mostraba—Aquí, los puntos amarillos que brillan son los niños, nosotros estos puntos azules, ahora estamos cerca de este, Freddie Wingsman, debemos apresurarnos.
   —E-Esta bien.
   —Estabas perdido—Guardó el mapa y sostuvo la bolsa evanescente de Santa, donde se hallaban los regalos de los niños—¿Te encuentras bien?
   —Estoy bien…
   Peverell lo veía aún desconcertado, pero no podía perder el tiempo así que abrieron la ventana de la casa.
   Un departamento en lo alto de un edificio, donde vivía Freddie, un niño de cinco años.
   —¿Cómo sabemos cuál es el regalo de cada niño?—Susurró Draco mientras entraban cautelosamente a la sala de la casa.
   —Según Nicolás, el bolso te lo dará, solo metes las manos y sacas la primera caja que toquen tus manos—Contestó la chica—Tu sácalo, yo me aseguraré de que nadie se de cuenta que estamos aquí.
   Malfoy no chistó ni un poco y solo metió la mano al bolso y agarró inmediatamente el primer regalo que tocó. Una caja grande y color verde, con un listón rojo llamativo encima.
   Lo dejó debajo del árbol.
   Pero… En ese momento se detuvo…
   Un regalo…
   Un árbol…
   Los copos cayendo del cielo y el viento frío fluyendo por las ventanas…
   Una chimenea…
   Lágrimas…
   Y decepción…
   —¿Draco? ¿Ya pusiste el regalo?
   —¿Eh?—Volvió a parpadear dos veces—Claro, ya está.
   —Bien, ahora vamos a dejar el segundo regalo, andando.
   —S-Si…
   __________ caminó hacia la ventana y subió al trineo, justo antes de llamar por él, se detuvo al ver la escena.
   ¿Cómo…?
   Draco no podía dejar de ver el árbol y el regalo debajo de éste. Estaba perdido en su mundo, pero, ¿Por qué? ¿Qué sucedía en su mente?
   El viento en la ciudad fluía y aunque no tenían mucho tiempo, la castaña no podía evitar cuestionarse el extraño comportamiento de Draco. ¿Recuerdos de una navidad? ¿Tristeza?
   ¿Deseo?
   ¿Intentar revivir y recuperar su infancia?
   ¿Las brillantes luces del árbol?
   Se veía una chispa azul en sus ojos, que desapareció tras un par de segundos.
   Malfoy se dio la vuelta y se subió al gran trineo. Sin embargo el camino estuvo muy extraño, silencioso, frío… _________ quería preguntarle, pero sentía que no sería demasiado viable volver a tocar las heridas del pasado. Es decir, que quizá hablar sobre algo tan sensible como sus pensamientos, quizá no era un tema favorito de Draco.
   Pero verle despistado sobre el asiento, viendo la ciudad, sin un poco de miedo, ni una emoción presente.
   Estaba seco.
   Quizá fue la culpa de ella, por haberlo tratado tan mal… Por culparlo de algo que de lo que él posiblemente no tenía control.
   Suspiró y dejó el volante automático.
   —Draco-
   —El próximo niño está a quinientos metros—Dijo mientras seguía viendo el mapa.
   Peverell se sentó al lado suyo y puso su mano encima del mapa, interrumpiendo la vista del chico y también enrolló el gran pliego de papel, llamando totalmente toda su atención.
   —Lo siento, te trate mal antes del viaje—Murmuró, entre miradas que expresaban el cariño y la tristeza que sentían entre ambos—Creo que… Fui algo cruel con las palabras.
   Draco bajó la mirada hacia sus manos, acariciando su anillo con suavidad.
   —Al final… Santa… Existe, ¿Cierto?
   —Debe ser difícil para ti creerlo, después de todo de lo que creías este tiempo.
   —Lo creo, justo ahora lo creo, estoy sentado en el auténtico trineo… Si estas aquí, es porque es real—Sonrió, mirándola a los ojos—Contigo todo es real, y es una locura, porque me pone… Sentimental por todos estos años que me mantenía con la idea de que era falso… Todo esto.
  Peverell sonrió con tristeza y acarició su mano. Entendía la conmoción que sentía al momento que enfrentaba nuevos descubrimientos de la realidad.
   Era hermoso saber que era gracias a ella.
   —Sigamos entregando regalos.

Hechizo ~ Draco Malfoy Donde viven las historias. Descúbrelo ahora