Prologo

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En un paraí­so equidistante,
se apropia de mi vida
el deseo...

El deseo de ser mejor,
el deseo de ser aceptado,
el deseo de ser apreciado,
el deseo de ser generoso,
el deseo de ser reconocido,
el deseo de tener...

Tantos deseos,
tanta desilusión,
tanto que deseo,
que me pierdo de vista
a la vida.

En ese paraí­so equidistante,
mi voluntad se reduce
a un desear fortuito,
una esperanza de un futuro
ahogado por mis propias
inclinaciones,
que por más positivas
que sean...

Siguen siendo los deseos
mis esposas, me atan
al recuerdo de mi pasado
y no me sueltan...

¿Dónde quedó
mi libertad?

Entre tanto desear,
siguen siendo estos deseos
los que me retienen,
me arrinconan con el miedo
y me hacen extrañar al paraí­so
que hoy pienso que existe.

Y realmente...












Te extraño
tanto...

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Y en mis dos vidasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora