En el fondo de una habitación oscura, sentada en el filo de la cama se encontraba Alice, una chica alta de unos dieciséis años, su piel era blanca como la nieve y sus labios rosas, llevaba puesto un vestido negro que le llagaba arriba de las rodillas y unas botas industriales del mismo color; tenía los ojos llenos de lágrimas, parecía tener rato llorando.
-Vamos… tranquila- decía para sí misma mientras se secaba las lagrimas con la manga del vestido –estarás bien-.
Se encontraba sola en la casa, ya que sus padres habían tenido que salir de viaje por unos días.
-¿vamos?- se acerco a la ventana que estaba del otro lado de la habitación y miro la luna que resplandecía a pesar de ser apenas las ocho –si, no tenemos nada que perder- en su rostro se dibujo una pequeña sonrisa, tomo la capa roja que usaba para cubrirse del frio, una cajetilla de cigarros y bajo las escaleras.
Camino por el pasillo hasta llegar a la cocina, abrió un estante, saco una botella de vino que había adentro y la metió en una canasta junto a la caja de cigarros, un encendedor y un libro viejo. Se puso la capa, tomo la cesta y salió de la casa.
El viento aullaba y la noche era fría, Alice camino por un par de horas en el bosque hasta encontrar un lugar lo bastante alejado de la ciudad donde nadie la encontrara. Se sentó en la raíz de un gran árbol y abrió la botella de vino.
-¡Salud!- levanto la botella un poco –por lo rara que soy…- después le dio un largo trago al vino, saco un cigarro de la cajetilla, lo puso en sus labios y acerco el fuego a el dándole una larga calada, contuvo el humo dentro de su boca un momento mientras veía las estrellas y después lo expulso –soy un desastre…- dijo casi susurrando, se notaba el cansancio en su voz y como luchaba para no romperse en llanto.
Detrás de ella se escucharon unos pasos, volteo la mirada para ver de qué se trataba pero no vio a nadie, le dio otra calada al cigarro y suspiro.
-yo pienso que eres un hermoso y peculiar desastre- se escucho la voz de un muchacho, Alice miro a su alrededor buscándolo sorprendida, pero no encontraba de donde provenía el ruido de su voz. De entre los arboles apareció un chico alto, de cabello castaño y piel blanca, tenia puesto un traje blanco con una flor roja en el bolsillo y una máscara de lobo que cubría la mitad de su cara –Hola- le dijo mientras se acercaba a ella –me llamo Henry- extendió la mano hacia la muchacha para saludarla –hola, soy Alice- le contesto y apretó su mano, como la máscara no cubría por completo su rostro pudo notar la pequeña sonrisa que se dibujo en el.
Lo miro, devolvió la sonrisa un tanto confundida y le ofreció la botella de vino, Henry se sentó frente a ella, la tomo y le dio un trago, después saco un cigarro, lo encendió y le dio una calada.
-pues, parece que nos haremos compañía esta noche- dijo ella, soltó una pequeña risa y le dio un trago al vino –si, ¿Por qué no?- le contesto el muchacho que también soltó una risa mientras expulsaba el humo del cigarro –y… ¿Qué haces aquí, tan alejada de todo?- llevo la botella a sus labios para darle un trago, la chica le contestó: -vine para estar sola un rato, es relajante estar en el bosque donde nadie… o más bien casi nadie podría encontrarte- sonrió al decir esas últimas palabras y subió la mirada hacia la luna.
Ambos se quedaron callados por unos momentos mientras terminaban sus cigarros, la luna iluminaba sus rostros y solo se podían escuchar los aullidos del viento.
-bien… Henry…- dijo la chica rompiendo el silencio. Se acerco a el mirándolo con curiosidad -¿Por qué usas esa máscara?- le pregunto en un tono serio pero a la vez juguetón, tal vez por haber tomado tanto vino. El chico sonrió de lado y le contesto –es para ocultarme mejor…- señalo el rostro de la muchacha –es igual que la tuya- le dio un trago al vino y continuo –al igual que yo, tu intentas ocultarte-.
Ella se quedo callada pensando, parecía no haber entendido del todo lo que el chico había dicho, no dijo nada, pero este pareció darse cuenta de su confusión.
-veras… con ‘’máscara’’ me refiero a esa sonrisa tuya, la que solo pones para aparentar estar bien, entonces, llegas a tu casa, te encierras en tu cuarto y esa máscara se rompe- no dejaba de mirarla mientras hablaba –se cómo te sientes, porque en cierta forma tu y yo somos iguales-.
Alice se quedo callada mientras escuchaba atenta su explicación, algo sorprendida pero también intrigada. Para cuándo el muchacho termino de hablar, los ojos de ella ya estaban vidriosos y luchaba por no llorar.
-entonces… ¿te sientes como yo?- bajo la mirada –sabes que es sentirse tan diferente…- su voz se quebró en ese instante –sabes que es sentirse tan solo a pesar de estar rodeado de gente…- unas lagrimas comenzaron a caer lentamente por sus mejillas, pero no hizo nada para evitarlo –y que te aparten por el hecho de pensar distinto a ellos-.
-sí, lo sé, y es horrible- Henry tomo el rostro de la muchacha y seco las lágrimas que brillaban por la luz de la luna –ser diferente es bueno, pero se hace malo cuento todos comienzan a excluirte- la abrazo y le dijo en el oído –pero ya no estás sola… porque ahora yo estoy aquí contigo-.
Ella sonrió y se dejo envolver por los brazos del muchacho, envolviéndolo a el también entre los suyos. Esta sonrisa era verdadera, se sentía aliviada de saber que no estaría sola nunca más, de encontrar a alguien que la comprendiera y que la cuidara.
-creo que ya no necesitaras más esa máscara…- se alejo un poco de el y lo miro fijamente, después, un poco dudosa intento quitársela –conmigo ya no necesitaras fingir nada-.
Entonces, con cuidado le quito la máscara, la colgada en la rama de un árbol que estaba junto a ellos y lo miro a los ojos algo nerviosa.
-sin máscaras- le dijo el muchacho mirándola fijamente, con una pequeña sonrisa en su rostro. Sus ojos eran grises, combinaban bien con su piel blanca –sin mascaras…- le contesto devolviendo la sonrisa, para este punto sus mejillas ya estaban algo rosadas.
Habían pasado varias horas juntos en el bosque, pero no lo habían notado, eran ya las tres de la madrugada, la noche era más oscura y el aire más frio.
-lindos ojos- le dijo al muchacho, este solo sonrió y le contestó –lindo desastre- se abrazaron de nuevo, mas fuerte esta vez, las lagrimas seguían cayendo por las mejillas de la chica, Henry la miro e intento secarlas.
Acaricio el cabello castaño de Alice y le dijo –ya no estarás sola… no tienes porque seguir llorando- ambos se miraban a los ojos y ella lo abrazo de nuevo –tengo miedo…- le dijo al oído –miedo a que esto sea solo un sueño, miedo a que nada sea real y no te vuelva a ver nunca más…-
El subió la mirada mientras ella lo tenía entre sus brazos, suspiro, aparto un poco a Alice de el, después tomo su rostro con sus manos y sin pensarlo dos veces la beso en los labios. Las mejillas de la chica se pusieron rojas, pero no se opuso al beso.
-si esto no es real… si esto es un sueño no quiero despertar jamás- le dijo habiendo separado sus labios de ella, la voz del chico se notaba quebradiza y de sus ojos comenzaron a caer unas lágrimas.
-ni sueño ni realidad- le dijo ella, tomo el rostro del chico entre sus manos e intento secar sus lagrimas –escapemos juntos, a un lugar donde nunca más tengamos que escondernos, donde podamos estar juntos-.
Entonces se miraron fijamente, Henry tomo la mano de Alice, ambos sonrieron y comenzaron a caminar juntos a paso lento, hacia un lugar donde no existen las mascaras. Sin regresar la mirada, dejándolo todo atrás.
ESTÁS LEYENDO
Caperucita y la máscara
Teen Fictionatrapada, perdida y sola. ¿Que hacer son toda esta soledad? Alice decidió ir al bosque a liberarse de todo por unos instantes... pero no esperaba tener un acompañante.