La cámara de los secretos

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Capítulo 15

Harry sabía que todo el misterio podría resolverse al día siguiente sin la ayuda de Myrtle, pero, si se presentaba, no dejaría escapar la oportunidad de hablar con ella.

Y afortunadamente se presentó, a media mañana, cuando Gilderoy Lockhart les conducía al aula de Historia de la Magia.

Lockhart, que tan a menudo les había asegurado que todo el peligro ya había pasado, sólo para que se demostrara enseguida que estaba equivocado, estaba ahora plenamente convencido de que no valía la pena acompañar a los alumnos por los pasillos. No llevaba el pelo tan acicalado como de costumbre, y parecía como si hubiera estado levantado casi toda la noche, haciendo guardia en el cuarto piso.

—Recordad mis palabras —dijo, doblando con ellos una esquina—: lo primero que dirán las bocas de esos pobres petrificados será: «Fue Hagrid.» Francamente, me asombra que la profesora McGonagall juzgue necesarias todas estas medidas de seguridad.

—Estoy de acuerdo, señor —dijo Harry, y a Ron se le cayeron los libros, de la sorpresa.

—Gracias, Harry —dijo Lockhart cortésmente, mientras esperaban que acabara de pasar una larga hilera de alumnos de Hufflepuff—. Nosotros los profesores tenemos cosas mucho más importantes que hacer que acompañar a los alumnos por los pasillos y quedarnos de guardia toda la noche...

—Es verdad —dijo Ron, comprensivo—. ¿Por qué no nos deja aquí, señor? Sólo nos queda este pasillo.

—¿Sabes, Weasley? Creo que tienes razón —respondió Lockhart—. La verdad es que debería ir a preparar mi próxima clase. Y salió apresuradamente.

—A preparar su próxima clase —dijo Ron con sorna—. A ondularse el cabello, más bien. ¿Se puede saber dónde está Andrea?

—No lo sé, no la veo desde el desayuno...—contestó Harry algo preocupado.

Dejaron que el resto de la clase pasara delante y luego enfilaron por un pasillo lateral y corrieron hacia los aseos de Myrtle la Llorona. Pero cuando ya se felicitaban uno al otro por su brillante idea...

—¡Potter! ¡Weasley! ¿Qué estáis haciendo?

Era la profesora McGonagall, y tenía los labios más apretados que nunca.

—Estábamos... estábamos... —balbució Ron—. Íbamos a ver...

—A Hermione —dijo Harry. Tanto Ron como la profesora McGonagall lo miraron—. Hace mucho que no la vemos, profesora —continuó Harry, hablando deprisa y pisando a Ron en el pie—, y pretendíamos colarnos en la enfermería, ya sabe, y decirle que las mandrágoras ya están casi listas y, bueno, que no se preocupara.

La profesora McGonagall seguía mirándolo, y por un momento, Harry pensó que iba a estallar de furia, pero cuando habló lo hizo con una voz ronca, poco habitual en ella.

—Naturalmente —dijo, y Harry vio, sorprendido, que brillaba una lágrima en uno de sus ojos, redondos y vivos—. Naturalmente, comprendo que todo esto ha sido más duro para los amigos de los que están... Lo comprendo perfectamente. Sí, Potter, claro que podéis ver a la señorita Granger. Informaré al profesor Binns de dónde habéis ido. Decidle a la señora Pomfrey que os he dado permiso.

Harry y Ron se alejaron, sin atreverse a creer que se hubieran librado del castigo. Al doblar la esquina, oyeron claramente a la profesora McGonagall sonarse la nariz.

—Ésa —dijo Ron emocionado— ha sido la mejor historia que has inventado nunca. No tenían otra opción que ir a la enfermería y decir a la señora Pomfrey que la profesora McGonagall les había dado permiso para visitar a Hermione.

Andrea Bletchley y la cámara de los secretos ☆Donde viven las historias. Descúbrelo ahora