Llamo a la puerta de madera, escucho un "¡Adelante!" procedente del interior y entro. Todos están ya en la sala de reuniones, miro mi reloj de muñeca y veo que he vuelto a llegar cinco minutos tarde. Abro la puerta como puedo, usando mis codos y mis rodillas —no me preguntéis como lo hago, pues cada vez que llevo las manos ocupadas, abro la puerta de este modo; y ya voy cogiendo práctica— ya que la bandeja de los cafés que llevo en la mano no me pone las cosas fáciles. Consigo entrar en la sala y cierro la puerta detrás de mí. Dejo la bandeja en la mesa y me siento en la silla que la preside.
—Ahora que estamos todos, ¿qué era eso tan importante que ibas a decirnos? —Dice Ruth cogiendo su leche caliente, ella muy pocas veces toma café.
—Bien, pues, os quiero el lunes de la semana que viene en Londres.
—¿Tenemos una entrevista o algo? ¿A qué hora sería el vuelo? —Digo y acto seguido bebo de mi café.
—No, no, no. —Continúa Allan.— Quiero que os mudéis allí.
—¿Qué? —Dice Gemma.
—¿Por qué? —Pregunta Ruth.
—Pues porque en Londres es dónde se triunfa. También tengo programadas muchas cosas allí —saca su agenda— además estaréis todos o casi todos los días componiendo, haciendo promoción y yendo a sesiones de fotos.
—Madre mía. —Digo.— ¿Y cómo pretendes que nos mudemos tan rápido? Hoy es jueves y tú quieres que estemos allí el lunes. ¡Estás loco!
—Ya os he mirado un piso, lo tengo todo bajo control. —Nos pasa un sobre con las fotos de la casa.— Viviréis las cuatro juntas, espero que no eso sea un problema.
—Pues claro que no. —Dice Lucy.
—Ese es el menor de los problemas. —Susurro.
—¿Qué pasa, Anne? —Me mira Allan.
—Pues que está siendo todo muy rápido, apenas tengo tiempo para digerir todo esto.
—Anne, ya os lo advertí en su día: tenéis que confíar en mí y dejar que yo os guíe; si no, nada de esto funcionará.
—¿Y tú, Allan? —Inquiere Gemma.— ¿También te mudarás con nosotras?
—Eso es lo que os quería comentar a continuación. Yo no me mudaré a Londres por varias razones y una de ellas es que mi vida está aquí, en Bath. No puedo dejar a mi familia atrás, pero iré muy a menudo, además estoy buscando un segundo representante y una buena discográfica, ya sabéis que muchas se nos han insinuado.
—Pero, ¿no irás a dejarnos solas? Es decir, seguirás siendo nuestro mánager, ¿verdad?
—No lo sé, Lucy. Yo no soy profesional en esto, yo soy un simple profesor de canto lanzado.
—¡No puedes hacernos esto ahora, Allan! —Grita Ruth dando un puñetazo en la mesa.— ¡Si no hubieras estado a nuestro lado, seguiríamos siendo unas pobres chicas que cuelgan vídeos en Intenet!
—Ruth, relájate, Allan sabe lo que dice. —Intento fallido por parte de Gemma.
—¡No puedes Allan! Aunque no seas nuestro mánager quiero que seas nuestro entrenador de voz, al menos yo. —Ruth nos mira a todas y asiento junto a Lucy y Gemma.
—Ruth tiene razón, son nuestras carreras y... —Gemma empieza.
—¡Estáis muy equivocadas! —Dice Allan un poco alterado. Allan es una persona tranquila y sosegada pero creo que le estamos llevando al límite.— ¡No podéis hacer lo que queráis! ¡Debéis limitaros a las decisiones que tomen vuestros nuevos mánagers! ¡La música es márketing y yo no sé nada sobre márketing!
Las cuatro permanecemos en silencio pues sabemos que las palabras de Allan son duramente ciertas.
—No podéis pensar que todo será un camino de rosas, chicas. El mundo de la música es muy difícil, no podéis caminar solas si queréis ser alguien. —Allan continúa machacándonos, pero dándonos una gran lección que ninguna olvidaremos.
—Está bien, mudémonos a Londres. —Digo y me levanto de mi silla. Recojo mi vaso de cartón y lo tiro a la papelera todo arrugado. Salgo de la habitación, bajo las escaleras y cruzo la puerta de salida sin apenas saludar al chico de recepción cuyo nombre no quiero recordar.
Vuelvo a casa andando, aún sabiendo que queda bastante lejos de Johnson's, pero ahora no me importa. Entre la "charla" de esta mañana con mi padre y las noticias de esta tarde, he tenido un día redondo. Ya lo que me falta es que me pase algo por la noche.
En realidad, ninguna de las dos cosas nombradas han sido malas del todo, aunque tampoco han sido unas maravillas. La discusión de esta mañana me ha ayudado a soltarle a mi padre todo lo que pienso y siento, y después de decírselo me he sentido como si pesara cinco kilos menos.
Las noticias de esta tarde han sido un tanto extrañas, ¿no creéis? En cuatro días, que el anochecer está convirtiendo en tres, estaré viviendo en la capital. ¿Os hacéis una idea de lo que eso significa? No, yo tampoco. Ya lo dije muchas veces: haré todo lo posible para cumplir este sueño que se ha convertido en una necesidad. ¿Cómo se tomará mi madre que su hija de dieciséis años se mude a una ciudad lejana sin ella? También debo pensar en mi padre aunque no me interese su opinión, ni a él le interese si me mudo o no. A veces pienso que soy demasiado dura, fría y cruel con él, pero en parte se lo merece. Me ha fallado a mí y hacía muy infeliz a mi madre. Mi madre no pedía el divorcio por la discusión sobre mi trabajo, también había estado acumulando daños anteriores. Desde que tengo memoria, siempre recuerdo a mi padre humillando a mi madre muchas veces, tanto en público como en privado. Ninguna persona en todo el mundo se merece eso.
Llego a mi casa y entro al salón, Bruce me saluda y me pregunta por mi día y por lo que he hecho. Yo le contesto con mucha sinceridad pues no se merece escuchar mentiras. Entro en la cocina y beso a mi madre en la mejilla. Está preparando una ensalada de la forma que me gustan a mí. También me advierte de que mañana no me entretenga mucho en el camino desde el instituto a casa, pues Lauren almorazará con nosotros. Esta es la noticia que de verdad me alegra el día.
Subo a mi cuarto y dejo la mochila del instituto —la cual llevo cargando desde que salí— en un rincón de mi habitación. Cojo unas toallas y me meto a ducharme.
Sonrío emocionada al saber que mañana veré a mi hermana, hace cosa de un mes que no veo sus ojos marrones y estoy empezando a echarlos de menos.
Ella es lo contrario a mí. Su pelo rizado y marrón oscuro le llega por el hombro, mientras el mío es ondulado y rubio con un matíz pelirrojo que me cubre media espalda. Su piel es blanca al igual que la mia, es en lo único que coincidimos. Tiene unos bonitos ojos marrones oscuros, mientras que los míos son de un color azul verdoso. Sus labios son finos y rosados, sin embargo, que los míos son carnosos y un poco más oscuros. Ella es alta y delgada, y yo soy bajita y jamás, en mi vida, he pasado hambre. No es que esté especialmente gorda pero mi hermana tiene un cuerpo diez, de modelo, que yo no tengo ni de lejos. Ella siempre me dice que no me preocupe por mi cuerpo, que es el que me han concedido. "Anne, podrás trabajar en él y cuidarlo, pero jamás intentes cambiarlo porque no merece la pena cambiar por la sociedad." Aún recuerdo y repito sus palabras en mi mente. "Céntrate en tu personalidad, no en tu físico."

ESTÁS LEYENDO
El Susurro de Anne
Fiksi RemajaPuede denominarse superación o persecución de sueños. Llame como se llame, es lo primero en lo que piensan al escuchar mi nombre. ¿Y por qué será? Un día, por alguna extraña razón, decidí cambiar mi vida. No es nada fácil arriesgarlo todo sabiendo q...