1. El corazón de Taehyung

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El señor Kim se casó en segundas nupcias con la señora Jeon, y ese hecho le dio una excusa para despreciar más a gusto a su hijo, Seokjin, fruto de su primer matrimonio. Su nueva esposa era madre de un chico llamado Jungkook, años más joven que Seokjin y, a primera vista, el empresario sintió que era el hijo que nunca había tenido.

Para Seokjin, enseguida resultó evidente que había sido desplazado por un chico que ni siquiera llevaba su misma sangre. Más allá del desprecio que suponía, era casi un alivio pensar que sería su nuevo hermano quién heredara la empresa y tuviera que responder a las expectativas de su padre. Así, podría estar solo y sería víctima de menos reproches e insultos no tan velados.

No sentía ningún rencor hacia Jungkook. Por el contrario, le había tomado cariño más rápido de lo que pensó que lo haría. De hecho, se dijo, su padre acabaría por decepcionarse con él, porque, aunque era ambicioso y estaba desbordado de talento, Seokjin estaba seguro de que, en él, la bondad sobrepasaba con mucho a la obediencia.

Jeon Jungkook era tenido por un chico casi perfecto, que destacaba en todo lo que hacía y además era casi tan guapo como Seokjin quién, en palabras de su progenitor, solo servía para ser visto, porque era un inútil que lo estropeaba todo en cuanto abría la boca.

Al verano siguiente, sin embargo, se hizo evidente que Jeon Jungkook era un ser humano imperfecto. Pocas cosas había para el señor Kim que demostrasen la debilidad humana tanto como el amor. Para él el matrimonio era un negocio, por lo que esperaba casar a sus hijos con chicas de buena familia, sumisas y poco problemáticas. Y Jungkook se enamoró y le llevó la contraria al hacerlo.

Durante aquellos días, se había embarcado en un proyecto de voluntariado en un hospital. Entretenía y animaba a enfermos graves. Hacía tonterías para divertir a los niños en fase de quimioterapia y escuchaba las historias de los ancianos, además de cantarles en voz baja.

Allí conoció a un chico de corazón débil pero enorme. Kim Taehyung, que llevaba meses en lista de espera para conseguir un transplante de corazón. El chico tenía una sonrisa radiante, a pesar de lo frágil de su estado, y Jungkook se enamoró de él y fue lo más fácil y rápido y mágico que le había sucedido nunca.

No quería hacerlo, por supuesto. Taehyung era un hombre como él y, además, no tenía seguridad sobre su permanencia en el mundo. Siempre estaba cansado y el doctor solía menear la cabeza abatido cuando le revisaba por las mañanas. Jungkook no quería enamorarse de alguien a quién podía perder antes siquiera de haberlo tenido. Pero en situaciones así, resistirse es completamente inútil.

Quizá cayó con más facilidad porque, al contrario que él, Tae no opuso resistencia alguna. No había mucho que pudiera perder, pero tampoco se lo planteó. No le gustaba frenar lo que sentía, y no había razón alguna para hacerlo. Jungkook era bonito y amable, y parecía más triste que él cuando el doctor lo visitaba. No se sabía cuál de los dos estaba consolando al otro.

El otoño se acercaba cuando, ya perdida toda esperanza, Taehyung consiguió un donante compatible. La felicidad de Jungkook al conocer la noticia fue tan arrolladora que no pudo ocultar por más tiempo sus sentimientos. Por supuesto, fue plenamente correspondido cuando se declaró. Y acordaron que se irían a vivir juntos en cuanto Taehyung hubiese pasado por quirófano y recibido el alta.

Y Jungkook abandonó la seguridad y el lujo de su casa y las cambió por la calidez de su hogar. Buscó un trabajo en una cadena de restaurantes, que le daba para llegar a fin de mes y pagar la mitad del alquiler. Por primera vez, fue plenamente consciente de que era feliz.

Todavía había una sombra sobrevolándole, y no tenía nada que ver con las insistentes llamadas de su padrastro para que recobrara el sentido y volviese al redil. Existía la posibilidad de que la operación no hubiese tenido éxito, o de que el organismo de Taehyung rechazase su nuevo corazón. Jungkook tenía que aprender a convivir con ese miedo.

Por lo demás, no le molestaba llevarlo en brazos escaleras arriba cuando se cansaba. El apartamento no tenía ascensor y vivían en un cuarto piso, pero Jungkook era fuerte y estaba demasiado enamorado como para que eso le importara.

Los primeros días, Taehyung parecía inusualmente avergonzado de desnudarse delante de él. Jungkook acabó por darse cuenta de que se debía a la cicatriz que tenía en el pecho, larga y fresca todavía. Y entonces Jungkook hizo una locura para demostrarle que lo amaba y que no tenía de qué avergonzarse.

Un día regresó a casa con una cicatriz tatuada en el pecho, exacta a la que marcaba la piel de Taehyung. Tae no daba crédito a sus ojos. Su novio le preguntó si creía que aquella marca le hacía feo, a lo que él respondió, con lágrimas en los ojos, que jamás había sido tan bello, comprendiendo al instante lo que había querido decirle Jungkook con aquel gesto. Lo habría comprendido incluso si no hubiese sido permanente, pero lo era porque, de algún modo, era el corazón el que, en más de un sentido, los había unido.

En casa de los Kim, Seokjin soportaba a diario los ataques verbales de su padre, que se habían vuelto más ácidos e hirientes desde que Jungkook se había ido. No respondía cuando su padre lo llamaba inútil, o le decía que "tendría que conformarse con él, ahora que Jungkook se había echado a perder" o que "era tonto y no sabía hacer nada pero, por lo menos, no era maricón". Algo de aquello había calado en él, a pesar de que sabía que su padre no tenía ni mucho menos la verdad absoluta. 

No decía nada, no se ponía de un lado o del otro.

Al menos en apariencia porque, a espaldas de su padre, seguía hablando con Jungkook casi diariamente, y le enviaba dinero de vez en cuando. Hubo un día, sin embargo, que Seokjin estalló. El señor Kim había sugerido, con toda la frialdad del mundo, que Taehyung acabaría por morir. Le daba, como mucho, dos años de vida al cabo de los cuales Jungkook regresaría a casa y se sometería a su voluntad, volcándose en su empresa para olvidar el dolor. Acabaría por recuperar la razón y casarse con una mujer de buena familia, como Dios mandaba.

Y algo despertó en ese momento dentro de Seokjin, porque aquel hombre estaba deseando la muerte de Taehyung, de la única persona que había sido capaz de llevar una sonrisa genuina a los labios de Jungkook. ¿Cómo iba a intentar razonar con alguien así, que no parecía haber querido sinceramente a nadie durante todo el curso de su vida?

Seokjin no quería enfadarse. Quería agachar la cabeza e ignorarlo todo, como llevaba haciendo desde que era un niño con calificaciones bajas que solo buscaba que su padre lo quisiera y se sintiera aunque fuera un poco orgulloso de él. Para evitar una discusión, hizo su equipaje y empacó, entre otras cosas, una caña de pescar, para ir a visitar a Taehyung y a Jungkook en el pueblo pesquero en que vivían y, quizá, poder relajarse y tener algo de tiempo para sí mismo, lejos de aquel ambiente hostil y tóxico, que era todo cuanto conocía...

Losers (MY+KSJ)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora