El Velkan de hace años hubiera hecho eso al levantarse porque era joven y pensaba con el corazón. El Velkan de ahora, con una barba espesa y mareado por el alcohol piensa lo mismo pero entiende que es una locura. Dejo pasar unos días y eso que llaman borrachera para pensar claramente mis ideas.
Los días después de la noticia vuelve Jeremías con mi niña y su prima. Al abrazarla me entra la nostalgia, la olfateo con fuerza para grabarme el olor de su pelo y veo su cara de niña con mis ojos negros.
Paso el tiempo con ella, converso y vamos al bosque buscando racionar aquel perfume que nos mantiene con nuestro aroma camuflado. Jazmin viene con nosotros y se divierten subiendo árboles.
No ha venido Jeremías con nosotros, lo entiendo, quiere pasar el tiempo con su padre y hermanos porque sabe que cada venida puede ser la última.
Gabriel sabe lo mismo y me acompaña al bosque con su ahijada quien esta feliz de verlo en esta oportunidad.
— Mamá esta muy ocupada limpiando la casa y ordenando — comenta Lucero mientras rasguñaba un tronco muy entretenida —Y me dice que debería dejar de hacer esto.
Sigue rasguñando la madera entretenida como si pensara que su madre no le diría nada.
— Me dice que debo empezar a comportarme como una señorita, ¡pero soy una señorita! y me gusta ensuciarme y trepar árboles — me añade.
— Es que tía Lucía dice que no cuidas tu ropa, porque siempre tus vestidos están manchados — habla Jazmin jugando en una rama mientras Gabriel evita que se caiga.
— Tu también haces lo mismo y tu mamá no te dice nada — le comenta Lucero a su prima.
— No me dice nada porque yo cuido mi ropa cuando salgo a correr, pero me gusta más usar la ropa con la que jugábamos en casa del tío Velkan ¡es más cómoda que los vestidos!
— Papi ¿Cuándo volverás a tu casa? Me quiero quedar más tiempo contigo.
La palabras de Lucero tocan esa parte del vacío de mi corazón y busco ponerme una máscara de indiferencia ante esa pregunta.
— No estoy seguro, mi estrellita. Posiblemente pronto, pero siempre puedes venir a verme a esta casa.
— Es que no es lo mismo, me gusta tu casa. ¿Si no vives ahí, me puedo ir a vivir cuando grande?
— Mi casa siempre será tu casa, obvio que podrás vivir ahí — le respondo.
Gabriel parece sentir que no estoy bien, asé que llama a Lucero para que juegue con el.
Esa noche me quedo viendo afuera de la casa de David, uno de sus clientes se retiraba de la casa, dijo que irían más al sur, donde las cosas parecían estar más tranquilas. Lo vi alejándose con ganas de irme con el a cualquier parte.