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DULCE O TRUCO; LA ELECCIÓN ES TUYA
PARTE 1


El departamento de Raziel es lo contrario a la palabra «acogedor». Es un lugar marcado por los años, como todo el edificio. Las paredes son de un blanco sucio, manchado y dañado por la humedad. No hay demasiados muebles, sino los necesarios. Hay hojas de periódicos por donde mire y una enorme pila de papeles viejos. Sobre una mesa de café hay un par de libros de los que reconozco sus portadas; son los mismos libros que, en ocasiones, vi leer a Dhaxton. También hay dos tazones —que supongo pertenecen a Raziel y Camille— y un cenicero lleno de colillas aplastadas.

Al adentrarme, noto que la madera bajo mis pies cruje. El piso está tan viejo que parece que no lo han limpiado en años. Siento que si doy un mal paso, la madera se romperá y caeré al departamento de abajo.

No me atrevo a entrar.

—Entra con confianza —apremia Camille, dándome unas palmaditas en la espalda.

Difícil lo tengo con la sola presencia de Raziel, quien asoma por la sala con un peinado partido a lado y todo el cabello hacia atrás. Me recuerda a los modelos de revistas de perfumes; peinados, pero de aspecto varonil y maduro. Serio como siempre, hace un ademán a modo de saludo pero su mirada está lejos de ser amena, sino analítica.

—Te he traído esto —le enseño la chaqueta que me prestó la otra noche.

—Déjalo en el sofá. Ya son las 18:13, deberíamos empezar —nos dice.

Camille asiente mirando hacia un reloj que cuelga de la pared.

—Yo me ocuparé de arreglar los detalles de la capa y tú ocúpate de maquillar a Raziel —me encomienda y se pone de pie para sacar dos pinturas del mueble donde reposa un televisor—. Aquí, toma, es lo mejor que pudimos conseguir.

—Tranquila, yo traje pintura especial para el rostro.

—Eres una chica preparada, me gusta.

Camille se pasea por la sala, agarra un par de cosas y luego entra por una puerta vieja que queda junta, con unos pocos centímetros de abertura que enseñan su interior.

Es Raziel, quien se sienta junto al sillón frente a la ventana, el que me logra distraer.

—Desde aquí tendrás mejor iluminación —justifica.

Saco las pinturas y un par de pinceles que ya no ocupo para comenzar y los pongo sobre la mesa de café. Raziel relaja la cabeza en el respaldo del sillón, permitiendo que vea su cuello y cierra los ojos, completamente entregado a mi arte.

No tengo una idea muy clara de cómo saldrá mi maquillaje, porque jamás he usado el cuerpo de una persona como si de un cuadro se tratase, pero vi en un programa de Netflix que es todo un tema... Así que espero hacerlo bien, porque no quiero arruinarlo.

Saco mi celular para consultar la imagen de referencia. Los dos colores por ocupar son el blanco y el negro, así que no será tan complejo en cuanto a la combinación. Son los detalles pequeños los que me preocupan. Froto el pincel en la pintura blanca; como es una pintura especial, es cremosa y no necesito de agua.

—Bien, aquí voy... —pronuncio para mí misma.

Raziel frunce el ceño al escucharme y logro ver su comisura izquierda elevarse un poco. Eso me pone nerviosa, porque no sé si dentro de su cabeza me está llamando patosa o porque le divierte cómo expongo mi nerviosismo. Por ello el primer pincelazo es torpe y tambaleante.
Comienzo por su mejilla, rodeo sus pómulos, contorneo la curva bajo su ojo y paseo por su quijada. Raziel tiene facciones marcadas y rectas; su quijada sobresale bajo sus orejas. Sus mejillas son delgadas, aunque no demasiado, y posee unos pómulos que solo logras ver cuando sonríe. Es de pestañas cortas. Posee doble párpado en uno de sus ojos. Y sus cejas son negras, gruesas y pobladas pero ordenadas. Su frente es amplia, sin imperfecciones. Desde lejos, se puede apreciar que tiene una piel blanca, como si llevara todo el tiempo un filtro de Instagram; de cerca, las marcas guardan experiencia. Hay un corte reciente, que supongo se lo hizo al afeitarse. Tiene una pequeña cicatriz en un pómulo y un pequeño lunar sobre una ceja.

INTENCIONES OCULTAS  EAM#2 | PRONTO EN LIBRERÍASDonde viven las historias. Descúbrelo ahora