Jeremías, en todo los años que lo he conocido puedo destacar que es curioso, sabio y un amigo leal. Curioso y sabio porque siempre desea aprender más, experimentar y encontrar una razón a alguna interrogante, según él no existe una sola respuesta y eso mueve su forma de vida y lo que hace. De amigo leal me lo dejó claro cuando a dos meses de mi venida a casa de David llegó con Lucero y Jazmin a verme a casa.
No lo esperaba, el único sonido que escuché fue su carreta llegando a la cabaña y cuando salimos a recibirlos me encontré con los ojos negros de Lucero, su cabello estaba sobrepasando sus hombros y salió corriendo hasta a mi.
Llevaba ropa hecha de sacos de papas como su prima, su aroma estaba neutralizado en las telas, piel y cabello.
La abracé tan fuerte pensando que estaba soñando, pero era cierto. Mi estrellita estaba conmigo.
— ¡Te extrañé tanto mi niña! — exclamé exprimiendo cada parte de su cuerpecito.
— Yo más papi, yo más — me decía mi niña abrazándome.
Jeremías sonreía exclamando : "Te dije que buscaría la forma de traerla".
Estábamos en el jardín de aquella tarde y Lucero jugaba alrededor de Daniel y Ramón mientras Jazmín buscaba subirse a un árbol. Jeremías me contó como logró este milagro.
— Creo que lo de dormir mal me dejó pensando más de la cuenta amigo, el perfume no dura tanto como desearía pero si rociamos a las chicas cada 2 horas todo estará bien. He bañado las ropas en ese liquido para que el olor corporal pase mucho más desapercibido.
— Eres un genio.
— Me ayudó Alejandro y Mailén también en la mezcla de plantas y otros minerales — agregó el lobo inventor— me alegra ayudarte, amigo.
Había olvidado lo que era tener el pecho lleno de alegría hasta ese día. Corrí con Lucero, comimos unos tomates que cosechó Ramón con Jazmín y disfrutamos de estar el uno con el otro.
En dos meses las niñas habían crecido mucho, o es lo que yo pensaba ante el poco tiempo que he estado con ellas estos días. Jeremías había aprovechado de traerme algo de mi casa. En ella no tenía muchas cosas de valor, pero nunca esta de más unas nuevas mudas de ropa lo cual agradecí mucho. También había traído unas navajas para afeitarme, lo cual dejé a un lado. Mi barba seguía creciendo y realmente no estaba de humor para cortármela aunque Jeremías seguía ofreciéndome ayuda.
Jeremías comenzó a traerme a las niñas una vez a la semana, la segunda vez que vino Gabriel estaba en casa y pude ver como ese ojo sano mostraba felicidad cuando Lucero gritó su nombre.
— Padrino, ¡estas aquí! — gritó Lucero lanzándose sobre él.
El leñador tomó a mi niña como si fuera una pluma. haciéndola volar en el aire mostrando su alegría. Le había advertido a Gabriel sobre las venidas de mi hija, le advertí que evitara consumir alcohol y que mantuviera un aroma que me gustaba llamarle " estado sano", en donde no podía sentir aroma a vino, chicha, whisky, sudor y mujeres encima de el. No quería que mi hija o su prima preguntara por esas mezclas de aromas.