30 Dias De Otp (Kanento)

⚜Dia 3⚜

Lápiz, pluma, hoja, lápiz, pluma, hoja....

Seguí con eso, dos horas escribiendo un maldito informe, de yo no sé cuántas hojas porque perdí la cuenta y agradecía eso, sería un masoquista si me hubiera puesto a contar todas y cada una, me detuve cuando ya fue el colmo, me corté un dedo con el papel y me dolía el trasero junto con las piernas que las tenía entumidas, me parecía un buen momento para ponerme de pie y caminar un poco.

Sería bueno tener un perro para sacarlo a pasear, pero siempre me hallaba demasiado ocupado como para cuidar de uno, incluso mi esposa con sólo un año de matrimonio, me exigía más atención de la que le daba, ¿qué podía hacer?, trabajo era trabajo.

Mi espalda se sintió tan bien una vez estiré los brazos hacia arriba y di unos cuantos pasos, caminando para tomar el saco negro que colgaba del perchero, miré mi reloj de muñeca, no era muy tarde, la noche se acercaba a las once en punto, bueno para mí no era tan tarde, a comparación de las veces que salía a la una o dos de la madrugada.

Me prometí a mí mismo terminar con lo pendiente en la mañana, miré las hojas de papel con desprecio sobre el escritorio y tomé las llaves para cerrar al salir.
Sí que hacía frío, acaba de llover y la humedad me recorrió por debajo de la ropa, pues claro, adentro no se sentía nada como afuera. Cada vez había más automóviles y cada vez tenía que estacionarme más lejos del edificio en que trabajaba, esta vez lo había dejado a unas dos calles de distancia cerca de unas tiendas comerciales, en un lugar tan malo que con suerte no encontraría una multa en el parabrisas, a unos cuantos metros antes de llegar comencé a buscar en mi bolsillo las llaves del auto sin encontrarlas, tuve que detenerme a ver si no las había puesto dentro de mi portafolios, no estaban, y en el bolsillo del saco, ja, que despistado, no recordaba que las había puesto ahí, ¡agg!, pero que idiota, acababa de encontrarlas y se me caían al suelo. Rodaron hacía debajo de la acera, en un charco mugriento de agua sucia que apenas me dejaba ver donde estaban, me aguaché a buscarlas, estaba tan oscuro que no veía nada y pensé en usar la luz del teléfono como ayuda.

–¡Hey!, ¿qué estás haciendo?– Me asustaron, miré sobre mi hombro y eran dos hombres que iban caminando juntos por la calle.
–Ah... se me cayó algo, lo estoy buscando–

–¿Necesitas ayuda?– Tuve un mal presentimiento.

–No, creo que ya lo encontré– Mentí, pero sin las llaves no podría irme.

No había nada de particular en ese momento, sólo quizás mi poco fe depositada en los extraños, lo pensé con atención restándole peso a esos miedos instintivos, la razón sobre lo amorfo, así pude calmar mi corazón que había recibido un sobresalto a esas altas horas de la noche en un sitio tan oscuro.

–Oye– Que volviera a hablarme no me agradó, esperaba que siguiera su camino ignorándome, no lo contrario, lo miré y se había acercado más de lo necesario

–Estamos tratando de ser amables no tienes porque despreciar nuestra oferta así– Se escuchaba bien, con una voz normal, aunque en mi nariz picó un poco el olor a licor de las bebidas fuertes.

Quise tomarlo con calma y racionalidad, sin embargo no sin bajar la guardia, poco a poco me sentía más inseguro e ideas empezaron a aparecer en mi cabeza.

–No se preocupe– Dije yo tratando de persuadir al desconocido –Estoy bien– Terminé queriendo ponerme de pie.

–Yo no diría que estás bien– No me dejó levantarme, por el contrario, la patada que recibí me dejó completamente aturdido.
Una cosa era ser grande y fuerte, plenamente capaz de defenderme, a ser sorprendido con la guardia baja y no distinguir siquiera el suelo del cielo, eso les confería una ventaja de su número, dos contra uno, el cómplice que no había hablado en ningún momento, también lo ayudó a desorientarme todavía más, el dolor era un buen distractor, así que cuando una fuerte opresión comprimió mis costillas, también quise vomitar.