Cuando llegó el momento de la peluca verde manzana, había cierto aire de tensión en la chica de las pelucas. Ahora nuestros días los pasábamos caminando por la orilla de la playa, charlando y disfrutando de los atardeceres.
Ella me contó que vivía con su madre y que su padre las había abandonado cuando era apenas una niña, que tenía una abuela y una tía que eran pilares fundamentales en la vida de ella y su mama; y que su prima Ileana, era la mejor del mundo.
Yo le conté que mi madre había muerto cuando tenía diez años, que mi padre era un hombre justo y trabajador pero que no era muy cariñoso, pero que mi hermano mayor que había sacado la radiante personalidad de mi madre, era lo suficientemente cariñoso por todos en mi casa.
El día en que la chica de las pelucas de colores se veía triste había sido un día lluvioso y tormentoso, y parecía que iba muy a la par con ella. Esa tarde tuvimos que quedarnos en el centro recreativo, viendo la lluvia caer. La gente era poco, y los ánimos apagados.
Yo no sabía qué hacer, pónganme con esta chica explosiva en su mejor estado de ánimo y podría con ella. Pero no podía decir lo mismo cuando por primera vez veo la tristeza embargarla.
Durante todo un rato me quede a su lado en sin decir palabra alguna, creyendo que un silencio reconfortante sería lo que necesitaba, eso solía ayudarme a mí, pero no podía decir lo mismo de ella. Supongo que era diferente para ambos.
En la pista una canción lenta comenzó a sonar, enrareciendo aún más el ambiente. Mirando a la chica a mi lado y a su mirada lejana, tomé una decisión.
La tome de la mano y esta vez fui yo quien la llevo a la pista. Esta vez iba un poco más casual, con un pantalón verde manzana y una camisa negra con lunares del mismo color de su peluca. Y fiel a su atuendo sus impecables zapatillas blancas.
Si parecía sorprendido no lo demostró, e inmediatamente cuando llegó se abrazó a mí, como si desesperadamente necesitara un ancla que la sacara de la oscuridad que parecía haberla tragado.
Nos quedamos así por lo que parecieron horas, aferrados el uno al otro. Mientras las canciones pasaban, y las melodías cambiaban, nosotros nos mantuvimos así, juntos. Y cuando sentí la humedad de sus lágrimas empañar mi camisa, no dije nada. Porque ella no se estaba quejando de lo fuerte que la tenía abrazada.
Quería quitarle su dolor, su tristeza, tomarla toda de ella hasta que no quedara ningún rastro y entonces una de sus hermosas sonrisas volviera a florecer.
Yo había caído muy profundo por la chica de las pelucas de colores. Y lo que su presencia hacía en mi vida, iba más allá de lo que las palabras podrían explicar.
De pronto, acabando con el momento que nos envolvía ella me empujo y la mirada que me dedico, rompió mi corazón.
—Te odio—Dijo con un desgarrador dolor que me quemo—
Y salió corriendo, lejos de mí.
No la deje de ir así de fácil.
La lluvia estaba menguando, pero no lo suficiente para no rociarnos. La alcancé tomando su brazo, se rehusó, o al menos lo intento pero al final termino volteando a verme.
—Déjame por favor—Susurró con voz rota—Me tengo que ir, Will.
Aunque trato de sonreír fue una sonrisa estropeada por las lágrimas.
Y sentí que esas palabras significaban más de lo que parecía.
Si la dejaba ir...no la volvería a ver.
—No puedo, no sin que me expliques que está pasando.
—Es mejor así, querido Will. Déjame ir ¿por favor?—Suplicó— Tu puedes Will.
—Puedo, pero no quiero—La jale hacia mí y la abrace fuertemente— De que estas huyendo, dímelo...Leah.
Era la primera vez que estaba usando su nombre, y eso marco una gran diferencia que en nuestros corazones fue palpable. Se aferró a mí aún más que en la pista de baile.
—No debería estar aquí Will, no debería haber sido tan egoísta como para decidir quedarme a tu lado. No debí acercarme a ti, Will, no debí.
— ¿Piensas que solo fue tu decisión egoísta los que nos mantuvo juntos?—-pregunte apartándola un poco de mí—No fue solo tu increíble e irritante insistencia Leah, yo te quería a mi lado. Te quiero a mi lado.
Eso solo la hizo llorar más, pero como si de pronto hubiera tomado una decisión definitiva se echó para atrás.
—Una vez preguntaste porque usaba peluca—Lentamente llevo su mano a la peluca verde manzana y la fue sacando— esta es la razón Will, me estoy muriendo.
Cerré los ojos y deje que esas palabras calarán muy dentro de mí, lo que sentí después fue mi corazón rompiéndose en mil pedazos. Una ilusión, un sueño y una esperanza siendo rasgados como hojas de papel.
Le di la espalda mientras aguataba la respiración, porque en mucho tiempo por primera vez tenía ganas de volver a llorar.
—Lo siento Will—Susurró mientras sus brazos me rodeaban por la cintura— No debí ser tan egoísta. Debí dejarte ir mucho antes.
—No te hubiera dejado—Susurre alzando la vista al cielo, el suave roció de la lluvia bañando mi cara—Y ahora tampoco. No quiero dejarte Leah, no ahora.
—Tienes que, no quiero hacerte pasar por eso, no a ti. Ni a nadie más—Su voz estaba bañada de un dolor palpable—Acepte mi destino hace tiempo, pero las personas a mi alrededor no pueden. Mi madre sufre cada día y mi abuela y tía junto a ella. No quiero a nadie más pasando por ese dolor. Ya no.
— ¡Tonta!—Le dije antes de encararla— No puedes pedirle que te dejen ir así de fácil ¿tienes una idea de lo especial que eres? Le has dado un nuevo sentido a mi vida, y siendo así no quiero imaginar la huella que has dejado en ellas. Tú puedes aceptar tu destino, pero ellas siempre albergaran la esperanza de que puedan salvarte y a así mantenerte a su lado. Tú no puedes evitar ser como eres, y la gente no puede evitar quererte.
Di un paso adelante y la tomé de sus manos.
—No importa si me odias Leah, ahí estaré. No importa cuando duro intentes alejarme, no me iré. No importa que tan feo sea el panorama, tomare tu mano por lo que te reste de vida—Le sonreí— Una vez me dijiste que fuera feliz contigo, pues aquí estoy. Y lo seré hasta el último momento—La atraje hacia mí y la abrace—No voy a soltarte Leah.
—Will...
El llanto tan desgarrador que la chica de las pelucas soltó esa noche, quedó marcado para siempre en mí.
Tantas emociones contenidas, tantos sentimientos reprimidos, tantos sueños incumplidos, y una gran rabia sin salir.
Por primera vez, esa noche, la chica de las pelucas se permitió sentir el dolor que le causaba el hecho de saber que no iba a poder seguir viviendo, ni estando junto aquellos que amaba.
Lloro, y yo solo pude sostenerla fuertemente mientras le prometía en silenció que el resto de lo que le quedara de vida, la iba a dedicar a hacerla muy feliz.
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La chica de las pelucas de colores
JugendliteraturAzul eléctrico, rosa chicle, amarillo limón y un sinfín de colores con los que fácilmente la podría describir. Ella era luz, y salpico mi mundo gris con los colores de su corazón.