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Ivan golpea mi brazo por enecima vez, y yo vuelvo a recriminarle por hacerlo.

—Tienes que despertar —dice molesto.— No me sirve una copiloto durmiente.

—Si fuera por mí, no sería tú copiloto —respondo en un balbuceo.

—Pero lo eres.

Bostezo y cierro nuevamente mis ojos con la esperanza de poder volver a coinciliar el sueño. Sin embargo, tal como mi subconsciente lo pensaba, Ivan mesea mi cuerpo con la mano que tiene libre.

—Válgame dios —para mí suerte, vuelve sus manos al volante.— No lo volveré a repetir.

—Que ya estoy despierta. Contigo golpeandome, difícil no estarlo —le recrimino.

—Entonces abre los ojos ¿quieres?

Dios. Con una lentitud que desespera a mi mellizo abro mis ojos, y me incorporo bien en el asiento.

—¿Feliz? —me cruzo de brazos. Él asiente.— A alguien le hace mal despertarse temprano.

—Si mamá te hubiera ordenado a ti manejar, la situación no distaría mucho de ésta.

—Como sea —ruedo los ojos.— Mañana puedo hacerlo yo, pitufo gruñón. Al menos yo sí te mantendré a una temperatura acorde —procedo a enceder la calefacción del auto.

—Hace mal. Al salir el cambio de temperatura puede traerte un resfrío, y tú odias enfermarte.

—Shht —le hago callar.— Estoy con buenas vibras en estos momentos, tú mala onda las arruinará. Déjale esa tarea a la universidad.

Ivan se frena al dar la luz roja en el semáforo. Aprovecha la oportunidad para mirarme encabronado.

—Malas vibras —repito, ocultando la risa.

—Eres increíble.

El resto del camino, mi hermano se mantuvo focalizado en manejar. Yo, por mi parte, cantaba animosamente para evitar caer dormida otra vez. No obstante, mi animosidad se desvanecio al volver a este estaciomiento que no extrañaba para nada. El estacionamiento de la universidad.

—Y sólo vamos en primer año —comenta Ivan al notar mi expresión de disgusto.

—Gracias por recordarlo —le dedico una sonrisa sarcástica.

Giro mi cuerpo, quedando en dirección hacia los asientos traseros. Estiro mi brazo, y cojo mi mochila. Me miro en el espejo retrovisor. Al diablo, no hay nada que se pueda arreglar ahora. Abro la puerta del vehículo, y salgo de el. Ivan que es considerablemente más rápido que yo, se encuentra con su mochila en el hombro izquierdo, esperandome.

—Yupi, que emoción —bromea.

—La mejor etapa de nuestras vidas —le sigo el juego.

A diferencia del colegio, la cantidad de gente que se encuentra en este inmeso lugar, ayuda a que nadie repare en los mellizos. Tal como nos nombraban en nuestra etapa anterior.

Nos movemos como zombies en dirección a nuestras facultades correspondientes. Nuestro camino es el mismo por un par de minutos, pero luego él debe irse en dirección contraria a mí, para llegar a su amada facultad de psicología, y yo a mi facultad de medicina veterinaria.

—¿A qué hora sales hoy? —-pregunta.

—¿Almorzaremos juntos? —pregunto yo al mismo tiempo. Ambos reímos.

—Sí —responde.— Trae a Flor contigo.

—Deja ya a mis amigas —lo empujo. Él rie.— Salgo a las 3:20 p.m

Más allá de la frontera ~ Paddy Holland & túDonde viven las historias. Descúbrelo ahora