Old, heartbreaker memories.

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2014, París.

Clover había salido aquella noche, dispuesta de dejar de vivir encerrada. Alice y Milly habían insistido en que no era sano que se quedase en casa, llorando la marcha de Sam, tan repentina como dolorosa.

Helen, sin embargo, no había dado señales desde que Sam se marchó.

Decidió que, ciertamente, debía hacer algo. Sam le había pedido que no se encerrase, que viviese, que rehiciese su vida, y que, de ser necesario, le olvidase. Aquello, las cuatro lo sabían, no ocurriría nunca. Pero era hora de dejar de perder el tiempo entre lágrimas y lamentos.

Clover, por entonces con apenas dieciocho o diecinueve años, se enfundó un vestido negro, onduló su corta cabellera, se plantó unos tacones y una chupa de cuero, y salió a su bar favorito, dispuesta a tomarse un par de copas y, sobre todo, a cantar.

No sabía que, esa noche, su vida cambiaría radicalmente.

Ya en el bar, se pidió un vodka con mora, y ocupó una de las pequeñas mesitas en primera fila, para dedicarse a ver cantar al resto de gente. Era divertido, casi terapéutico, estar allí. Varios conocidos suyos se subieron, y una de las camareras, Chantelle, tardó poco en obligarla a ella a ocupar el escenario.

Una música sensual llenó el local, acompañada por aquella voz tan diferente de cualquier otra que jamás alguien hubiese escuchado, una voz que parecía bailar entre tres tonos distintos, aportando a la canción una actitud, unos giros, que la alejaban de lo que sus autores originales habían planeado.

Cuando la música cesó, la sala estalló en aplausos. Clover miró a todos, con una sonrisa, sintiéndose más reconfortada. Su mirada se cruzó con otra, la de unos ojos rojizos, pertenecientes a un hermoso hombre que no aplaudía, por hallarse exageradamente pendiente de no perder el contacto visual con ella.

La gente pidió otra, pero ella, con una divertida risa y un agradecimiento, abandonó el escenario, y volvió a su mesa.

Minutos más tarde, Chantelle acudió con otra copa, y le susurró algo al oído. Clover se giró para mirar al joven de ojos rojos, sonriéndole, antes de dar un sorbo a la bebida. Él le dedicó una inclinación de cabeza, se levantó, y se marchó. Ella se encogió de hombros, y permaneció allí.

Las siguientes semanas, él siempre estuvo ahí. Siempre hacía lo mismo: la escuchaba cantar, le pagaba una copa, y se marchaba, sin que ninguno de los dos mediase palabra. Hasta que, una noche, no fue Chantelle quien le llevó la copa, sino él mismo.

Clover le vio sentarse, sorprendida.

-Pensé que nunca lo harías. -confesó.

Él sonrió, y aquella sonrisa pareció detener el mundo para ella.

-Yo también. -dijo él. -Pero más vale tarde, que nunca. -Le tendió la mano, y ella se la estrechó, con suavidad. - Me llamo Nyx.

-Yo soy Clover. Clover LaRoux.

Hablaron de todo y de nada. Él le confesó que su voz le había hechizado, y que poseía una discográfica. No le habló de contratos, ni de negocios, simplemente le dijo que, si algún día le apetecía, podía pasarse a grabar algo, por mero gusto. Ella le tomó la palabra de inmediato, y apenas dos días después, estaba en un estudio de grabación, cantando, con él como única compañía.

Pasaron las semanas, los meses. Algo surgió entre ellos, lenta, pero inexorablemente. Una noche, sin poder ni querer evitarlo, se sinceró. Cuál fue su sorpresa al descubrir que era correspondida. Pese a haberle hablado, incluso, de su mal llamado "problema mental".

Se mudó al hotel con él, dejando todo atrás. Los meses que siguieron, fueron, sin duda, los más felices de su vida. Estaba segura, absolutamente segura, de que aquel hombre, pese a sus secretos, como cuál era su verdadera raza, la amaba tanto como ella a él. Nunca, en todo ese tiempo, lo dudó.

Sin embargo, una noche de febrero, todo se rompió de golpe.

Nyx llevaba varios días raro, frío. No le negaba besos o abrazos, pero parecía ausente, desganado de su compañía. Ni siquiera compartían ya habitación. Clover sabía que algo ocurría, pero él trataba de negarlo, hasta que no pudo más.

Nyx quería dejarlo. Había vuelto a encontrarse con una mujer, alguien como él, de quien había estado enamorado, de quien seguía estando enamorado. Pero, por algún motivo, no quería arriesgarse a perder a Clover.

-No te quiero-, le dijo, y el corazón de Clover se rompió como un cristal. - Pero tampoco quiero perderte.

Aquellas palabras le parecieron a Clover la mayor muestra de egoísmo que había visto jamás. Pero fue incapaz de reprochárselo. Lejos de ello, ante la preocupada mirada de Nyx, negó.

-No me perderás. -susurró, mirándole con una leve sonrisa. - Ve con ella. Es lo que realmente quieres, ¿no?

Nyx pareció dudar un momento. Al final, asintió.

Sin una palabra más, Clover hizo sus maletas, y se marchó, enterrando para siempre, en lo más profundo de su corazón, el dolor que sentía, y sus consecuencias.

Sus tres amigas le suplicaron que no lo hiciera. Que lo soltase todo, que diese media vuelta, y le dijese lo que realmente sentía, el daño que le había hecho.

Pero eligió guardar silencio. Demasiado daño habían sufrido ambos esa noche.

Días después, alguien le dio a Clover la oportunidad de recuperarle. Le ofreció un poder único, capaz de mantenerles unidos para siempre, sin pedir a cambio más que, cuando llegase el momento, se lo devolviese.

Y Clover lo rechazó, a favor de darle a sus amigas, hasta entonces meras imágenes mentales, un físico, una realidad en la que vivir juntas.

Al menos, ellas tres.

Y aquel ser se lo concedió, pero, a cambio, se llevó su voz consigo, como prueba de un pacto: el de que, algún día, sería capaz de ser sincera consigo misma y con quien le había roto el corazón. Sólo entonces, su voz volvería a ella.

Aceptó, sabiendo que eso jamás ocurriría.

Y, desde ese frío mes de febrero, ya con sus amigas siendo absolutamente reales, Clover LaRoux se encerró en su habitación, dispuesta a no enfrentar nunca, jamás, que detestaba a la persona que más amaba.

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Elle parpadeó, con los ojos llenos de lágrimas. Clover se las secó, negando, formando una sola frase con sus labios, aquella que ella misma se repetía cada mañana.

"No pasa nada. Pese a todo, estoy bien. Soy feliz así."

Y Elle decidió que Clover no merecía vivir mintiéndose el resto de sus días. 

Cuentos de la Tejedora de DestinosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora