Decidí acompañarle, sin condiciones.
Quería observar cómo se transformaba libremente.
No debía condicionarle ni juzgarle.
Así era cómo iba a ser.
Las energías que forman planetas,
de los que estamos hechos,
fluyen libremente en el universo.
Chocan, se estrellan unos con otros.
Crean mundos y destruyen galaxias.
Esa forma de libertad,
que siento ajena a mí,
me muestra la dirección a seguir.
Fluir y estrellarme.
Dejar que otros fluyan
y se estrellen.
Y todo en este instante.