Único

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- Creo que he de tener algún mal - dijo el petirrojo menor al llegar a la baticueva.

Richard Grayson que justo esa noche se encontraba en el lugar le examinó. Había revisado todos los signos vitales de su hermano menor en busca del mal que este profesaba tener pero sin resultados.

- Tal vez sea un resfriado - le dijo -. Es temporada de resfriados después de todo.

El menor lo miro incrédulo, esa respuesta no le convenció en lo más mínimo por lo que siguió en búsqueda de una explicación para aquello que le agobiaba.

Primero preguntó a su padre, el hombre le escuchó atento mientras el joven intentaba explicarle lo que le sucedía pero su padre le dio la misma respuesta que Richard. Luego pregunto - a regañadientes - a Tim Drake, que le dijo que tal vez eran las secuelas de las tantas heridas que su cuerpo había sufrido y de lo mucho que se había exigido las últimas semanas; por supuesto la idea fue desechada al momento.

El cuerpo de Damián había sido entrenado para soportar cosas muchísimo peores, unos simples golpes o lesiones no significaban nada.

Jason sólo le dijo que era una banalidad y que si lo ignoraba el tiempo suficiente seguramente desaparecería; básicamente que se fuera al diablo y que lo dejara en paz.

Nadie parecía poder darle una respuesta aceptable a lo que sea que su cuerpo experimentaba o si quiera darle un indicio de lo que podría ser. Ya habían pasado dos semana y desde entonces los síntomas iban en aumento, manifestándose hasta el punto que entorpecian su trabajo.

Buscar en internet era inútil, una pérdida de tiempo por decirlo poco. Solo aparecían enfermedades terminales capaces de acabar con toda esperanza de una vida larga de quien se fijara de ellas.

Su desempeño durante sus patrullajes era ridículamente deficiente, no lo suficiente como para que el trabajo quedara inconcluso o mal hecho, pero si lo suficientemente alarmante como para levantar sospechas de quienes convivían a diario con el joven demonio.

Fue sólo cuestión de tiempo para que su compañero y amigo, Jonathan Kent o mejor conocido como Superboy, notara el extraño e inusual comportamiento de Robin. No solo en las patrullas sino también en el colegio cada vez que se veían para almorzar.

- Haz estado actuando muy extraño últimamente - le dijo el de cabellos alborotados después de una noche de patrulla. - ¿Estas bien?

Robin lo miró por unos segundos sin saber que contestar con exactitud, es decir, físicamente estaba bien, todos sus análisis habían salido normales, no había rastro de lesiones nuevas o problemas parecidos. Sin embargo presentaba síntomas de un mal desconocido del cual nadie parecía encontrar respuesta.

- Creo que voy a resfriarme - contesto únicamente, más para no ser bombardeado por preguntas del menor que porque en realidad lo creyese.

Robin entró hacia la baticueva luego de una noche lenta e irritante, nuevamente acosado por su ineficiencia. Ahí mismo lo esperaba como siempre Alfred, quien al verlo lo recibió con una mirada cálida y cortés como era usual del hombre mayor.

Alfred había criado prácticamente a todos los que habían pisado y vivido en aquella enorme casa, incluyendo al pequeño demonio que últimamente parecía más dócil y callado de lo normal, no fue difícil para el mayor deducir que había algo que agobiaba al menor de los Wayne y por supuesto no tardó mucho en preguntar por su bienestar.

Damián le miró incrédulo y algo enojado, no le gustaba que su propia frustración y dudas se exteriorizaran hasta el punto que los demás notaban los cambios en su comportamiento. El azabache suspiro resignado y simplemente le explico los síntomas que había estado padeciendo durante las últimas semanas, después de todo Alfred siempre había sido un hombre inteligente y capaz, tal vez el mayor podría tener una respuesta.

Luego de una revisión no muy detallada en el físico del hijo de Batman y un par de preguntas Alfred pareció llegar a una conclusión.

- Temo amo Damián, que lo que está experimentando no es nada menos que ese sentimiento llamado amor - dijo con voz tranquila guardando el estetoscopio que había usado.

- !¿Amor?! - exclamó incrédulo el nombrado. - ¿Acaso haz perdido la razón Pennyworth?

- Bueno amo Damián, según los síntomas que me ha descrito durante el último plazo me indican que es el resultado de un enamoramiento - mencionó seguro y sin indicios de broma.

Damián lo miró incrédulo durante unos minutos, incapaz de creer semejante cosa, es decir, era una estupidez, una ridiculez, una broma. Era imposible que él estuviese enamorado, él que había sido entrenado para no sucumbir ante tales sensaciones. Él era un guerrero, entrenado para soportar las peores torturas, las peores incomodidades y demás.

Alfred notó la ingenuidad en el rostro del chico y con suma calma se sentó a un lado de éste, empezando a hablar con una voz tranquila y suave; Damián también era como un hijo para él y estaba dispuesto a ayudarlo en lo que fuese necesario.

- Amo Damián estoy muy seguro de mi diagnóstico y también estoy seguro de saber quién lo causó - empezó ganándose una mirada interrogante. - Pero en el camino del amor no puedo ayudarlo, eso es algo que usted mismo debe descubrir, experimentar y reflexionar.

Dicho eso se levantó y caminó fuera del lugar, no sin antes prometer que no diría nada hasta que el joven estuviese preparado para hablar de ello.

Damián se quedó pensativo el resto del día, analizando con frialdad las palabras del hombre que veía como un segundo padre. Estudiando sus propios pensamientos y buscando respuestas alternativas que explicaran la situación por la que pasaba o simplemente algo que le dijese que era un diagnostico erróneo. Sin embargo, mientras más lo pensaba más parecía tomar sentido y tras otra semana de peleas internas y noches de insomnio llego a una conclusión.

Damián Wayne Al Ghul, el portador actual del manto de Robin, hijo de Batman y antiguo miembro de la liga de los asesinos estaba enamorado.

- ¿Listo para irnos? - la suave voz a su lado le hizo centrarse nuevamente en su entorno.

Miro hacia su costado derecho y vio unos ojos azules brillando con calidez y alegría, y una sonrisa expectante.

- Siempre estoy listo - dijo con un tono obvio antes de lanzar su gancho hacia una de las cornisas de los edificios cercanos.

Jonathan lo siguió de cerca, volando a un lado de él por si lo necesitaba. Y una sonrisa traviesa escapó de los labios del mayor al verlo de reojo.

Era absurdo, era imposible, era una tontería, pero había pasado.

Damián Wayne estaba enamorado. Estaba enamorado de su mejor amigo y compañero de peleas Jonathan Kent.
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Notas Finales:

¡Buenas tardes caramelitos!
Aquí los saluda Hatsume, espero que este one shot haya sido de su agrado y lo hayan disfrutado. Este es mi primer escrito sobre esta pareja que amo demasiado!! *-*
Por favor díganme que les ha parecido y si les gustaría más historias de ellos dos, que son perfectos, estaré súper agradecida con su opinión.
- Hatsume

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