Capítulo XVII

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Para la tarde del día siguiente Dante ya tenía la solución para el problema que conllevaba pilotar la Thunderwild...

- ¿Cascos? –pregunto Howard mientras tomaba un casco blanco y gris con un visor retirable verde, no parecía nada fuera de lo común, lo único llamativo en él eran los múltiples símbolos parecidos a runas que se encontraban en su interior –¿tan simple?

-A veces lo simple es la mejor solución –dijo Dante colocando otros dos cascos similares en una mesa cercana –los modifique para que mejoraran nuestros reflejos y tiempo de reacción para poder pilotar la thunderwild a altas velocidades, además de protegernos contra el viento y el ruido, así estaremos seguros de no estrellarnos.

-Si... creo que yo no voy a subirme a ella –dijo Ivy mientras revisaba los cachivaches de las mesas.

- ¿Segura? Hice un casco para ti.

-Más que segura –Ivy saco de entre un grupo de cosas, un cubo rubik desordenado –¿Qué es esto?

-Es un cubo rubik, tienes que hacer que los lados tengan un solo color cada uno.

- ¿Y qué pasa después?

-Nada, es solo para entretenerte resolviéndolo.

-Si bueno, cambiemos de tema –dijo Howard, mientras Ivy empezó a resolver el cubo rubik –ya terminamos con la thunderwild, ¿ahora qué haremos?

-La modifique ligeramente, le puse un simple sistema de marchas para ir a distintas velocidades según la situación y le puse algunos hechizos de seguridad, pero mientras no podamos fabricar más de una a la semana estamos estancados –dijo Dante sentándose al lado de los chicos, sacando su cuaderno de notas y empezando a pasar por sus páginas –tengo otros proyectos que me gustaría empezar...

-Si no tienes ninguno aun, me gustaría entrenarte –dijo Howard, colocando su mano sobre el cuaderno de notas de Dante.

- ¿Entrenarme?

-Tienes una semana para entrenarte en duelos mágicos, no te permitiré hacer el ridículo contra Scarlett –Howard se levantó de su asiento y camino hasta el centro de la sala, para luego sacar su varita –venga, levántate, saca tu varita y lánzame tu mejor hechizo ofensivo.

-Cierto el duelo... –Dante se reclino sobre su silla y llevo su mano al bolsillo donde sus anillos descansaban, después de negar con la cabeza para sacar una idea de su mente se levantó de su asiento –está bien, entrenare –se saco su reproductor y auriculares para dejarlos en la mesa –cuídalos Ivy.

-Claro –Ivy estaba absorta en el cubo rubik.

-Entonces ¿qué tan bueno eres en los duelos? –pregunto Dante mientras sacaba su varita y caminaba al centro de la sala.

-Mucho mejor que tú, seguramente –Howard y Dante se colocaron en posición de preparados, con su varita enfrente de sus rostros y mirando fijamente al otro –a las tres, tu indicas.

-Una... dos... ¡tres!

-Espelliarmus.

El hechizo de Howard hizo que la varita de Dante volara por los aires, antes que él pudiera siquiera reaccionar.

-Eso fue patético tío –dijo Howard –pensé que por lo menos lanzarías un hechizo.

- ¿Como este? ¡levicorpus! –Dante señalo a Howard con la mano derecha y el chico termino flotando en el aire boca abajo a medio metro del suelo.

-Pero ¿Qué...? –Howard no entendía que pasaba.

- ¡Increíble! –grito Ivy desde su asiento, al ver lo que sucedió –hiciste magia de manos, pensé que tenías que entrenar durante años para hacerlo.

El mago anilleroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora