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Debía sentirse bien que el amor saliera bien a la primera, Perla sabía que sería duro de escuchar para Garnet, pero no fue por eso que no lo dijo. Garnet tenía razón, y ningún comentario afilado cambiaria eso. Se apartó de la cocina y salió de la casa sin que Steven o sus compañeras hicieran algún comentario.

— ¿Perla?—La voz de Steven se escuchó entre los arbustos, escrudiñando en la oscuridad con una linterna.

La gema se cubrió el rostro con las manos, gimiendo ¿Por qué estaba comportándose de ese modo? Steven seguramente estaría todo cubierto de rasguños pinchazos por su culpa. El chico apareció en la cima, con un semblante mucho mejor al que Perla había esperado.

En realidad, no tenía ni un rasguño.

—Steven, no debiste venir aquí. —Se lamentó Perla.

—Garnet está muy avergonzada por lo que paso.

—"Oh, mierda". — ¿Garnet le había contado a Steven? ¡Que atrevimiento!

—Por favor, no quiero que las cosas se vuelvan así. —Explico Steven, ofreciéndole su mano.

Perla no se sintió capaz de tomar esa mano, sabía que si lo hacía no habría marcha atrás para lo que sea que fuese aquello entre ambos.

—Lo hare, pero si todo termina. —Le pido.

El chico, alzando las cejas, bajo su mano mientras se rascaba la nuca.

—Bueno, es que tampoco quiero hacer eso. —Dijo.

Perla se ruborizo, sin poder evitar sonreír.

—Niño glotón. —Le acuso.

Aun así, se aproximó a él y lo beso. Aun siendo uno de los gestos de afecto más comunes del reino animal, Perla había visto todo ese tiempo los besos como algo menos que un intercambio de gérmenes húmedo, pero al besar a Steven era capaz de entender aquellas malas canciones de la radio, o esas frases sobadísimas que repetían en las películas de romance que tanto le gustaban a Steven y a Garnet.  

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