C A P Í T U L O │5│
S A N T A L U C Í A
SOMMER SPENCER
Entré a casa cargando una pequeña maleta. Estaba sonriendo y solo lo noté al toparme con el ceño fruncido de mi hermano.
―uuh, ¿Desde cuándo sonríes así? ―Kalt se cruzó de brazos recostando la mitad de su cuerpo en la escalera.
La diversión en su tono de voz me resultó molesta.
―No sabía que tenía prohibido sonreír ―espeté.
―Vamos Som ―animó―, ¿no le dirás a tu hermano el nombre de la afortunada que te ha hecho sonreír así?
Ladeo mi cabeza para ver su rostro juguetón, quería ser un poco maduro y dejar pasar por alto sus comentarios pero al final decidí usar lo único que movía a mi hermano.
―Tienes razón ―empecé―. ya que estás tan curioso lo diré ―hice una pausa viendo su rostro impaciente, él quería algo para molestarme. Sería divertido. Caminé por el salón deshaciéndome de mi abrigo disfrutando de su rostro paciente que pronto cambiaría―. Estuve recordando viejos tiempos con nuestra vecina. Ayleeh ¿La recuerdas?
Toqué el punto. Su rostro cambió por completo cosa que disfruté demasiado. Kalt se mantuvo callado con una mirada desconfiada sobre mi, aproveché y ésta vez fui yo quien lo vió interesado totalmente en su actitud.
Nunca entendí lo que pasaba con mi hermano y esa chica, llegué a pensar que él disfrutaba provocarla al ir constantemente al lago sabiendo que ella estaría rondando el lugar.
Ella era bonita, podría gustarle, pero sus actitudes con ella no eran las de un chico enamorado. Eran las de alguien que quería alejarse. Como dije, nunca lo entendí.
― ¿no dirás nada? ―insistí
―No tengo nada para decir.
Mi sonrisa creció y su ceño se frunció. Me acerqué a él y palmee su hombro.
―Ella está muy linda. Él tiempo y la pubertad le vinieron muy bien ¿no lo crees? ―provoqué.
―No lo sé ―dijo él―. Gracias al cielo aún no me topo con ella.
Sonrió pero había una nota de molestia en su voz.
― ¿No? Es nuestra vecina ―señalé―, ¿cómo es que en más de dos semanas no te has topado con ella? ¿la evitas?
― ¿por qué habría de evitarla? Ella no me interesa, si no está cerca para mi mejor ―bufó―. me voy, esta charla se volvió estúpida.
Kalt pasó por mi lado y atravesó el salón para dirigirse a la cocina.
¿se molestó? Probablemente. Él sabe lo que pienso de él y esa chica y lo niega rotundamente, pero yo vi como la besó hace dos años y luego la insultó, definitivamente no lo entendía.
una risa escapó de mi al notar mis pensamientos, ¿quien era yo para cuestionar sus relaciones sino era capaz de manejar las mías?. Si él quería jugar que lo hiciera.
―gracias por la bienvenida hermano ―murmuré con sarcasmo, él me dio una mirada fría. Oh, ese si era mi hermano.
―¡Sommer! ―gritó una voz llamando mi atención―, cariño que bueno que llegas.
Dirigí mi vista a la cúspide de las escaleras donde se encontraba mi madre con una sonrisa cálida. Ella bajó hasta mi y me abrazó.
―Necesito respirar―dije al separarme.
―Lo siento cariño. ¿cómo estuvo el viaje?
Le dí un resumen de mi viaje a Stanford a mi madre y luego subí a mi habitación, mis clases en la universidad empezarían en marzo y yo estaba dispuesto a disfrutar de mis días libres lejos del estrés de las clases y de mi padre.
No fui a Canadá está vez, solo resolví todo en la universidad y al terminar viajé directo hasta acá.
Quería evitar un sermón de mi padre y lo logré.
Luego de la charla con mi madre subí a mi habitación, me deshice de la ropa y tomé una ducha. Al salir cogí mi teléfono y me di cuenta de las fotos en mi galería, eran sugerentes, las había enviado Charlotte unas horas después de nuestra despedida. Quería que la recordara ya que ella se quedaría en el campus reforzando materias atrasadas, eso me recordó que debía agradecer a algún santo porque sus retrasos me salvaron de un viaje a Santa Lucía junto a mi novia. No estaba preparado para presentarla como tal a mi familia ¿la razón principal? No veo un futuro con ella.
Ni siquiera sé porque estoy en esa relación, supongo que es mejor que nada porque definitivamente no lo veo como algo permanente, por ahora, solo es divertido tener a alguien con quien compartir un buen rato.
Dejé mi teléfono a un lado y pronto me quedé dormido, la hora de la cena llegó y decidí bajar. En el comedor estaba mi madre sentada a la cabecera de la mesa, ella estaba usando un vestido violeta lo suficientemente oscuro para no lucir extravagante, clamaba elegancia en cada gesto y me encontré preguntando la razón por la que ella y mi padre no funcionaron.
Parpadee tirando a un lado esos pensamientos porque ya me habían asaltado por demasiado tiempo.
―Familia ―hablé para hacer notar mi presencia. Lo conseguí.
― ¡SOM! ―gritó Dalia mientras saltaba de su sitio a abrazarme.
―Hey pequeña.
―No sabía que habías llegado. ¿Por qué nadie me dice nada en esta casa? ―protestó ella.
―porque tienes mejores cosas por las que preocuparte ―guiñé un ojo para mi hermana pequeña y tomé asiento frente a Kalt que estaba extrañamente quieto.
―Preparamos tu comida favorita ―habló mi madre mientras sonreía, asentí y le devolví el gesto.
La cena empezó, en algún momento me encontré reprendiendo a Kalt por molestar a Dalia. Pelear parecía ser su pasatiempo favorito, él no tenía el mejor humor y estando a un paso de cambiar su ritmo de vida definitivamente estaba molesto, nunca le gustó el descontrol, nunca le gustó que decidieran por él o perder el timón en una situación que afectase su vida, sin embargo, siempre ha hecho lo que mis padres le han impuesto aun cuando le enfade y eso es justo lo que estaba pasando ahora, él no tenía el control y estaba furioso por eso, aunque lo expresaba poco y se excusaba tras la indiferencia.
Mi hermano pequeño podía ser tan frio como el hielo si se lo proponía, pobre de quien se cruce en su camino en un mal día. en cabio Dalia, veía nuestra mudanza como una oportunidad de hacer nuevos amigos, a ella siempre le gustó este lugar.
Mi teléfono vibró en mi bolsillo sacándome de mis pensamientos, noté así que la cena había llegado a su fin por lo que dejé mi lugar y atendí, en el encontré un correo de la empresa de mi padre en Canadá, donde me informaban mi agenda totalmente programada para el tiempo en el que estaré trabajando con ellos.
Lo leí todo y terminé con los labios fruncidos.
No quería ir a Canadá.
No quería estar bajo el control absoluto de mi padre sin embargo, amaba lo que hacía, me gustaba perderme entre la actividad de los trabajadores en la empresa, lo que no sabía era si realmente quería volver a Canadá.
Estudiar en el extranjero me había ayudado.
Tenía un viaje programado a Italia, uh, eso si me gustó.
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AL CAER LA ÚLTIMA HOJA
Novela JuvenilEl primer amor. Mejor dicho, el primer amor >unilateral< No era mas que una niña cuando su estomago emitió esa horrible señal de aleteo constante, cuando en su corazón se quedó grabado un nombre y al cerrar los ojos en su mente había un solo rostro...