Siempre es difícil contar una historia, pero cuando falta uno de los protagonistas sencillamente es algo incompleto, casi como una obra adulterada a la conveniencia del que ha quedado impune.
¿Qué sucede cuando el victimario es uno mismo? Cuando somos los únicos culpables de ignorar a nuestro propio yo que pide auxilio ante la exposición constante al dolor?
Solo nos basta escuchar una voz interna llamándonos, suplicandonos, para negarnos actuar en consecuencia e ignorar el dolor terrenal.
El mundo real no estaba creado para personas que no decidían de que lado del río estaban cuando sus convicciones eran tan débiles.
Cinco jóvenes contemplaban en silencio la fogata improvisada que se armó con el simple propósito de abrigar con calor la tristeza que había dejado Tae al visibilizar el simple hecho de que todos eran impostores... secuestradores de sus verdaderos deseos.
Una lágrima cayó de los ojos ámbar de Kimura al ver el lugar vacío junto a Kioshi quien se agarraba la cabeza sintiendo como internamente comenzaba la destrucción. Éste podía sentir como sus sentimientos arrasaban todo a su alrededor, aquella sombra que lo perseguía desde siempre le señalaba la última pelea que habían tenido, como le había facilitado la fórmula secreta del descanso eterno.
Sin embargo, el delgado y consumido Yuki estaba demasiado perturbado para salvar de ese monstruoso lago que solía atrapar a Kioshi cuando las cosas se complicaban. Tampoco pudo prever que tiraría sobre la fogata el asiento donde solía sentarse Taekushi con una violencia tal que el cansado cuerpo de Haruki cayó sentada del tronco por la sorpresa.
La primera en reaccionar fue Kimura, que se sentía como una viuda a la que le exigían despojarse de los recuerdos de su amado. Sin pensarlo se lanzó sobre el tronco con un almohadón multicolor que ya comenzaba a consumirse, así como su autocontrol al no gritar por el dolor de la pérdida. La chica quiso recriminarle su salvajismo, pero no se necesitaron muchas palabras para abrir las compuertas de la culpabilidad.
-Ya es tarde para que te aferres a Tae.
Un gemido salió de los labios sonrosados de Kimura dándole aviso que ya no necesitaba un nuevo golpe para lastimarla.
Los ojos celestes de Yuki dejaron de observar como la posesión de su fallecido amigo se hacía cenizas así como las épocas felices. Se apretujaba su huesudo torso al haberle fallado. Él debió ser su faro al igual que el del resto. Miró por todos lados en esa desierta playa excepto por ellos cinco que rodeaban la rota fogata por el arrebato de furia.
La verdad era que estaban todos dentro de esa playa con olas embravecidas y no había ningún faro que pudiera reunirlos.
Saito pareció decidido a ponerle fin a ese funeral dónde la única que se atrevía a derramar lágrimas era la novia que nunca había aceptado la relación. Su apagada mirada por los antidepresivos buscó a Haruki quién lo había imitado con el deseo de escapar de esa ceremonia donde también enterraban su amistad.
-Descansa en paz, Taekushi...
Ya no quedaba vestigio de la tela multicolor al igual que la mezcla de fantasía e inocencia que los había rodeado hasta ese momento.
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KINAGE
Teen FictionSeis amigos que no encuentras sus esencias ni sus metas, sumado a su crisis existencial está la falta de amor del entorno. Perder a uno de sus amigos logra llevarlos al límite de su antigua versión, obligándolos a aceptarse o destruirse.