FUTURO

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Sentía como si mi cuerpo pesase una tonelada. Por un momento me llegué a preguntar si me encontraba en el cielo o en el infierno. Después de todo, si los brujos existíamos, ¿por qué el cielo no iba a ser una realidad? El mundo funcionaba gracias al dualismo, gracias a dos principios opuestos que había comprendido muy bien en los últimos días. Si había bien en este mundo, era porque también había mal. Eso quería decir que si el cielo existía, el infierno también. ¿Y en cuál de esos lugares me encontraba yo?

-Carol...

Un susurro lejano, casi inaudible, resonaba una y otra vez junto a mi oído. Apenas podía oírlo y, aún así, supe inmediatamente de quién era la voz que me llamaba con tanta insistencia.

Esa voz hizo que mis dudas se disiparan. Si era capaz de oír la voz de César sólo había un sitio en el que podía estar, y ese era el cielo.

Siempre pensé que morir sería algo doloroso, un sufrimiento agónico e insoportable, pero la verdad es que había sido como dormirse. Sólo era un apacible sueño en el que la voz de César me arrullaba.

No quería despertar. No quería despertar.

-Carol, por favor, respóndeme.

Aquella súplica fue la que me hizo reaccionar. Sentí como mi corazón se sobresaltaba. De repente, mis pulmones volvían a llenarse de aire y todo mi cuerpo comenzó a doler. Empecé a toser y a coger grandes bocanadas de aire. Necesitaba respirar. Me ahogaba.

Después de aquello sólo había oscuridad, paz y un silencio inquebrantable. No sé cuánto tiempo pasé en ese estado que podría definir casi de coma, de sueño profundo y apacible, hasta que de nuevo, la voz de la persona que tanto amaba volvió a oírse en la distancia.

-Carol, despierta.

Y fue en ese preciso momento, cuando oí su ruego lleno de desesperación y angustia, cuando comprendí que aún seguía viva.

Cesar...

Conseguí despegar mis párpados, que pesaban más que nunca, y otra vez volví a oír su voz, ahora mostrando alivio.

-¡Carol! Menos mal que estás bien. Pensé que te había perdido.

-¿César? -conseguí preguntar con mucha dificultad.

-Carol... Gracias a dios.

Sentí el calor de su abrazo mientras me rodeaba. Creí que nunca más volvería a estar entre sus brazos, que nunca más sentiría la calidez de su cuerpo o la suavidad de su piel pero una vez más, César estaba junto a mí.

Abrí los ojos definitivamente y vi una silueta familiar que me observaba a unos pocos centímetros. Volví a pensar que estaba en el cielo. Tenía que estarlo si mi ángel guardián estaba a mi lado.

-No podía dejarte allí. -Sus palabras se mezclaban con el llanto y apenas eran entendibles. -Tuve que volver a por ti.

-Eres... más cabezota... que yo -respondí tomando aire entre cada palabra.

Me costaba mucho hablar pero tenerle a mi lado me proporcionaba nuevas energías.

-Menos mal que estás viva -dijo una voz femenina a lo lejos. -Por un momento nos asustaste de verdad.

Safiya parecía estar feliz.

Me encontraba en el dormitorio de César, en la misma cama que tantas veces había compartido con la persona que más amaba en el mundo. Mi querido maestro y amante permanecía sentado junto a mí, apretando con fuerza mi mano izquierda. Al fondo de la habitación, sentada en un sillón y con Jayden junto a ella, Safiya nos observaba con ternura. Rober también estaba allí, contemplándome desde los pies de la cama.

La nigromante (TERMINADO) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora