Una mañana de Navidad

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Disclaimer: El universo de Harry Potter, su historia y sus personajes le pertenecen totalmente a J.K Rowling. Esta historia está escrita sin ningún fin de lucro.

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Los ensordecedores gritos psicóticos fueron los que trajeron de vuelta a Sirius Black de los recuerdos de su juventud aquella madrugada de navidad. Observó las paredes ennegrecidas de su celda intentando ubicar dónde se encontraba. Un gemido abandonó sus labios cuando entendió que seguía en aquel deplorable sitio.

—No de nuevo...—susurró para sí mismo en un tono de desesperanza.

Ocho años dentro de las mismas paredes sólo aumentaban la desesperación que se filtraba en sus huesos cada vez que despertaba con el recuerdo de James riendo a su lado; recuerdo que más tarde era devorado por la amarga realidad que se ceñía ante él. Un villancico escapó de su quebrada voz mientras intentaba contener las lágrimas que amenazaban con salir de sus ojos.

Los dementores no dejaban lugar para albergar algo de felicidad o esperanza en su corazón y tantos años a su lado lo hacía mucho más difícil. Todos sus recuerdos alegres se los llevaba el frío viento, dejándolo como un cascaron vacío y sin vida.

Así fue como lo encontró el espíritu de aquel con el que tuvo más discusiones y comentarios mal intencionados. Un haz de luz se materializó frente a él iluminando su decrépito aspecto y sus desorbitados ojos inyectados de sangre. Por un instante pensó si las alucinaciones por la alta exposición de dementores estaba llegando a un nuevo nivel, pues la persona frente a él era el mayor de sus enemigos y quien su corazón anhelaba desesperadamente ver otra vez.

Regulus Black apareció en la mazmorra con un aspecto semitransparente frente a sus ojos.

No le diría a nadie, pero uno de los recuerdos que venían a su mente cuando una criatura oscura intentaba llevarse su alma, eran sus peleas con su hermano. Vaya... parecía que la lista de sus remordimientos aumentaba cada vez más.

Su cuerpo se arrastró hacia la otra esquina mohosa de la habitación. Había aprendido que acercarse a los barrotes de hierro solo traería escalofriantes consecuencias. Sus manos, llenas de hilos de sangre que el tiempo borraría, temblaban al avanzar un par de centímetros a la vez que jadeaba suavemente, pero estaba decidido a ignorar la escalofriante ilusión de su difunto hermano que su mente le mostraba.

—Tan amable como siempre, Sirius—mencionó con su típico humor seco.

Regulus observaba fijamente el costado de su hermano con la preocupación floreciendo en su pecho; desde su muerte su alma no había podido descansar en paz por la persona que tenía frente a él. Ambos cometieron errores y los remordimientos crecieron con los años, sin embargo, los últimos años la tristeza de su hermano lo había invadido. Sabía que estaba en mal estado, pero verlo arrastrase por el suelo, siendo alguien que caminaba tan despreocupadamente, era doloroso.

—Sirius—llamó para atraer su atención porque parecía que nuevamente se perdía en los desgobernados pensamientos de su mente, meciéndose levemente con la mirada perdida.

La mirada de ambos hermanos regreso al otro—Eres tú de verdad...—susurró incrédulo Sirius. Sus pensamientos corrían desenfrenados con un millón de palabras atoradas en su garganta, pero el ser humano es orgulloso y lo único que llenó su cabeza y su corazón en un instante fue el mismo desdén que proclamaba desde que era joven.

—¿Qué haces aquí? — cuestionó con frialdad hacia la persona que se alzaba imponente ante él—Tu maestro está muerto, tu deberías estar ardiendo detrás del velo con él

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