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Pero no podía negar que era ella, y no sería nada prudente no calentar apropiadamente antes de intentar trotar, una tarea para la cual realmente no se había preparado nunca. Tras una pequeña sesión de calentamiento a un costado de la casa, empezó a caminar hasta llegar a la ciudad, y una vez ahí, se esforzó por encontrar el parque.

—Mira eso...

—Qué suerte.

—Y con este frio...

Una pareja de chicos estaban mirándola, uno con un gorrito estilo andino de distintos colores muertos y el otro llevando una chaqueta verde oscuro, al darse cuenta de que los había escuchado, le sonrieron. Perla se cruzó de brazos sin darse cuenta, había materializado aquella ropa con prisa, y le había quedado un poco más ajustada y pequeña de lo esperado.

Bueno, no podía ponerse a llorar sobre la leche derramada en una mañana tan fresca, se inclinó un poco, al no tener idea de cómo se debía empezar, y troto suavemente, salpicando pequeños trozos de arena mientras corría por el camino hasta internarse en un pequeño bosque artificial que cubría la mitad norte del parque.

Aunque siempre había imaginado ese tipo de actividades como un ejercicio obligatorio para los humanos, resulto que le gustaba, y aunque no podía sudar, hacia tan buen tiempo que el aire frio le daba contra el rostro y la ayudaba a mantenerse fresca. Había un gran charco en medio del camino, y un poco más animada, se le ocurrió cruzarlo corriendo, levantando agua y alborotando algunos pájaros que se encontraban cerca.

El típico trueno antes de la lluvia se oyó a través de las copas de los árboles, y las gruesas y heladas gotas no se hicieron esperar. Perla esperaba escuchar gritos y risas mientras las personas corrían a protegerse de la lluvia, pero estaba sola. Sin más que cubrirse que sus brazos, corrió a ponerse a cubierto bajo las ramas de un retorcido árbol panzón.

La lluvia no estuvo de acuerdo, aumentando su insistencia, no tardo en convertir su susurro agradable en un rugido ensordecedor, y las frías gotas se iban colando entre las ramas, goteando su cabeza y hombros.

Al imaginarse a Steven sentado en la sala viendo televisión en perfecta soledad no pudo evitar sentirse un poco tonta, quizás él había olvidado su beso, y era mejor así, realmente era mejor así.

—"No te puedes enamorar de Steven, eso es...enfermizo."—Dijo una vocecita en su cabeza.

Otro trueno. La voz tenía razón, ya no podía hacer mucho respecto al beso, pero si estaba lo olvidaba sería lo mejor, volvería a casa a hacer el almuerzo, verían una película juntos, quizás saldrían a dar un paseo, o buscarían algo de diversión de alguna otra forma, serian amigos, lo que debían haber sido desde un principio. 

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