Las gotas de lluvia mojaban sus zapatos a cada zancada que daba. La calle estaba vacía, Laila miraba como las fachadas de los edificios se teñían de un tono más oscuro y las nubes cubrían el cielo por la fuerte tormenta, dando el paraje típico del norte de Gran Bretaña.
Laila no pertenecía a esas calles. Aunque no la conocieras lo podrías llegar deducir solo por las expresiones que pone a cada paisaje de Edimburgo que se posa sobre sus ojos. Ella estaba acostumbrada a París; a sus calles, a su clima, a su gente... Edimburgo es muy diferente; caminar por el centro de la ciudad parece como si estuvieras en una novela clásica, las calles principales tenían tiendas con fachadas coloridas para llamar la atención, en cambio las calles residenciales tenían un tono gris por las fachadas de piedra y el estilo de sus casas. Las zonas de bares eran oscuras con pequeños letreros luminosos, pero podías encontrar llamativos grafitis en las puertas de los garajes. Laila amaba el estilo rustico y antiguo que desprende esa ciudad, amaba la paz que sentía caminar cerca del castillo o entrar en la galería de artes.
El motivo de su estancia allí era los estudios, aún estaba estudiando literatura en la universidad. Quería escribir su primera novela, pero no tenía la fuerza voluntad para hacerlo. La gente le suele decir que siendo tan guapa no podía tener inseguridades, pero ella no lo veía. Si es guapa, no lo admitirá, pero lo es; es alta para ser chica, mide un metro setenta y cinco, tiene un cuerpo delgado y carece de curvas, pero eso es lo que le favorece. Su pelo es castaño, largo y liso; tiene unos preciosos ojos color miel y unas pocas pecas alrededor a la nariz.
Pero ahora mismo su físico le serviría de poco. Las gotas de lluvia caían por su pelo haciendo que se ondulara ligeramente, sus pasos se aceleraban cada vez más con la intención de encontrar un refugio. En ese momento no había gente en la calle, aunque por Victoria Terracee no solía pasar mucha gente. En el instante en el que Laila dejo esa calle atrás, encontró el único lugar abierto en esa tarde de Domingo. Leyó el cartel que había fuera de la verja Central Library. Por un momento Laila se paró a pensar si entrar o no, pero dedujo que siendo un lugar público nadie le diría nada. Antes de entrar observó la inscripción que se hallaba encima de la entrada LET THERE BE LIGHT.
Al final entró y recorrió con la mirada cada estantería que había al rededor. Era un espació grande, las estanterías rodeaban las paredes y creaban pasillos por el centro de la sala. Las paredes eran de color amarillo y en algunas partes de la biblioteca había pilares para sujetar el techo, que estaba formado con bóvedas del mismo color de las paredes, pero decorado con tonos blancos en las esquinas. Las estanterías que estaban más pegadas a la pared, tapaban la parte de abajo de los ventanales, pero se llegaba a ver la forma de media luna que sobresalía. Laila puso su mano en una antigua estantería y toco el lomo de un libro, era el lugar más perfecto que podía haber encontrado, leer le daba sensaciones tan intensas que sería capaz de no salir de allí nunca.
Laila caminó un rato por algunos pasillos mirando los libros que le llamaban la atención, estaba tan concentrada que no pudo notar que alguien le observaba. A unas cuantas estanterías a la derecha había un chico subido encima de una de ellas. Miraba con curiosidad a la alegre chica que parecía una niña en una tienda de caramelos. Ella le llamaba la atención y decidió hacer ruido para captar su mirada. El joven chico dio un golpe con su zapato en la parte superior de la estantería y desvió su mirada. Laila al escuchar el golpe giro su cabeza para descubrir quien lo había provocado.
Y en ese momento fue cuando los ojos de Laila se fijaron en el chico. Estaba sentado en lo alto de una estantería, mirando por las pequeñas ventanas que el mueble dejaba ver. Ella no pudo quitar la mirada, y no sabía por qué. Pero estaba claro; las facciones marcadas del chico llamaban la atención, dándole un toque atractivo. Tenía unos ojos azules que conjuntaban con unas cejas negras, como su pelo; su cabellera era un poco larga y poseía algunas ondulaciones. Pero lo que más llamó la atención de Laila fue el humo que salió poco a poco de su boca. Después de echarle un ojo a sus prendas decidió sentarse en la mesa que tenía cerca, pero no caminó como lo había hecho hasta entonces, empezó a caminar de manera más genuina porque quería que los ojos azules del chico se fijaran en ella y lo consiguió.
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Efímeros
Teen FictionPuede ser que nuestra historia fuese breve, puede que solo sea un punto y coma en mi historia y puede que sea solo un borrón de tinta en la tuya. Pudo serlo todo y se quedo en poco, poco tiempo, pocas letras y pocos versos... Relato corto (solo un...