Aún pasarían varias horas sin que la Tejedora se acercarse siquiera a la habitación de Clover. Sentada en el sofá donde Alice le había hablado de su origen, leía atentamente todos los documentos sobre ese tal Nyx, que Sam le había prestado.
Había deducido dos cosas: la primera, que Sam era un excelente y minucioso investigador. La segunda, que ojalá nunca, jamás, tuviese que investigarla. Aquellas notas eran tan exactas, tan descriptivas, que sólo faltaba el grupo sanguíneo del tal Nyx en su ficha, y estaba segura de que Sam sólo necesitaba tiempo y una excusa.
Aparentemente, el tal Nyx no contaba con apellidos, pero sí con la fortuna suficiente como para tener su propia discográfica, hecho por el cual, era muy posible que hubiese conocido a Clover, según lo que le había contado Sam.
Pero al seguir leyendo, descubrió que no fue así. Que, cuatro años y medio atrás, Clover y Nyx se habían conocido por casualidad, en un bar con karaoke. Clover, enamorada de la música, se subió a cantar, y Nyx, como buen empresario del mundo discográfico, quedó maravillado ante la voz de la joven, tan única, tan distinta. Esa misma noche, comenzaron a hablar y, varias semanas más tarde, comenzaron una relación. Al parecer, incluso vivieron juntos una larga temporada.
Elle podía percibir que algo similar a los celos asaltaba a Sam al escribir sobre Nyx. Comprendió lo importante que fueron, que eran, Clover y las chicas para él. Y comprendió que, quizá por eso, aquella pistola estaba esperando al tal Nyx.
Siguió rebuscando, hasta que, en uno de los documentos, encontró la dirección de una sede de la discográfica allí, en París. Al levantar las hojas descubrió que, efectivamente, Sam había apuntado su número en un post-it. Se lo echó al bolsillo de sus vaqueros, para anotarlo cuando Clover le devolviese el móvil.
Una mano se colocó en su hombro, haciéndola cerrar rápidamente la carpeta, y voltearla. Al girarse, descubrió a Clover, que sonreía, con dulzura, mientras le acercaba el móvil.
"Gracias", ponía en el bloc de notas. Elle negó.
-No se merecen.
Clover se sentó junto a ella. Parecía buscar la forma de decirle algo, pero no sabía cómo. Elle ladeó la cabeza, pensativa.
-¿Qué quieres decirme?
Clover señaló la carpeta, con una mirada triste. Elle comprendió que la había pillado. Apartó la carpeta, y tendió una mano a Clover.
-Creo...que puedo ayudarte a llevarlo mejor.
Clover la miró, extrañada.
-Tengo un don. Puedo leer los corazones de la gente, guiarles hacia aquella persona que les hará felices para siempre, si quieren. Si te parece bien...puedo tratar de ayudarte a superar ciertas cosas.
Clover esbozó una triste sonrisa. Elle le tendió la mano.
-Me encantaría hacerlo, Clover. Si quieres.
La joven pareció dudar, pero, finalmente, tomó la mano de Elle con ambas suyas. Elle cerró los ojos, concentrándose en Clover.
Un torbellino de emociones la envolvió. Alegría, felicidad, placer, pero también dolor, un dolor lacerante, asesino. Un sentimiento de pérdida, de desolación, que sólo ellas dos parecían comprender. Profundizó, hasta llegar a un punto en aquel tsunami de sentimientos. Profundizó, hasta alcanzar el corazón de Clover.
Se movió entre aquellos recuerdos, hasta dar con la clave de su dolor: una fría noche de febrero, una conversación telefónica, en la que tres palabras, alteradas por el aparato, rompieron a Clover para siempre.
"No te quiero."
Elle pudo ver, en ese recuerdo, como lenta, pausada, pero irreversiblemente, su hilo comenzaba a apagarse, hasta tornarse de un negro similar al carbón. Vio como, despacio, comenzaba a deshacerse, como si alguien deshiciese sus fibras, regodeándose en el dolor que ello produciría.
Por primera vez desde que tenía memoria, Elle sintió rabia.
Decidida, se movió entre los recuerdos de Clover, buscando un físico masculino, similar a la foto que vio en los apuntes de Sam. Cuando le encontró, sintió aún más rabia. Clover le recordaba perfectamente, milímetro a milímetro.
"No se lo merece", se dijo, dándole la razón a Alice.
Siguió al Nyx de los recuerdos de Clover hasta un hotel de cinco estrellas, en los Champs. Le escuchó decir que se instalaría allí una larga temporada, mientras construían su nueva casa, a las afueras de la ciudad. Escuchó la dirección al completo, se la grabó en la memoria, y salió por sí misma del trance, encontrando a una preocupadísima Clover que aún sostenía su mano.
-Estoy bien, tranquila. -susurró la Tejedora, tratando de recuperarse.
Clover esperó pacientemente, antes de emitir un silencioso suspiro. Esta vez, decidió hablar a su manera. Lentamente, movió los labios.
"¿Sabrás leerme?"
Elle asintió. Clover sonrió levemente.
"¿Has visto algo?
De nuevo, su interlocutora asintió, y Clover sonrió levemente, con un deje de dolor en sus labios.
"Alice y Sam me han dicho que puedes ver cosas gracias al Ángel que me dejó muda. Creen que, si hablamos, me podrás ayudar".
-Es lo que más me gustaría ahora mismo.
Clover, pareció pensárselo, y Elle no la culpaba. Revivir todo aquello, pese a los cuatro años transcurridos, aún dolía, ella lo sabía mejor que nadie. El mero hecho de que la joven estuviese siquiera sopesando la idea de sincerarse, ya le parecía lo bastante valiente.
Finalmente, Clover asintió.
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Cuentos de la Tejedora de Destinos
SonstigesCuenta una antigua leyenda que todos estamos unidos a nuestra persona destinada a través de un hilo rojo. Es una leyenda que se repite, a lo largo del tiempo y las civilizaciones, pero de la cual nadie sabe su origen. Aunque Elle siempre creyó en el...