Reunion.

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Helen salió al pasillo nada más escuchar el tintineo de las llaves de Elle, entrando en la cerradura, dispuesta a echarle la mayor bronca de su vida. Cuando la puerta se entreabrió, estaba cruzada de brazos.

-¡A buenas horas! ¿Sabes lo preocupadas que está...?

Su sensual y cantarina voz se silenció de golpe al reconocer al hombre que la acompañaba. Sus hermosos ojos rojizos se ensombrecieron. De pronto, había olvidado su enfado con Elle. Con paso firme y seguro, se acercó a ellos, apartó a Elle con suavidad, y, antes de que su acompañante pudiese siquiera abrir la boca, le dio tal bofetada, que tendría la mano marcada durante semanas.

-Eres un imbécil, un idiota, un subnormal, un completo gilipollas, Samuel Doyle.

Sam miró a aquella enérgica y despampanante mujer, tratando de ubicarla. Con esas curvas, ese carácter y ese...escueto vestuario, sólo podía ser una.

-Helena, yo...

-¡Helena mis cojones! -le gritó la joven-  ¿Qué coño haces aquí? Y no me vengas con que estás preocupado por nosotras, que aquí el que dejó de dar señales fuiste tu.

Elle se apartó de la escena, con una divertida expresión, entre asustada y sorprendida. Había intuido que Helen tenía carácter, pero no esperaba en absoluto semejante despliegue de ira.

-Helena, escúchame. -pidió Sam, tratando de calmarla, colocando los brazos entre la joven rubia y él, para evitar sus golpes. - Dejé de dar señales porque vine a buscaros.

Helena detuvo sus ataques de golpe.

-¿A buscarnos?

Sam asintió.

-Recibí vuestra última carta, y no quise seguir apartado. Me vine aquí a vivir, ¡si vivo seis o siete calles más arriba!

-¡Mentira!

-¡Verdad! Ella ha estado en mi casa. -dijo, señalando a Elle, que alzó las manos, declarándose inocente.

-Ya hablaremos de esto. -sentenció Helen, clavando sus ojos rojizos en la muchacha. Luego volvió a mirar a Sam, como buscando una forma de seguir regañándole. Pero no pudo. Finalmente, sus ojos se llenaron de lágrimas, y se fundió con él en un largo, fuerte y cariñoso abrazo. -Te quería tanto, imbécil...Tanto...

-Ssssh...Lo sé. Y sabes que era...que es mutuo, cariño. -respondió Sam, separándola de él y secando sus lágrimas. -Pero merecíais alguien mejor, que no fuese por el mundo huyendo, y poniéndoos en peligro.

Helen negó, manteniendo el abrazo.

-Idiota...-susurró.

Aún tardaría un momento en separarse de él, para llamar a Alice y Milly, y avisar de que Elle estaba sana, salva y en casa. Se guardó la visita de Sam, para darles la sorpresa...O como venganza hacia él, si se pensaba en la posible reacción que tuvieran.

-Bueno. Voy a ir a darme una ducha, ¿me acompañas? -guiñó un ojo a Sam, con picardía. Este, con una divertida sonrisa, negó.

-Quizá otro día, belleza.

Helen fingió un puchero, y se marchó a su baño. Sam se volvió hacia Elle.

-Antes de que las dos que faltan lleguen, me vean y traten de asesinarme, ¿podría ver a Clover?

Elle le explicó su comportamiento actual, intentando que comprendiese que tal vez ni siquiera le abriese la puerta, pero aquello no hizo desistir a Sam, que subió a su habitación. Llamó un par de veces a la puerta, sin mediar palabra. Nadie abrió, pese a escucharse una tenue melodía dentro.

-Tráeme un par de horquillas, de moño, a ser posible-. susurró.

Elle, aunque extrañada, obedeció. Con aquellos instrumentos, creó una ganzúa, y comenzó a moverla por dentro de la cerradura de la habitación. Tras varios intentos, al fin se escuchó un clic.

Cuando la puerta se abrió, una sorprendida Clover, que se hallaba sentada en la alfombra, con un libro, un pijama color lila de tirantes, y su largo cabello cayendo en torno a ella, palideció. Sus ojos castaños se clavaron en los negros de Sam, que soltó la ganzúa, y se dejó caer de rodillas junto a ella, abrazándola.

Clover no reaccionó. No hasta que reconoció aquel aroma, y la suavidad de aquel pelo negro. No hasta que recordó el calor de aquellos brazos. No hasta que oyó de nuevo aquella voz.

-Mi pequeña...

Por primera vez en cuatro largos años, los ojos de Clover emitieron un leve brillo. 

Trató de decir su nombre, pero no hubo sonido alguno. Sam se separó de ella, besando su frente con infinita ternura, acariciando su cabello morado.

-Tranquila, cielo. Todo está bien.

Clover buscó con la mirada a Elle, señalándole el móvil. Ella se lo acercó, con el bloc de notas abierto.

Tecleó ágilmente.

"Te quiero mucho. Perdóname."

-¿Que yo te perdone? ¿Qué tengo que perdonarte?

Clover pareció hacer un esfuerzo titánico, inhumano, para teclear la siguiente palabra.

"Nyx"

-Ni lo menciones. Estabas haciendo exactamente lo que te pedí, rehacer tu vida. No tengo nada, absolutamente nada que perdonarte.

Clover sonrió, pese a las lágrimas que emanaban de sus ojos.

-¿Qué demonios...? -murmuró Alice, ante la visión de Clover sonriendo. Sus propios ojos se humedecieron.

Milly, tras ella, no se contuvo. Corrió hacia Clover y Sam, y les abrazó con tal ternura que Clover sólo pudo redoblar el llanto, y Sam sólo pudo contenerse para no levantarla por los aires cual niña pequeña. Helen, ya bañada y vestida, apoyó su cabeza en el hombro de Alice, conteniendo la emoción.

Elle comprendió que aquella escena era sólo de ellos cinco, y, discreta y silenciosamente, se marchó, escaleras abajo, al jardín. 

Cuentos de la Tejedora de DestinosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora