Lunes por la mañana, como cada día me presentaba delante de aquella puerta infernal. Cogí fuerzas y entré. Ya sabia lo que me esperaba pues cada dí era igual. Me presenté delante de la taquilla y por el momento todo iba estupendamente. La cual cosa me sorprendía bastante. Abro mi taquilla y cojo los libros que necesitaba para las dos primeras horas de la mañana. Todo estaba yendo de maravilla. Por un momento pensé que todo esto estaba siendo un sueño y que en breve me iba a despertar. O la segunda opción que era que todo esta pesadilla había terminado. Cruzo el pasillo y me dirijo a las escaleras. Cuando de repente unas manos impactan con mi espalda y hacen que me caiga de un empujón al suelo haciendo que mis libros resbalen sobre eses suelo frío de mármol, donde a lo lejos se escucha gritar: que pringada que eres, mientras unas risas de burla salían por sus bocas. Llego a clase y lo primero que hago nada más llegar es sentarme en mi pupitre. Sola, no tenia amigos y todos se sentaban con quien querían menos yo. Que a mi me tocaba siempre sentarme con la ultima persona que quedaba sin pareja. Y siempre escuchaba lo mismo: Profe, ¿no me puedo sentar con ellos y seer tres? Es que no me quiero sentar con ella me cae mal. A demás siempre está sola y marginada. O: haber clase, creo que es hora de que nos turnemos para sentarnos con la deprimida esa. En ese momento yo echaba a llorar por dentro pero sacaba mi mejor sonrisa por fuera. Salgo del aula para ir hacia casa pero antes paso por la taquilla, ahí me encuentro una nota con insultos escrita por mis compañeros. Imbécil, gilipollas, puta, si te suicidas estaremos mejor. Cogí la nota y la tire a la basura mientras me iba para casa mostrando a mi madre una sonrisa de oreja a oreja. Llega el día siguiente y por miedo a lo de siempre me escondo en el baño para saltarme clases y evitar problemas. Hasta que un grupo de niños me descubren.
- Pero bueno, a quien tenemos aquí. A doña llorona.
- Dejarme en paz por favor, suplicaba yo mientras me caía una lagrima por la cara.
- Va a llorar la niña pequeña. ¡ vamos, el bocata imbécil!
- No por favor,hoy no les decía yo mientras trataba de no llorar.
- Nadie te ha preguntado idiota.
Y se lo di. Seguidamente me empezaron a agarrar por la camiseta mientras me acorralaban en una esquina. Que sea la ultima vez que no nos haces caso, ¿ te quedado claro? Y seguidamente me empezaron a pegar y dar puñetazos dejándome tirada en el suelo llorando llena de moratones y sangre. A si aprenderás a meterte con alguien de tu talla. Y se fueron. No podía más. Cada vez era más débil, cada vez que tenía que cruzar esa puerta notaba como la sangre se me congelaba, y como yo me iba haciendo cada vez más pequeña. Harta de todo esto decido meterme en el lavabo de mi casa. Cerré la puerta mientras lloraba y me tome el vote de pastillas de mi madre. Me lo tomé todo. y como vi que no hacia efecto decidí hacerme dedos para vomitar. Lo cual no fue efectivo ya que empecé a vomitar sangre como si no hubiera un mañana. Ya no sabia que hacer. Hasta que veo una puerta violeta en la pared que me esta llamando para ser libre. A si que cogí la cuchilla de mi madre y me la pase por el cuello que era la única cosa que tenia que hacer para cruzar la puerta. Por fin me sentí libre por una vez en la vida.
Papá, mamá, os quiero.
ESTÁS LEYENDO
Una puerta violeta en la pared
Teen FictionUna niña que sufre acoso escolar por culpa de sus compañeros y acaba cansada de todo esto a si que decide hacer algo que nadie imaginaba que aria.