Capítulo 41

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[ Red ]

De camino a Destiny llamé a Beau, después de sus incontables llamadas perdidas preguntándome qué pasó. Me dijo que pase por su casa, allí iba a contarme todo lo que sucedió en mi ausencia. Él tiene lo que conseguimos, y de paso tomaremos la cerveza que tanto nos debíamos.

Aquí estoy, tocando su puerta a las cuatro de la madrugada.

–¿Te dijeron lo imbécil que eres? –abre bruscamente la madera.

–¿Hola? –pregunto confundida por su carácter histérico.

–Ven para aquí pedazo de estúpida–. De la mano me agarra y me tira hacia adentro para fundirnos en un enorme abrazo.

–¿Por qué tanta babosidad?

–Es chiste, ¿verdad? –lo miro sin entender–. Casi te escucho morir por un teléfono Red.

–Cierto–. 

Ya lo había olvidado por completo.

–Pasa–. Empuja mi cuerpo hacia adentro y cierra la puerta detrás de mí. –Cuéntame cada detalle. Ahora que todo pasó tiene que ser gracioso, porque el estrés y la tensión que me hiciste vivir fue horrible.

La casa de Beau es demasiado acogedora. Es el típico "lugar de hombres". Cuando ingresas, te topas con el pequeño living. Tiene un sofá grande y dos más pequeños, una mesita chiquita en el medio y un televisor enorme delante. La play station colgando, y un estante sólo y únicamente para sus juegos. Los parlantes no faltan, y la ropa tirada por todos lados tampoco. Luces blancas no tiene, son azules. Más atrás, y no muy grande, tiene una encimera con su cocina y su mini heladera. Una isla que al parecer no usa para nada, y a mano derecha hay una escalera que conecta la sala con su habitación arriba. Se puede ver desde aquí su cama y todo su desorden de "macho alfa".

Puede ser muy desordenado, pero lo mejor de venir es el increíble perfume que tiene siempre. Es muy adicto a oler bien, y tanta es la cantidad que usa de perfume, que todo el lugar queda impregnado con su propio olor.

Vine muchas veces y es como una tercera casa para mí, la segunda es la de Destiny.

Mientras arrojo mi cuerpo en el sillón grande, quitándome los tacones y levantando las piernas, él busca dos botellas de cerveza.

–Y.... estoy esperando –insiste deshaciéndose de la pequeña tapa.

–¿Qué cosa?

–Empieza con la razón de por qué estás aquí y no retenida–. Extiende su brazo, ofreciéndome la cerveza. Sin rodeos, la tomo y doy un gran y relajante sorbo.

–¿Justo por ahí debíamos empezar? –blanquea sus ojos– ¿Qué pasó con la pasta?

Después de todo es lo único que importa.

Sin decir palabra alguna, levanta su dedo índice cómo señal de espera, y camina hasta un rincón de dónde saca los bolsos que llenamos.

–Son pésimas haciendo algo Red. Una sola cosa tenían que hacer y, además de todas las cagadas que se mandaron, también trajeron algo equivocado–. Arroja bruscamente el cargamento en el sofá a mi lado.

–¿Por qué lo dices? No entiendo.

–Dime –abre la cremallera y toma uno de los paquetes– ¿Qué es esto?

–Sabes lo que es.

–Mira bien y dime –lo arroja a mis piernas– ¿Cocaína?

–No parece ser cocaína.

–¡Porque no lo es! No sé qué carajos trajeron.

Lo observo mejor. Él tiene razón, no se parece a ninguna droga que conozcamos.

Mardi Grass || TERMINADA || +18Donde viven las historias. Descúbrelo ahora