Especial: Navidad 2020

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El sol caía sobre aquel horizonte que irradiaba sus destellos canela sobre las tierras que parecían bañadas de perlas, mientras las campanas alegraban con su canto celestial las últimas horas de la tarde, marcando así el culmine de la misa navideña en aquella capilla cubierta de nieve, donde los fieles se despedían con grandes sonrisas en direcciones a los hogares en donde se reunirían con sus familias.

Una a una las farolas de la avenida se encendían centellando con su resplandor dorado las calles de aquel pueblo desolado con calor, la alegría de los adornos navideños que centellaban sobre las misma y dibujaban un verdadero espectáculo ante los curiosos ojos verdes de aquella niña de nueve años que volvía a Edelweiss, aprovechando las fiestas, para visitar a su abuela.

Viorica estudiaba el paisaje sentada en la parte trasera de la destartalada camioneta de su padre, la cual de tanto en tanto y con la ayuda de algún que otro bache, les daba a los niños la alegría de la tarde al hacerlos retumbar en sus asientos. La niña se encontraba inmersa en el pueblo, en los ornamentos jade y escarlata o los osados que teñían todo de oro y plata, los saludos que recibían de personas que ni conocía pero aun así les ofrecían grandes sonrisas, mientras jugueteaba inconscientemente con el dobladillo del vestido con estampado escoces que su abuela le había enviado, incapaz de desligar de su cabeza cual sería la sorpresa de que sus padres nombraron, el regalo por el que ellos parecían sumamente entusiasmados.

Su mirada esmeralda volvió nuevamente al camino cuando este comenzó a perder lujo, cuando los pinos comenzaron a fundirse con el pavimento que lentamente se convertía en tierra, cuando la civilización ya los había dejado atrás. Allí estaba, oculta tras los pinos el motivo por el que sacó la cabeza por la ventana con una enorme sonrisa, aquella cúpula que guardaba más que risas y encuentros, la casona victoriana en la que había nacido, donde la habían criado.

- Llegamos a casa, niño.- Sus padres les sonrieron desde los asientos delanteros, destrabando los seguros para que pudieran bajar, rencontrase con sus raíces, su verdadero hogar.

Las puertas del coche se abrieron de par en par, acompañada por los gritos de los niños que clamaban a su abuela que abriera, que se reencontrara con ellos. Podían observarla por la ventana empañada, aquella hermosa muchacha de espeso cabello negro cuya mirada se vio invadida de lágrimas al verlos avanzar entre la nieve, obligándola a abandonar aquel árbol verde que adornaba con cristales, luces y ornamentos plata y escarlata.

La Sahira abrió la puerta cuando los niños subían las escaleras del pórtico y no tardaron mucho en prenderse de los pliegues de su vestido negro para perpetuar su reencuentro con un abrazo.- Pasen, pasen...- Incitó a los niños a avanzar cuando Crina y Razva alcanzaron los veloces pasos de los pequeños.

Las luces que adornaban con su brillo parpadeante toda la casa, el aroma canela de las majestuosas galletas que Anouk amasaba junto a Doira embriagaba a la pequeña Elementy que, en su inútil intento por descifrar que había envuelto debajo del árbol, acomodaba a su antojo las figurillas de cristal que danzaban en el árbol mientras la noche lentamente caía sobre el pueblo que celebraba en sus hogares la mientras esperaban el nacimiento de su salvador.

- Tú la traes.- De repente, Viorica sintió la presión de dos firmes manos sobre su espalda, el empujón que le dio su hermano y casi la obligó a caerse del banquillo en el que se encontraba ubicada para llegar hasta en tope del árbol.

- ¡Cristian! – La niña con la cara salpicada de pecas chilló persiguiendo a su hermano por la habitación, dando inicio a uno de esos juegos que tanto les gustaban, destructivos y peligrosos.

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⏰ Última actualización: Dec 29, 2020 ⏰

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