Noticias nuevas todos los días, una tras otra bombardeaban mi bien estar. La verdad es que no tuve ni tiempo de entender que era lo que estaba sucediendo a mi alrededor. De un momento a otro las puertas de mi casa se cerraron y conviví con los demás integrantes de mi familia las veinticuatro horas del día, pero el tiempo pasaba aún más lento cuando estaba sola. De repente las costumbres y placeres cotidianos se restringieron a mis cuatro paredes, ya que muchas veces era el único lugar donde el silencio se expresaba.
Nuevas noticias tocaban la puerta. Al principio, le prestaba atención a cada una de ellas pero... ¿cuáles eran ciertas? ¿Debía de confiar en ellas? Todo el mundo daba su opinión sin fundamentar de forma concreta los hechos. Después un tiempo, el cual no pasaba, las puertas seguían cerradas con candados y mi agobio aumentaba. Sin embargo, hubo un momento en el cual ya ni se que era lo que sentía, todo era tan raro... ajeno... Intente seguir con mi rutina y puse todo mi empeño en amoldarme a la "nueva normalidad", la cual estaba llena de connotaciones periodísticas que deterioraban mi voluntad para sobre pasar la situación. Casi nadie lograba discernir entre la realidad y las películas de ficción, debido a que las circunstancias ponían en peligro la razón del ser humano ante las adversidades de la vida.
Al retroceder en el tiempo, recuerdo que mis días eran todos iguales más allá de mis esfuerzos por descubrir algún pasatiempo o fantasía que me distraiga de la cotidianidad llena de contradicciones. En consecuencia, observe día tras día cuatro departamentos desde el balcón de mi casa ya que notaba situaciones que me llamaban la atención (seguro que estaba aburrida porque nunca antes le había dedicado tanto tiempo a algo tan absurdo). La chica del la mesa en el patio, el perro y su dueño, la ventana con papel de diario y el señor que realizaba su ejercicio de los martes y jueves en una cinta estática. Lo más gracioso es que me he preguntado si alguien me observaba como yo a ellos. La televisión y sus programas de noticias fomentaban el discurso del odio y desesperación. Cada dos semanas un nuevo anuncio y yo intentando descifrar entre lo correcto e incorrecto. A todos esto, la mesa en el balcón ya no estaba y la persiana de su cuarto estaba cerrada. Ya no hubieron más aplausos a las nueve ni cacerolazos de protesta a las ocho de la noche. ¿Se habrá acabado la función y no me enteré? Prendí el noticiero y la pesadilla continuaba sin ningún corte publicitario. El café de la 7:30 confirmaba mi deber de persistir y autoexigime la rutina pero el de las 6:50 confirmaba la hora de la revolución. Estaba cansada de los amagues y jugadas políticas sobre la "apertura" y lo peor de todo era... ¿quien tenía razón? Eso fue lo complicado y hasta el día de hoy nadie logró resolverlo.
Los eternos días ya no fueron tan pesados porque mi actitud hacia ellos cambió sin tener en cuenta la hipocresía que presenciaba y presenta la realidad de nuestro país. Aprendí a disfrutar de pequeños momentos compartidos y entendí que muchas cosas no están a nuestro alcance. El comienzo de la "nueva normalidad" superó mis expectativas, ya que nada fue tan drástico como se lo planteaba. La compañía de mis mascotas logró disminuir la ansiedad cotidiana que se encargaba de molestar durante las noches. Fue ese el caso en el que me di cuenta que una de ellas ya es mayor y capaz el tiempo en casa no fue tan malo como esos primeros días de incertidumbre.
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CUATRO PAREDES (2020)
RandomEn este pequeño escrito resumo lo que se significó mi 2020 dentro de mis cuatro paredes. Asimismo, no quise que sea muy extenso y por lo tanto solamente desarrollé lo que más me llamo la atención al recordar esos días de encierro. Por otro lado, qu...