Capítulo 3: La gran crisis filipina.

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Moviéndonos al continente asiático, en el Reino de Filipinas, el pueblo estaba pasando por una hambruna de la cual sabían que no se recuperarían en un largo tiempo. Las malas cosechas y los bajos recursos económicos eran la causa responsable de este gran problema.

La reina Chefela se encontraba devastada, varias veces al día hacia cuentas del poco presupuesto que tenía para favorecer a su pueblo. Desde que se sembró el hambre, se mantenía asustada sobre que algún día los habitantes -imitando a los franceses-, quisieran relevarse en su contra. Ella reflexionó muy bien el asunto. Mandó a llamar a su hijo para encomendarle una muy importante misión, que sería la más efectiva hasta el momento para poder salvar a su pueblo de algo peor.

El príncipe Kirk Hammett de Filipinas, era alguien muy aclamado por los filipinos. No necesariamente por poseer un enorme atractivo físico, sino, porque lo consideraban el candidato perfecto para gobernar.

Hijo único de Chefela, era un hombre de diecinueve años ya. Desde que era un niño se le conocía por ser muy generoso y preocupado por los demás, prefería más dar que recibir a diferencia de cómo lo hacen los reyes normalmente.

Aquella conducta se mantiene hasta el día de hoy, a pesar de ser una persona de muy buen corazón, no ha logrado casarse por su gran timidez en algunas ocasiones, sobretodo cuando se trata de conocer gente nueva.

Al acurrir hacia el trono real, se arrodilló frente a su madre, siempre conservando el respectivo respeto.

- Oh, hijo, lamento si te he interrumpido en algo importante -dijo la reina, con la cara larga y mucha pena-, pero debo darte una misión importante.

- ¿Si, madre? ¿Qué puedo hacer por ti? -alzó la vista y se puso de pie.

- Necesito, por favor, hijo mío, que contraigas matrimonio...

- Uhh... ¿yo? -interrumpió, señalándose a si mismo- Pe-pero... -titubeó- yo no conozco a nadie con que... -prefirió quedarse en silencio para dejar a su madre continuar.

- Lamento que deba comunicártelo, no obstante, no te pediré que te cases con alguien que ames. Yo ya he decidido con quién.

Kirk se sorprendió con aquella orden, sin rechistar, asintió, permitiéndole seguir escuchando.

- Como estamos pasando por una enorme crisis económica y no sabemos cuándo es que va a cesar, he decidido que deberás casarte con la princesa Sunniva de Noruega, porque así tendrás a tu disposición muchas tierras bien beneficiadas en todo sentido.

- Pero... yo no la conozco... ni sé cómo es, ¿cómo casarme con alguien al que ni siquiera conozco sólo por los bienes? -intentó quejarse de manera sutil.

- Es algo muy feo, hijo mío, siempre he respetado tu decisión por siempre preferir el amor verdadero, sin embargo... -suspiró- es un caso muy importante. Espero que cuando la conozcas ella logre conquistar tu corazón, querido, dicen que Sunniva es la más hermosa de todas.

- Yo... no quiero casarme por conveniencia. Lo siento, madre, no puedo... -se alejó un par de pasos hacia atrás.

- No es para mi, Kirk, es para todo un país entero. La vida de muchos dependen de ti ahora, yo no puedo hacer nada. El destino de este reino está en tus manos.

- Y... ¿qué pasa si no logro casarme con ella? -intentó pensar en todos los casos hipotéticos posibles- ¿Qué hago?

- Regresarás aquí, te recibiré con los brazos abiertos... si no regresas, bueno, sabré que habrás muerto si no me envías cartas reportándome los aconteceres importantes.

- De acuerdo, madre, prometo dar lo mejor de mi.

El príncipe Kirk durante la tarde se preparó muy bien. Se despojó de sus antiguas ropas de heredero a un trono para hacerse pasar por un hombre común más. Metió la mayor parte de sus pertenencias en un saco, el cual cargó sobre sus hombros.

Su pueblo lo despidió con aplausos, deseándole lo mejor. Entretanto él cabalgaba uno de los mejores corceles del reino, alejándose más y más. Hasta llegar a un puerto para tomar un barco, que lo llevaría a Europa.

De ahí, seguir cabalgando hasta llegar a su primer destino: Noruega. Si no lograba encontrarla, tenía el sentimiento de que debía estar en algún país escandivano, los cuáles son tres.

Si ya no lograba éxito, regresaría con lo que quedaría de orgullo hasta su pueblo.

Imperio Metal (Metallica, KLARS)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora