Tras recorrer varias librerías alejadas de la manzana donde vivía, regresó para entrar en la última, una que se encontraba al otro lado de la calle y que era un poco más grande que la primera en la que entró. Agradeció que los distintos dependientes estuvieran ocupados con clientes para que no repararan en su presencia, ya que lo último que quería era ser reconocido. «Debí camuflarme, aunque eso habría llamado más la atención», pensó mientras caminaba entre las estanterías en busca de los libros de fantasía. Los encontró en dos estanterías que hacían esquina, bastante amplias y con libros de escritores también reconocidos. Con la vista recorrió cada uno de los lomos en busca de su nombre y cualquiera que lo viera pensaría que era un hombre vanidoso.
—Disculpe, ¿podría indicarme dónde encontrar los libros de fantasía?
El cuerpo de Lucien se tensó al escuchar aquella voz que reconoció al instante. En un impulso, cogió un libro cualquiera y lo abrió de forma que nadie pudiera verle la cara. Volteó el rostro y bajó un poco el libro para observar una cabellera pelirroja que poco a poco, o eso le pareció a él, se giró para acercarse al lugar donde él se encontraba. Antes de que supiera que estaba allí, volvió a su postura inicial y continuó buscando, como si nada. Sin embargo, perdió la concentración y pasó de largo por los libros de su autoría. Supo que la tenía al lado porque el aroma de una colonia femenina invadió sus fosas nasales y tuvo que controlarse para no suspirar. La vio de reojo, pero retiró la mirada en cuanto Catherine empezó a girar la cabeza.
La pelirroja dedicó atención al hombre que estaba parado frente a la estantería, paseando su mirada por los libros. Aunque estaba de perfil, lo reconoció de inmediato y su corazón latió desbocado. Recordó lo que hizo la noche anterior en su dormitorio y se sonrojó. Relamió sus labios porque los notó secos de repente y no perdió la oportunidad para hablarle, aunque la vergüenza se apoderara de ella.
—¿Lucien? —murmuró.
El aludido sonrió sin pensar demasiado en que lo estaba haciendo.
—Catherine, qué coincidencia. —Se giró—. ¿Qué libro estás buscando?
Vio el rubor en su rostro y pensó en lo hermosa que era cuando eso le pasaba. Reprimió una risita, lo último que quería era incomodarla.
—Buscaba un libro tuyo ... —Bajó la mirada.
—Dime el título y lo busco por ti.
Ella lo hizo y Lucien echó un vistazo rápido por todos los títulos hasta que lo encontró. Solo había uno en la estantería y lo cogió antes de que alguien llegara y se lo llevara.
—¿Es el primero que vas a leer? —indagó.
Catherine soltó una risita.
—Por supuesto que no, creo que es el único que me falta. Ahora mismo estoy con el tercero de Destino Inquebrantable. Está muy interesante, ayer dediqué mi día de descanso a continuarlo.
Lucien ladeó la cabeza, sorprendido. Resolvió hacerle una pregunta que llevaba todo el día en su mente.
—¿Has venido a alguna de mis firmas? Porque no te recuerdo y te aseguro que lo haría. Eres alguien difícil de olvidar.
La chica abrió los ojos un poco más sin ocultar el evidente asombro que causaron sus últimas palabras.
—No, no he ido a ninguna aún —murmuró.
La vergüenza que sentía cada vez que se lo proponía la hacía retroceder. Él decidió cambiar de tema de conversación.
—Al final esa noche me tuve que ir antes y no obtuve mi respuesta. ¿Qué me dices? ¿Aceptas la cita?
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La Fruta Prohibida: El club nocturno
RomanceUn club nocturno abre sus puertas y se convierte en el mayor centro de ocio y perversión de la ciudad, o al menos eso es lo que cuentan las malas lenguas. Sin embargo, La Fruta Prohibida es mucho más que eso. ...