- Sea lo que hubiese sido, creo que necesitas contarlo para que te desahogues un poco- dijo Joe con un tono de voz bastante amigable cosa que me sorprendió mucho, a lo largo de mis 16 años había hablado con un sinfín de psicólogos y psiquiatras pero con Joe tenía un vínculo extraño.
- Creo que todavía no estoy preparada para ello- logré decir en medio de tantos sollozos y limpiándome los mocos que salían de mi nariz.
- Entiendo, tal vez esto fue demasiado, lo siento- dijo Joe como si él hubiera tenido la culpa del episodio que yo acababa de tener, su voz sonó muy ligera y algo melancólica.
Joe se puso de pie y se acercó a mí y con una voz cálida dijo:
- Jenn te voy a dar un tranquilizante, ¿vale? – dijo mientras me daba unas palmaditas en la espalda, cosa que me incomodo demasiado y mi cuerpo reaccionó haciendo que me alejara de su lado.
- N-no me toques-logré pronunciar de manera seria, pero mi voz se escuchó entrecortada.
- Tranquilízate, voy a traer el medicamento, tú quédate ahí- dijo Joe mientras salía por la puerta del consultorio.
Durante esos minutos traté de tranquilizarme a mí misma lo más que pude, pero eso pareció insuficiente como para que yo pudiera olvidar lo que había recordado de aquella noche, la noche en la que lo conocí a él por primera vez, agité mi cabeza hacía ambos lados tratando de no volver a pensar más en aquel día, el día donde había iniciado mi libertad.
-Jenn te voy aplicar esto-dijo Joe mientras entraba con un medicamento en su mano derecha y me lo enseñaba.
- ¿Hace cuánto estás aquí?- dije mientras me levantaba del asiento y me dirigía hacia la parte interior del consultorio que era donde Joe se encontraba en ese instante.
- Lo suficiente como para saber que estabas sumida en tus pensamientos-dijo Joe sonriendo mientras sacaba una jeringa de su bolsillo izquierdo.
-¿Me puedes aplicar el tranquilizante en el brazo?-pregunté mientras me acomodaba en la camilla del consultorio.
- A caso ¿dónde pensaste que te la iba a aplicar?-dijo Joe sonrojándose
- No sé, de pronto en la pierna-dije irónicamente, Joe soltó una risita y finalmente dijo.
-Si quieres te la puedo aplicar ahí, por mí no hay ningún problema-por algún motivo Joe me lanzó una mirada pícara e hizo que mis mejillas se pusieran de un tono carmesí, no dije nada y solo me concentré en mirar hacía el suelo, hasta que finalmente Joe decidí romper el silencio y se limitó a decir:
-Voy a contar hasta tres y te la aplico-dijo mientras me ponía el torniquete en el brazo derecho, me rocíoel antebrazo con lo que parecía ser alcohol y suavemente lo limpió con una mota de algodón.
- Uno, dos y-eso fue lo último que le escuché decir a Joe.
Abrí los ojos de par en par buscando a Joe, pero lo único que veía era blanco, me moví hacía ambos lados pero parecía ser inútil, seguí forcejeando con la esperanza de que no estuviera atada pero confirme lo contrario a eso, estaba atada en lo que parecía ser un cuarto blanco en el cual ya hacía mucho frío, me quedé pasmada mirando hacía el techo para asimilar en donde me encontraba pero pasados unos minutos la sangre empezó a bajar por las paredes blancas, el techo seguía intacto y empecé a llorar, a pesar de todo el esfuerzo que había hecho no podía creer que él lo siguiera haciendo, seguí mirando hacia el techo y empecé a contar de cien para abajo, noventa y siete alcancé a contar cuando del techo empezó a gotear sangre, era sangre muy espesa, mi corazón empezó a latir muy rápido más de lo que yo hubiese querido, quería calmarme pero había mucha sangre a mí alrededor a pesar que la habitación antes fuera toda blanca, me empecé a alterar, parecía que fuera a salir otra vez de la jaula en la cual estaba encerrada y eso era lo que yo menos quería.
-Cariño ¿todavía te acuerdas de mí?-dijo ella mientras lamía la gota de sangre que tenía en la mejilla.
-¿por qué no saludas a tu madre?- dijo ella haciendo un puchero como si estuviera triste.
Seguí mirando hacía el techo buscando algún indicio de normalidad, me centré en contar nuevamente, pero había algo que no me dejaba, me empecé a repetir constantemente ella- ella está muerta, no hay de qué preocuparme, Jenn, ella está muerta cálmate; traté de cerrar mis ojos nuevamente pero las lágrimas empezaron a brotar de mis lagrimales, traté de contenerme pero entre más trataba de contenerlas más dolor me causaban y no es que sufriera de la vista, pero me producía un dolor indescriptible en mi pecho, las lágrimas rodaron por mi mejilla hasta llegar a mi mandíbula, no por favor pensé de nuevo, no puedo estar amarrada, no otra vez, no puedo volver a vivir esto de nuevo, no quiero que me hagan más daño, ya he tenido suficiente con seguir viva.
Y no, no es que sea una suicida por escribir esto en el diario, pero me cansé, me cansé de ser fuerte, me cansé de lo dura que es la vida, me cansé de los insultos, de las constantes heridas, me cansé de este sufrimiento que llevo constantemente, me cansé de cargar con este dolor en el pecho, me cansé de esperarlo a él.
El mundo era distinto con él y era un sufrimiento el cual me gustaba soportar.
Así que sí ya he tenido suficiente con esto.
-¿Estás bien pastelito?- dijo una voz que no reconocía.
Quería gritar y decir que yo no me merecía esto, quería salir de este loquero, pero mis palabras, mis sentimientos y mis emociones se fueron todos directamente hacía mi garganta provocando que se formara un gran nudo en ella y no pude decir nada, mis emociones y reclamos al final se convirtieron en más lágrimas, en lágrimas que no pude seguir conteniendo.
-Pastelito, no llores que me deprimes, no te voy a tocar, bueno al menos que quieras que te toque los muslos, agh parecen dos perniles de pollo, ay por tú culpa ya se me hizo agua la boca, mejor me voy antes de que te termine mordiendo tus piernas- dijo la voz del extraño mientras escuchaba como su voz se iba alejando.
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STENDHAL
Novela JuvenilCreo que todos merecemos la verdad. Nunca estamos seguros de lo que pasa en nuestro alrededor, pero aun así nos acogemos de algo que nos mantenga la esperanza viva. ¿Cómo puede ser que tú misma no te conozcas? Y¿ qué es lo que te hace pensar que rea...