Capítulo 4

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Finalmente era el día, la reina esperaba ansiosa al cambio de guardia, más no reflejaba esta emoción en su exterior; por fuera aparentaba estar meramente aburrida como el resto de días.

Ahí estaba, escuchó el grito del cambio de guardia, los hombres intercambiaron lugar como siempre lo habían hecho, solo que esta vez, discretamente uno de ellos pasó una bolsita a la prisionera que se encontraba detrás de él. Ella la tomó con cuidado evitando que cayera al suelo y en la oscuridad del fondo de la celda exploró su contenido: papel, una pluma, tinta y una pequeña llave. "¿Y esta llave?", se preguntó a sí misma antes de alzar la mirada— "ah, para la cerradura"—. Debía darse prisa, no sabía cuando saldría la oportunidad para salir pero no debería tardar demasiado. Tenía el pequeño problema de tener que escribir en la oscuridad; pudo asumir que eran los objetos tocándolos pero escribir era otro mundo. La única solución que se le ocurrió fue acercarse a la entrada y apoyar la espalda en las rejas, así podría llegarle algo de luz pero los guardias no podrían ver bien que hacía.

Declaró todo lo que necesitaba y firmó aquella declaración, esto debería servirle, ayer ya habían aclarado todos los detalles así que no debería haber problema. Sin embargo, para su sorpresa, antes de poder esconderlo bien detrás de la cama, entraron unos 3 muchachos armados, disparando indiscriminadamente pero sobretodo al techo; esto llamó la atención de todos los guardias circundantes, que se vieron obligados a correr hacia ellos para detenerlos. Esta era la señal para Maria. Mientras los hombres se ausentaban tratando con ellos, ella rápidamente desbloqueo el candado que la atrapaba y se retiró los zapatos baratos de prisionera que le habían otorgado para evitar hacer ruido, ya después con estos en la mano, se adentró en la oscuridad que las antorchas no iluminaban en el pasillo y se dirigió a toda prisa a la puerta contraria a la de los soldados.

No podía mirar atrás, no era momento de congelarse por el miedo, había que avanzar; aún así no es como si el resto del camino estuviera más iluminado que antes, pero de cualquier manera debía seguir al mismo ritmo acelerado. Sentía que se le iba a salir el corazón del pecho, no creía que jamás hubiera sentido tanta adrenalina en su vida, o al menos en aquel instante todo lo demás se le quedaba pequeño. Por la falta de vista podría haber jurado que su oído estaba más atento, más refinado, gracias a esto pudo oír unos pasos lejanos acercarse, por lo que salió huyendo en la otra dirección.

Tras un rato rondando en la oscuridad, intentando evitar llegar a zonas más profundas de aquella cárcel aún sin saber si tomaba el camino correcto o equivocado, vio una luz, una salida con una luz que aunque tenue, a sus ojos acostumbrados a la mera luz de la antorcha parecía potente. Ahí, ahí debía dirigirse. La reina sintió un enorme alivio al tan solo ver aquel foco de luz; ni siquiera le importó que al salir se empapara entera por la lluvia que estaba cayendo. ¿Se iba a resfriar?, probablemente, pero eso no importaba ahora mismo. Se dio la vuelta un instante para ver por última vez aquella puerta, parecía algún tipo de salida trasera, lo único que pudo destacar era la comida a medio acabar tirada en el suelo, alguien habría reposado allí.

Se colocó de nuevo los zapatos cutres que le habían otorgado en la prisión, ya no importaba hacer ruido o no, lo que importaba era no ser reconocida, aunque con los tristes trapos que lleva por ropa no será muy difícil que no crean que ella sea la reina de Francia...

Empezó a analizar sus alrededores, la luz de la luna llena alumbraba casi completamente su panorama, ahora era capaz de apreciar esta luz de una manera diferente. Desde Versalles, la plateada luna únicamente le permitía apreciar sus jardines de una manera especial, nunca olvidaría aquella sorpresa de media noche cuando su Auguste la encontró en el jardín, bailando un waltz por sí sola, con un hombre invisible, hasta que su marido decidió unirse a ella. Y quedaron ellos dos solos, con la luna como único testigo, bailando pegado uno al otro como dos tórtolos enamorados.

No era el momento de quedarse en las nubes recordando lo buena que es la vida en Versalles, debe centrarse de nuevo; parece que allá en la zona comercial hay bastante gente para la hora, lo mejor será acercarse e intentar conseguir un lugar donde dormir...

[Ve al capítulo 6] (disponible próximamente)

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