10. Pasión a cuatro manos

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- ¿Prin...cesa?

A pesar de estar en esa situación inesperada y más caliente de lo que pensaba que podía manejar, el cerebro de Kohaku registró esa palabra, y lo miró tan sorprendida como confundida. ¿Quién, ella? Sabía de la existencia de las princesas por una de las cien historias, pero tenía entendido que eran hijas de reyes, lo cual no era su caso. Había escuchado a Stan decir un par de apodos poco agraciados con ella, pero eso era antes de que se llevaran bien. "Princesa", aunque no lo fuera, sonaba a un halago, y muy en el fondo su corazón latió de más, porque alguien la considerara así. Una vez más, honestamente la trataban como mujer, y no como un animal salvaje.

Los labios del soldado estaban a milímetros de los de ella, y la hubiera besado, de no ser porque Kohaku repitió confundida en modo de pregunta esa palabra. Pese al ardiente momento en que Stan todavía la tenía sostenida en el aire, aprisionando su cuerpo entre él y la pared, él también parpadeó un par de veces sorprendido, aunque más bien por la forma en que los ojos de ella brillaron fugazmente luego de decir eso, pero sonrió enseguida.

- Sí, princesa. Eres nuestra princesa, que vive en la torre del castillo malvado –le dijo en un tono bajo y divertido, todavía junto a sus labios– Te ganaste ese apodo, de tan especial que resultaste ser.

Stan recortó la ínfima distancia entre ellos con la intención de volver a besarla como había pretendido antes, no podía resistirse al ver esa joven contradictoriamente apasionada e inocente que era tan transparente con las expresiones de su rostro, y era evidente que le había gustado el apodo. Pero nuevamente fue interrumpido, esta vez por una voz a su espalda.

- ¡Espera, Stan! No puedes. Ya lo hablamos.

- ¿No puedo qué?

- Lo que estás pensando hacer con ella.

- Más bien diría que ella volvió con la intención de hacer algo con nosotros, Xeno –le respondió en su idioma.

- Como sea, no puedes, y lo sabes.

- Sí, ¿Y? No necesariamente es lo que piensas. Me parece que también voy a tener que enseñarte un par de cosas a ti, además de a ella.

- ¿Perdón? –Siempre le picaba cuando Stan le respondía de esa forma altanera, burlona.

- Puedo esperar esa ignorancia de Kohaku, aunque no sé cómo hizo para no meterse mano en toda su vida al menos, pero de ti... Me hace dudar mucho de tus cualidades de amante –Acentuó su sonrisa– Pensaba dejarte un poco más de lugar, pero ahora creo que tendré que encargarme personalmente de enseñarle a nuestra princesa. Si vas a quedarte, espero que colabores conmigo en darle un poco de lo que vino a buscar voluntariamente, no que pongas palos en la rueda.

Más allá de la burla en las palabras de Stan, a Xeno no le gustaba tanto la idea de compartir, y menos de tener un espectador en una situación íntima... Pero si se iba, estaría entregando a Kohaku a las garras de Stan, definitivamente. A pesar de no estar de acuerdo, iba en serio antes con lo de no perder frente al otro. En esa situación, su amigo le estaba dejando en claro que él llevaría las riendas de lo que sea que suceda luego, y no podía interponerse, pero eso no significaba que él se quedara vigilando en un rincón de la habitación, la sola imagen le provocó un escalofrío. Miró a Stan con toda la fiereza que pudo para demostrarle que eso no iba a quedar así, y dio un paso adelante.

- Ya sabes mi postura, Stan, no me echaré atrás, y estoy harto de que me subestimes. De todas formas, no te excedas con ella.

- No confundas intensidad con cuidado. Podría ser gentil con ella, y sin embargo hacerla retorcerse de placer. Pretendo hacer ambas, claro –Luego de sonreír con confianza, volvió a dirigir su atención a la mujer que todavía sostenía.

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