Capítulo 10

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Me monté en su coche y su mirada se encontraba seria con su mandíbula tensionada.

—¿No tienes cosas más importantes que hacer a esta hora? —me atreví a romper el silencio, aunque supongo que no había sido la mejor pregunta para hacerlo. Puso el coche en marcha y me acomodé en mi lugar, expectante a su respuesta.

—Siempre hay cosas más interesantes por hacer —respondió simplemente, y sonreí.

—No sé cuál sea tu plan detrás de todo esto, pero agradezco que me lleves a mi departamento —Kai se mostró completamente indistinto. «¿Qué diablos le sucedía?», pensé —¿Te encuentras bien?

Ante su actitud distante, yo no debería preocuparme. De hecho, que me ignorara me hacía un grandioso favor. Por el momento, mi respiración se encontraba normal y mis manos no sudaban. La Piper usual estaba de regreso. Una pequeña sonrisa se dio a relucir en mi rostro.

—Sí —respondió cortante.

Eso era todo. No iría a rogarle que tuviéramos una conversación como ayer. Volteé hacia mi ventana y me digné a mirar todo lo que se encontraba cubierto por la nieve.

El frío jamás había sido de mi agrado. Sí, había ciertas cosas que me gustaba de él, como usar botas, que Mowgli se acurrucara conmigo, o meterme entre mis cobijas. Sin embargo, aquellas cosas eran contadas con los dedos de una mano.

—Atlas me ha dicho que hoy fue a la cafetería —se dignó a hablar, pero rodé mis ojos apenas lo nombró. Ya no sabía quién era peor; Atlas o Kai.

—La próxima vez que aparezca, estaré equipada con gas pimienta —la seriedad pareció desvanecerse y una sonrisa de lado se formó en su rostro —. ¿Es él tu mejor amigo?

Su vista se encontraba fija en la ruta y mi mirada se dirigió hacia sus labios. Quería apartarla, pero parecía serme imposible. El recuerdo de ellos sobre los míos me invadió y mi respiración comenzó a agitarse. Fue cuando comenzó a hablar que logré dejar de observarlos.

—Somos como hermanos —explicó —. Jed es mayor que él, por lo que siempre fue difícil que tuvieran una estrecha relación —al decir aquello, no pude evitar pensar en Brynn. Lo mismo había sucedido con ella y su hermana. Liv y yo nos llevábamos seis años de diferencia y, aunque muchas relaciones fueran difíciles con esa diferencia de edad, nosotras habíamos tenido que atravesar muchas cosas juntas. Yo había tenido que crecer de un día para el otro y Liv era la única persona a quien yo tenía, a fin de cuentas.

—¿Qué hay sobre tu familia? —me atreví a preguntar y pude notar que no era un tema indicado para hablar al ver cómo se había tensionado.

—Me gusta que mi vida siga siendo privada —dejó en claro.

Aquello era exactamente lo mismo que yo le había respondido cuando me había invitado a jugar con él en la fiesta de Año Nuevo. Pues, su vida no parecía ser tan privada que digamos. Que se había follado a media ciudad no era ningún secreto.

—Mañana no trabajo —le informé, para que no fuera a recogerme. Él asintió y mis ojos se dirigieron hacia sus manos puestas en el volante. Aquellas que anoche acariciaban mis muslos... y mi entrepierna. Una sensación de calor me invadió.

¿Y si me lo tiraba y ya? Eso acabaría con lo que ahora parecía estar tornándose una tortura. No, debía mantener mi compostura. Si follábamos, él me desecharía al día siguiente. No toleraría sentirme usada de esa forma.

—¿Qué miras tanto? —me preguntó y tragué grueso. Su actitud fría hacia mí ahora volvía a hacerse presente. Es así exactamente como se comportaría luego de haber conseguido lo que quería conmigo. De ninguna forma me acostaría con él. Su mirada ahora se dirigió hacia mí — ¿Te sucede algo?

Hasta la Última Pieza ✔️©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora