-Entonces...eres una especie de maga que se dedica a arreglar corazones rotos y a hacer que las personas que están destinadas a estar juntas acaben juntas, ¿no? -preguntó Sam, tratando de resumir la historia que la joven le acababa de relatar.
-Más o menos, sí. Puedo hacer más cosas, pero en esencia, es eso.
Sam se dejó caer en el sofá, intentando asimilar toda la información que Elle le había dado.
-Y, por azares del destino, has acabado viviendo con Clover y sus personalidades, que ahora todas son de carne y hueso, porque una de ellas, la borde, ¿Alice?, te ha pedido que ayudes a Clover a recuperarse.
-Correcto.
Sam se preguntaba cómo podía estar diciendo eso mientras se tomaba un café, tan tranquilamente, como si aquello no fuese con ella. Sus ojos se posaron en la diadema de rosas azules que adornaba su cabello. De veras parecía fundida a su cabeza.
-¿Y yo qué puedo hacer para ayudar? Llevo años viviendo aquí, a cinco o seis manzanas de ellas, sin poder hacer nada más, porque Clover no quiere que lo haga. Sólo he podido reunir información sobre el capullo que le ha jodido la vida.
-Eso ayudaría. - respondió Elle. - ¿Puedes contarme lo que sepas?
Sam se lo pensó. Acababa de conocer a esa chica, chica que, por cierto, se había inventado una trola estupenda para colarse en su casa, y en su corazón, literalmente, para recabar información, a saber si de verdad, para ayudar a Clover.
-Antes, necesito estar seguro de que no me mientes. -murmuró.- No me lo tomes a mal, cualquiera sospecharía después de cómo has hecho para colarte en mi casa.
Elle se encogió de hombros.
-Adelante.
-¿Cómo está Clover?
Elle frunció el ceño, ladeando la cabeza.
-¿Física, mental, o sentimentalmente?
-Todas.
Elle procedió a describir a la Clover actual, paso por paso, milímetro a milímetro, rasgo a rasgo. Pero no estaba preparado para lo que le desveló.
-Y ha perdido la voz.
Algo dentro de Sam pareció romperse, mientras ocultaba el rostro tras las manos, inhalando profundamente.
-Santo Cielo...debe estar realmente destrozada.
Elle ladeó la cabeza, curiosa. Sam respiró profundamente.
-Clover era una cantante excelente. Incluso grabó varios singles. Solía cantarme nanas cuando...bueno, tuvimos algo similar a una relación de pareja. Sufría pesadillas recurrentes, y solía calmarme cantando. Siempre decía que su sueño era subirse a un gran escenario, y cantar para todo el mundo, sentir que su voz hacía felices a las personas que iban a escucharla. Y ahora...
Tragó saliva. Elle colocó una mano sobre la de él, como ofreciendo consuelo. Sam se recompuso, levantándose. Entró a un despacho, y salió con una pesada carpeta.
-Esto es todo lo que he podido reunir. Esto, y unas ganas terribles de matar a ese capullo, pero estoy atado de pies y manos, así que...espero que tú puedas hacer más que yo.
Elle tomó la carpeta, abriéndola, con la mera intención de hojear. Encontró una fotografía destrangis de un hombre extremadamente atractivo, quizá, inhumanamente atractivo, de ojos rojizos y piel pálida, con una cicatriz que recorría su frente, ojo y parte de su mejilla derecha, completamente cicatrizada. La observó de cerca, y le dio la vuelta.
Sólo había un nombre, escrito en rojo.
Nyx.
Elle asintió, levantándose con la carpeta entre los brazos.
-¿Te importa si me la llevo?
-No mientras me la devuelvas. - respondió Sam. - Este asunto es casi igual de personal para mi que para ellas.
-Por supuesto.
Elle se encaminó hacia la puerta, seguida de su anfitrión. Por el camino, se percató de que, en un cajón entreabierto, asomaba la culata de una pistola, pero se hizo la tonta al respecto. Ya tendría tiempo de averiguar más sobre él.
-Avísame si necesitas cualquier cosa en la que pueda ayudarte. Se me da de lujo conseguir información.
-Lo he notado.- respondió, moviendo un poco la carpeta. Sam rió.
-Y... por favor, cualquier cosa que pase en esa casa, a cualquiera de las cuatro...No dejes de contármelo. Tienes mi teléfono móvil en un post-it al final de la carpeta. Si alguna de vosotras me necesita, te lo ruego, llámame enseguida.
"Alice te necesita", pensó Elle. Pero, por el momento, guardaría silencio al respecto. Sólo asintió, antes de encaminarse, escaleras abajo, dirección a casa.
Sam se llevó una mano al bolsillo de sus pantalones, sacando un reloj trucado. Dió un par de golpes a la esfera,y la parte de atrás se abrió, dejando ver una foto de él, con unos seis años menos, cargando en brazos con una Clover de no más de dieciocho años.
-¿Qué te ha hecho ese cerdo, mi niña...? -murmuró, colocando el retrato contra su pecho, culpándose por haberse marchado y haber permitido que todo aquello ocurriese.
Culpándose por no ser él quien hubiese estado al final de aquel hilo rojo.
Algo dentro de él se rebeló. Algo dentro le suplicaba dejar de ser un mero espectador, correr a aquella casa, ver a Clover, ver a las cuatro, y decirles lo importante que seguían siendo para él, tantos años más tarde.
Movido por aquella necesidad, atrapó sus llaves y una chaqueta, y corrió escaleras abajo, con la intención de alcanzar a Elle. Corrió como alma llevada por el Diablo, hasta distinguir su cabello rojizo en la calle. Le tocó un hombro cuando llegó hasta ella, y la joven le miró, asombrada.
-A la mierda todo. -dijo - Llévame con ellas.
Elle no pudo ocultar una leve sonrisa emocionada, mientras asentía.
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Cuentos de la Tejedora de Destinos
RandomCuenta una antigua leyenda que todos estamos unidos a nuestra persona destinada a través de un hilo rojo. Es una leyenda que se repite, a lo largo del tiempo y las civilizaciones, pero de la cual nadie sabe su origen. Aunque Elle siempre creyó en el...